19.10.12

sólo si sabemos mantenerla

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THE NEWSROOM
data: http://www.imdb.com/title/tt1870479
Cuando Benjamín Franklin salió del Salón de la Independencia, una mujer en la calle se le acercó y le dijo: “Señor Franklin, ¿qué forma de Gobierno nos ha legado?”. Y Franklin le respondió: “Una República, señora. Si ustedes pueden mantenerla”. La responsabilidad de un país no está en manos de una minoría privilegiada. Somos fuertes y estamos libres de la tiranía mientras recordemos nuestros deberes como ciudadanos, sea informando de un bache en la calle o denunciando una mentira en el discurso del Estado de la Unión. ¡Hablen! ¡Hagan las preguntas! ¡Exijan la verdad! La democracia no es fácil de lograr. Pero en ella vivimos. Y si cumplimos nuestro deber, en ella vivirán nuestros hijos.
FAIR GAME

Will McAvoy fue un gran periodista del prime time televisivo norteamericano. Un republicano moderado que hace tiempo viene en piloto automático tratando de caer bien a todo el mundo sin perder audiencias. Aburguesado en la respuesta rápida y poco comprometida, McAvoy asiste a un debate universitario junto a dos colegas ( uno liberal, otro conservador). Y él elude, con habilidad y gracia, cualquier definición en las preguntas que le hacen. Se declara partidario de un equipo de béisbol y sonríe con esgrima premeditada.

Hasta que una alumna universitaria les pide a los entrevistados que digan porqué Estados Unidos es el mejor país del mundo. Uno dice: “libertad, libertad, libertad”; la otra: “igualdad de oportunidades y diversidad”; McAvoy contesta cualquier verdura, pero el moderador lo impele a contestar. “No se irá de acá, no lo dejaré tomar el avión hasta que conteste emotivamente esa pregunta” lo desafía.

Y McAvoy contesta.

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Bien. Sharon, el presupuesto para cultura no cuenta nada. Sí, nos cuesta un centavo de nuestro sueldo, pero él te ataca con eso siempre que quiere. No cuesta dinero, cuesta votos. Cuesta horas de programación y ríos de tinta. ¿Sabes por qué a la gente no le gustan los liberales? Porque pierden. Si los liberales son tan jodidamente astutos, ¿por qué pierden siempre? ¿Y en serio le vas a decir a los estudiantes que América es tan asombrosa con sus barras y estrellas que somos los únicos del mundo que tenemos libertad? Canadá tiene libertad. Japón tiene libertad. El Reino Unido, Francia, Italia, Alemania, España, Australia. ¡Bélgica tiene libertad! De 207 estados soberanos en el mundo, unos 180 tienen libertad. Y si tú, la chica de la Hermandad, por si acaso un día accidentalmente pasas por una cabina de votación, hay algunas cosas que deberías saber. Y una de ellas es que no hay ninguna prueba que apoye la afirmación de que somos el mejor país del mundo. Somos séptimos en alfabetización, vigesimoséptimos en matemáticas, vigesimosegundos en ciencia, 49 en esperanza de vida, 178 en mortalidad infantil, terceros en ingresos familiares medios, cuartos en mano de obra y cuartos en exportaciones. Sólo lideramos el mundo en tres categorías: número de ciudadanos encarcelados per cápita, número de adultos que creen en ángeles y gastos de defensa, donde gastamos más que los siguientes 26 países juntos, 25 de los cuales son aliados. Ahora, nada de esto es culpa de una estudiante universitaria de veinte años pero sin embargo eres, sin ninguna duda, miembro de la peor generación de la historia. Por eso cuando preguntas qué nos hace el mejor país del mundo, no sé de qué mierda estás hablando. ¿De Yosemite? Claro que solíamos serlo. Defendíamos lo que estaba bien. Luchábamos por razones éticas. Aprobamos y derogamos leyes por razones éticas. Hicimos la guerra contra la pobreza, no contra gente pobre. Nos sacrificamos. Nos preocupábamos por nuestros vecinos. Apoyábamos lo que creíamos y nunca nos vanagloriamos por ello. Construimos grandes cosas. Hicimos tremendos avances tecnológicos, exploramos el Universo, curamos enfermedades y cultivamos los mejores artistas del mundo y la mejor economía del mundo. Tratamos de alcanzar las estrellas, actuamos como hombres. Cultivamos la inteligencia. No la menospreciábamos. No nos hizo sentirnos inferiores. No nos identificábamos por quién habíamos votado en las últimas elecciones y no nos asustábamos tan fácilmente. Fuimos capaces de ser todo eso y hacer todas esas cosas porque estábamos informados. Por grandes hombres, hombres que eran reverenciados. El primer paso para arreglar cualquier problema es reconocer que hay un problema. América ya no es el mejor país del mundo. ¿Suficiente?
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Ese monólogo escrito por Aaron Sorkin, el mismo autor de “The Wing West” y de “Red social”, es delicioso. Es el gatillo que lanza “The Newsroom”, la nueva serie de HBO, diez capítulos brillantes que expone la política actual de los Estados Unidos y la labor de los medios. Principalmente, el rol fundamental que tiene el periodismo para sostener la democracia, para informar al electorado, base del buen funcionamiento de una república. El conflicto entre la responsabilidad cívica de la profesión y la rentabilidad económica.

