12.4.10

del archivo chatarra: la condesa sangrienta

erzébet báthory

Fines de diciembre de 1611, el carruaje de György Thurzó, Palatino de la Alta Hungría, se encamina al castillo de Csejthe, en los Pequeños Cárpatos, a realizar un molesto encargo. Debe investigar, por orden directa del Rey Matías, los rumores de desaparición de las doncellas de la región, habladurías que involucran a la viuda de Ferencz Nádasdy, el Señor Negro, valiente guerrero húngaro que derrotó a los turcos. La sospechosa era la Condesa Erzébet Báthory, una mujer de piel blanquísima, más blanca aún por el contraste de sus ojos negros, obsesionada por su apariencia y el paso de los años.

Acompañan a Thurzó, los yernos de Báthory, un pastor y una guardia, por si la Condesa intenta oponer resistencia a la comitiva. No es necesario: Thurzó sorprende a los criados con la guardia baja. Relajados tras las festividades de Navidad, la servidumbre deja que Thurzó y su comitiva recorran, sin restricciones, el castillo.

Castillo de Csejthe

Bajan a los sótanos del castillo. Observan las jaulas con púas, los hierros al rojo en brasas agonizantes, las costras de sangre seca de las cubetas grasientas y, en un rincón, la Doncella de Hierro de goznes oxidados. Un poco más allá, al mover las teas, descubren las paredes manchadas de sangre. Al fondo del subterráneo se bifurca un pasadizo: uno lleva a la aldea vecina; el otro a un piso con sótanos más pequeños. Thurzó elige éste: cerca de la puerta de la celda descubre un bulto de considerable tamaño. Le cuesta trabajo reconocer, en ese cadáver llagado, la figura de una joven muchacha.

El castillo huele a muerte. Es el principio de la revelación de las siniestras prácticas de Báthory, conocida ya para el vulgo como la Condesa Sangrienta.

En la mente retorcida de Báthory, la sangre de doncellas vírgenes era terapéuticamente indicado para mantener la lozanía de su piel. Asistidas por sus sirvientas, desangraba hasta la muerte a las mujeres a su servicio, bañándose en la sangre de las jóvenes. Alejandra Pizarnik describe, con poética precisión, las prácticas de la Condesa:
Se escogían varias muchachas altas, bellas y resistentes -su edad oscilaba entre los 12 y los 18 años- y se las arrastraba a la sala de torturas en donde esperaba, vestida de blanco en su trono, la condesa. Una vez maniatadas, las sirvientas las flagelaban hasta que la piel del cuerpo se desgarraba y las muchachas se transformaban en llagas tumefactas; les aplicaban los atizadores enrojecidos al fuego; les cortaban los dedos con tijeras o cizallas; les punzaban las llagas; les practicaban incisiones con navajas (si la condesa se fatigaba de oír gritos les cosían la boca; si alguna joven se desvanecía demasiado pronto se la auxiliaba haciendo arder entre sus piernas papel embebido en aceite). La sangre manaba como un géiser y el vestido blanco de la dama nocturna se volvía rojo. Y tanto, que debía ir a su aposento y cambiarlo por otro (¿en qué pensaría durante esa breve interrupción?). También los muros y el techo se teñían de rojo. Y tanto, que debía ir a su aposento y cambiarlo por otro.
Las perversiones se multiplican: jaulas con púas a las que eran obligadas a arrojarse las muchachas, azuzadas por teas; la Doncella de Hierro; cubos de agua helada sobre una joven que quedaba congelaba en medio de la nieve; castigar a sus sirvientas obligándolas a permanecer desnudas, todo el día, contra la esquina de la habitación. “Desnudar es propio de la Muerte. También lo es la incesante contemplación de las criaturas por ella desposeídas. Pero hay más: el desfallecimiento sexual nos obliga a gestos y expresiones del morir (jadeos y estertores como de agonía; lamentos y quejidos arrancados por el paroxismo). Si el acto sexual implica una suerte de muerte, Erzébet Báthory necesitaba de la muerte visible, elemental, grosera, para poder, a su vez, morir de esa muerte figurada que viene a ser el orgasmo” analiza Alejandra Pizarnik “Pero, ¿quién es la Muerte? Es la Dama que asola y agosta cómo y dónde quiere. Sí, y además es una definición posible de la condesa Báthory. Nunca nadie no quiso de tal modo envejecer, esto es: morir. Por eso, tal vez, representaba y encarnaba a la Muerte. Porque, ¿cómo ha de morir la Muerte?

erzébet báthory

"Erzébet, eres como una alimaña. Estás viviendo tus últimos meses. No mereces respirar el aire de esta tierra, ni ver la luz de Dios; tampoco eres ya digna de pertenecer a la sociedad humana. Vas a desaparecer de este mundo y no volverás jamás a él. Las tinieblas te rodearán y podrás arrepentirte de tu vida bestial. Que Dios te perdone tus crímenes. Señora de Csejthe, te condeno a prisión perpetua en tu propio castillo" pronunció Thurzó cuando la tuvo enfrente.

Un rápido y discreto juicio, terminó con la reclusión perpetua de Báthory, en su propio castillo y la pena de muerte para los sirvientes que la asistieron en sus sesiones macabras. A una de sus más cercanas ayudantes en las sesiones de tortura, le fueron arrancados los dedos con una tenaza, antes de ser arrojada a las llamas. La mujer se desmayó tras perder su cuarto dedo.

Erzébet Báthory fue encerrada en un cuarto de su castillo, cuyas puertas fueron tapiadas. Sólo dejaron una ranura estrecha para el paso del aire y la luz y una ventana minúscula para pasar los alimentos. La Condesa Sangrienta sobrevivió tres años en esa habitación en penumbras. El 21 de agosto de 1614, tras una noche tormentosa, Báthory murió “sin cruz ni luz” como describiera un testigo presencial de su deceso. "Ha comparecido ante el Juez supremo. Ha muerto al anochecer, abandonada de todos" garabateó en su diario el secretario del palatino Thurzó.

“Castillo

Las ruinas de su castillo siguen en pie, en lo que es hoy Eslovaquia, en especial, la torre donde la Condesa apuró los años de su condena. Su historia es aterradora y vacía de cualquier contenido, como la historia de cualquier asesino. Vale apoyarse, entonces, en las palabras de Alejandra Pizarnik: “Como Sade en sus escritos, como Gilles de Rais en sus crímenes, la condesa Báthory alcanzó, más allá de todo límite, el último fondo del desenfreno. Ella es una prueba más de que la libertad absoluta de la criatura humana es horrible”.


(El especial de la Condesa Sangrienta puede consultarse en:

http://www.superchatarra.com.ar/edanteriores/abril2003/NUEVO0403.htm)

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