22.10.12

golosinas en el recuerdo

clarín

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...¿quién no recuerda a los Mu Mú, aquellos caramelos masticables de dulce de leche que, con su pegote, solían arrasar en minutos con las amalgamas que, con mucho trabajo, colocaban los dentistas?

Productos Mu Mú SA había sido fundada en 1923 por la familia Groisman. Algunos dicen que la fábrica estaba en la avenida Del Libertador al 8200, donde ahora está la Comisión Nacional de Energía Atómica. Cuentan que en 1945, por no aportar fondos para la Fundación Eva Perón, sufrió una clausura cuando una inspección descubrió que allí había ratas y cucarachas. Estuvo cerrada tres años y medio. La rehabilitaron cuando los hermanos Groisman acordaron donar el 2% del total de sus ventas. Después cambió de dueños tres veces y en 1984 fue cerrada y desmantelada. Algunos recuerdan una de las últimas publicidades de los Mu Mú: la sigla, con grandes letras blancas, estaba impresa en la camiseta de San Lorenzo en 1982, cuando hizo su gran campaña para volver a la primera división.

Claro que si de caramelos se trata también están presentes los llamados Media Hora, esos que tienen un sabor particular, derivado del anetol, un producto proveniente del anís. Su sabor es similar al de las negras y pequeñas pastillas de oruzú. Se hacían con regaliz, un antiguo condimento de gusto anisado que no sólo se usaba para esas golosinas; se mantiene presente en postres y bebidas como la negra cerveza irlandesa o el licor italiano que conocemos como Sambuca. Dicen que la pasta de oruzú fue lo que inspiró a Dante Quinterno para nombrar Patoruzú a su famoso indio patagónico. Y ni hablar de los masticables Sugus. El de ananá (envoltorio azul) siempre fue lo más.

En verano, la golosina favorita eran los helados. El estribillo de “palito, cassata, bombón helado”, no sólo era un clásico en los cines de barrio. También se imponía cuando en las tardes, bajo la sombra de los frondosos plátanos, se veía avanzar al blanco carrito del heladero de Laponia o al anaranjado triciclo del vendedor de Noel. De todas maneras, en el cine la reina era la cajita amarilla del maní con chocolate, aunque competía con el Milkibar (envase amarillo con letras azules) o los bloquecitos Suchard cuyo color del envoltorio tenía que ver con el tipo de chocolate que contenía.

La lista sería interminable. Pero vale memorar a los caramelos Billiken frutales (venían en una latita redonda espolvoreados con azúcar impalpable), los chicles Yum Yum o Bazooka, los chupetines Topolín, el bocadito Holanda o el más antiguo Gofio, aquel polvo hecho con granos de cereal tostados y molidos. De origen bereber, aquel polvillo amarillento podía ser dulce o salado. Llegó a América con los conquistadores, en especial los que venían de las Islas Canarias, y uno los pueblos que lo adoptó fue el mapuche, que lo hacía con maíz y azúcar. Y qué decir de los copos de nieve y las manzanas asadas con mucho caramelo y adosadas con pochoclos, que aún se ven en algunas plazas o en carritos que se instalan en las puertas de los colegios.

Ahora, si se habla de las golosinas en los estadios de fútbol, el símbolo es sin dudas el “chuenga”, aquellos caramelos malformados que, por puñados, vendía un señor llamado José Eduardo Pastor. Los fabricaba él y la expresión chewing-gum (goma de mascar) derivó en aquel chuenga famoso hasta finales de los años 60 del siglo pasado. Pastor murió en diciembre de 1984.

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“Un recuerdo de lo más dulce”
EDUARDO PARISE

(clarin, 15.10.12)

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