En estos tiempos de periodismo militante (eufemismo para la manipulación propagandística de la población siguiendo paso a paso el manual escrito por Goebbels en la Alemania Nazi), series como “The Newsroom” producen una gran envidia. Es admirable la capacidad que tiene la televisión y el cine norteamericano de analizar su pasado más reciente, de efectuar críticas, de estimular debates. “The Newsroom” trabaja con las noticias recientes, insertando tramos de noticieros reales sobre temas que llegaron a las primeras planas de los diarios, como parte del día a día del quehacer periodístico.

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La épica de McAvoy es recuperar la pasión por las noticias, informar al pueblo americano con un criterio ético, recuperar el debate y, sobre todas las cosas, informar al ciudadano, al estúpido, aún a su contra. Porque la democracia exige una ciudadanía informada, una ciudadanía que sea capaz de discriminar y de señalar lo incorrecto, la mentira, el ocultamiento.

Dramáticamente, quien empuja a McAvoy hacia el cambio heroico es Mackenzie McHale, su ex novia, quien rompió con él pocos días antes de la boda y marchó para convertirse en una respetada corresponsal de guerra. Mackenzie es contratada para ser la productora ejecutiva del programa de McAvoy quien, después de su sinceridio antiamericano nadie da un centavo por su futuro en la profesión. La otra pata del triángulo es Charlie Skinner, el jefe de McAvoy, el responsable del segmento periodístico de la ACN y el jamón del sándwich que recibe las presiones de Leona Lansing, la dueña de la cadena (una histórica Jane Fonda) y su hijo Elliot. En un segundo plano, un elenco joven, que empieza a seguir los caminos del prócer, noveles productores que aprenden que ser periodistas es algo más que repetir informaciones como loros.

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“No hay nada más importante en democracia que un electorado bien informado. (…)Cuando no hay información o, mucho peor, información equivocada, puede llevar a decisiones calamitosas y aplastar cualquier intento de debate enérgico” dice el protagonista en una de las discusiones de los primeros capítulos. El dedo en la llaga: la libre opinión es básica para mantener la república. El trabajo del periodismo, con todas sus limitaciones, apretadas e intereses, es fundamental. Una nación no puede ser democrática ni libre si no se fomenta la discusión de ideas, si no se debate y si no se respeta, en esa polémica, al otro, considerándolo como un igual, como un par que tiene la capacidad de enseñarnos algo y mejorarnos.

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Sí, puede ser fatigoso estar informado. Puede ser aburrido seguir un tema económico o político. Pero señores, esa hora de noticias al día, es el precio que hay que pagar para vivir en un país libre. El ciudadano ignorante, el que se mueve por consignas, el que sólo quiere saber aquello que confirma sus creencias y que evade lo que contrasta su posición, es un fanático. Y los fanáticos no son la materia prima de las sociedades libres. Son el caldo de cultivo de las tiranías, de las dictaduras, de los regímenes totalitarios, de los gobiernos autoritarios que manipulan las mentes y las vidas de su pueblo como si fueran ganado y no seres humanos con la dignidad y el libre albedrío que esa condición implica.

Y si algo caracterizó a los autoritarios, en cualquier tiempo, en cualquier momento de la historia, es en no responder las preguntas de la ciudadanía, representadas por sus delegados, los periodistas. El periodismo, el buen periodismo, jode al poder, sea al Señor Presidente de la Nación o al Señor Presidente de la Corporación que contaminó el océano con un derrame de petróleo. Si ellos pudieran, no responderían sus preguntas. Les conviene no responderlas. Pero una sociedad libre les exige responderlas, porque ellos están ahí por la ciudadanía que los puso en ese lugar de privilegio y responsabilidad. Y pueden bajar su pulgar para sacarlos de esa posición, cuando lo decidan.

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Vale transcribir la discusión entre Will McAvoy y Mackenzie McHale cuando ella logra convencer al periodista de hacer un noticiero distinto, un noticiero como en el tiempo de Edward Murrow:
He venido aquí para tomar tu coeficiente intelectual y tu talento y darle un puto uso patriótico. ¿Y dónde dice que un buen noticiero no puede ser popular?
-Las encuestas de Nielsen.
-Vamos a hacer un buen noticiero y vamos a hacerlo popular al mismo tiempo.
-Eso es imposible.
-Entre tu cerebro, encanto, aspecto y amabilidad y mi...
- …rechazo a vivir en la realidad.
- …experiencia en producirte...
(…)
-¡Es imposible, Mac! Científicos sociales han llegado a la conclusión de que el país está más polarizado que en cualquier otro momento desde la Guerra Civil.
-La Guerra Civil…
-Sí. La gente elige qué noticias quiere saber pero la gente elige los hechos que quiere saber. Por lo tanto, lo que acabas de describir es imposible.
-Sólo si crees que la inmensa mayoría de americanos son soberanamente estúpidos.
-Lo creo.
-Yo no. Y, si me permites, puedo demostrarlo. ¿Sabes qué te has dejado fuera del discurso? Que América es el único país del planeta que, desde su nacimiento, se ha repetido, una y otra vez, que puede hacerlo mejor. Es parte de nuestro ADN. La gente querrá saber las noticias si se las das con integridad.
-Todo el mundo no, ni siquiera demasiada gente... un cinco por ciento.
-Y un cinco por ciento más de lo que sea es lo que marca la diferencia en este país. Por tanto, podemos hacerlo mejor.
-¿Y qué sería ganar para ti?
-Reivindicar el cuarto poder. Reivindicar el periodismo como una profesión honorable. Un noticiero nocturno que informe de un debate digno de una gran nación. Civismo, respeto y volver a lo importante. La muerte de la vulgaridad, la muerte del chismerío y del voyeurismo. Decirle la verdad a los estúpidos. Evitar apelar a un segmento demográfico. Un lugar donde todos coincidamos. Estamos llegando a un momento decisivo. Sé que lo sabes. Va a haber un debate a gran escala. ¿Es el gobierno un instrumento para el bien o es “cada uno a lo suyo”? ¿Debemos aspirar a lograr un objetivo más ambicioso o el egoísmo es lo que nos mueve? Tú y yo tenemos la ocasión de ser uno de esos pocos individuos que pueden dar voz a dicho debate.
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Ésa es la clave: creemos que la inmensa población es estúpida y no merece el esfuerzo de informarlos o creemos, con la misma fe que tenemos en la democracia, que hay una minoría distintiva que es capaz de marcar la diferencia. En libertad, en una democracia, en una república, un individuo hace la diferencia. Y creer en esa posibilidad, con toda la fe irracional de los que creen en el progreso de la historia, es vital, es necesario, para poder vivir en una sociedad libre.

“The Newsroom” deriva, tras sus decisivos primeros capítulos, a desarrollar más la historia romántica de los personajes. Pero el ataque frontal de McAvoy al Tea Party es uno de los temas constantes de esta primera temporada. En paralelo, la erosión de la imagen de McAvoy, por sus enemigos políticos, nos explica mucho de los “escándalos” que suelen saturar los medios, con el solo fin de sacarse a los tipos molestos de encima.

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Hay un punto más que señaláramos en alguna ocasión, pero vale recalcar. La cultura estadounidense cree en el héroe, cuenta, una y otra vez, la historia del héroe que se opone a la masa en contra y logra torcer su opinión, con la vehemencia de su pasión y con la palabra. La imaginería norteamericana se basa en la verosimilitud de la existencia del héroe. En Argentina, en cambio, naturalmente propendemos al antihéroe, a la imposibilidad de su sobrevivencia. Nuestros personajes no sólo no pueden superar su medio y trascender, sino que son absolutamente incapaces de cambiarlo. Hay una fatalidad cósmica en nuestras historias. Estados Unidos cree en la ilusión del cambio, cree en que un individuo hace la diferencia. En Argentina, el individuo es menos que nada; es incapaz de modificar algo, es el juguete dócil del caprichoso poder de turno que lo maneja como un muñeco desechable.

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Alguna vez habrá que analizar, desde el punto de vista sociológico, que hay atrás de esa condicionalidad local y averiguar en qué punto, nuestra natural tendencia al autoritarismo y a la opinión unánime, no oculte la poca fe que tenemos en nosotros mismos.

Cierro con el auto de fe pública que Will McAvoy expresa, públicamente, en el tercer capítulo de la serie, tras trastabillar en su reconversión en el capítulo anterior. Es una declaración de porqué el periodismo es mucho, mucho más, que los periodistas que lo conforman:

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“Doy la bienvenida a estas vistas por la oportunidad que dan al pueblo americano de comprender mejor por qué ocurrió la tragedia del 11-S y de saber qué debemos hacer para evitar que vuelvan a pasar. También apoyo las vistas porque finalmente es un foro donde puedo pedir perdón a los seres queridos de las víctimas del 11-S. Para aquellos que están en la habitación, para aquellos que están viendo la televisión, su Gobierno les falló. Aquellos a los que se les encomendó protegerles, les fallaron. Y yo les he fallado”.

Buenas noches. Soy Will McAvoy. Esto es “News Night” y ése ha sido un fragmento de la declaración de Richard Clarke, ex Jefe de Contraterrorismo del Presidente George W. Bush, ante el Congreso el 24 de marzo de 2004. A los americanos les gustó ese momento. A mí me gustó ese momento. Los adultos deberían reconocer sus fallos. Y por eso empiezo este informativo uniéndome al señor Clarke en su disculpa hacia el pueblo americano por nuestro fracaso. El fracaso de este programa durante el tiempo en que estuvo a mi cargo en informar y educar con éxito al electorado americano. Déjenme ser claro: no me disculpo de parte de todos los periodistas de televisión, ni todos los periodistas de televisión tienen que disculparse. Hablo por mí mismo. Fui cómplice de la lenta, repetida, inadvertida y no corregida desastrosa cadena de fallos que nos han traído aquí hoy. Soy uno de los líderes de una industria que manipuló resultados electorales, promocionó el miedo al terrorismo, promovió la controversia y no informó de los enormes cambios en nuestro país. Del colapso del sistema financiero a la verdad sobre nuestra fortaleza, pasando por los peligros a los que de verdad nos enfrentamos. Soy uno de los líderes de una industria que dirigió su atención con la habilidad de Harry Houdini mientras enviaba a cientos de miles de nuestros jóvenes más valientes a la guerra sin la debida diligencia. La razón de nuestro fracaso no es un misterio. Lo apostamos todo a las audiencias. En la infancia de los medios de comunicación, el Colón y el Magallanes del periodismo de televisión, William Paley y David Sarnoff, fueron a Washington para hacer un trato con el Congreso. El Congreso permitiría a las cadenas emergentes usar libremente las ondas pagadas con dinero del contribuyente a cambio de un servicio público. Ese servicio público sería que usarían una hora del tiempo de emisión cada noche para información televisada, lo que ahora llamamos las noticias de la noche. El Congreso, que no pudo prever la enorme capacidad que tendría la televisión de unir a consumidores y anunciantes, no incluyó en su trato el requisito que habría cambiado nuestro discurrir nacional indiscutiblemente para mejor. El Congreso se olvidó de añadir que bajo ninguna circunstancia se permitiría la publicidad paga durante los informativos. Olvidaron decir que el contribuyente te cedería las ondas gratis y 23 horas al día sacarías provecho pero una hora cada noche trabajas para nosotros. Y ahora esos informativos, presentados a través de la historia por periodistas honestos con nombres como Murrow, Reasoner, Huntley, Brinkley, Buckley, Cronkite, Rather, Russert... ahora tienen que competir con lo que a mí me gusta. Un presentador que está en el mismo negocio que los productores de Jersey Shore. Y ese negocio nos iba bien, pero “News Night” lo abandona ahora mismo. Podrá sorprenderles porque algunos de los mejores periodistas de Estados Unidos están trabajando ahora mismo, mentes excepcionales con años de experiencia y un ansia inamovible de contar noticias. Pero esas voces son una pequeña minoría ahora y no tienen ni una oportunidad contra el circo cuando el circo llega a la ciudad. Están sobrepasados. Abandono el circo y los aduladores. Me voy con los tipos a los que están destrozando. Me conmueve que sigan pensando que pueden ganar y espero que puedan enseñarme un par de cosas. A partir de este momento, decidiremos qué emitimos y cómo se lo mostramos basándonos en la pura verdad de que no hay nada más importante en una democracia que un electorado bien informado. Nos esforzaremos en poner la información en un contexto más amplio porque sabemos que muy pocas noticias aparecen cuando se cruzan en nuestro camino. Seremos los campeones de los hechos y el enemigo mortal de las indirectas, la especulación, la exageración y los sinsentidos. No somos camareros que les sirven historias que ustedes piden justo como las quieren. Tampoco somos computadoras que dan solo los hechos porque la información sólo es útil en el contexto de la humanidad. No me esforzaré en enmascarar mis opiniones personales. Me esforzaré en mostrarles opiniones informadas distintas de la mía. Puede preguntarse quiénes somos para tomar esas decisiones. Somos Mackenzie McHale y yo mismo. La señorita McHale es nuestra productora ejecutiva. Ella coordina a más de cien periodistas, productores, analistas y técnicos y sus credenciales son fácilmente accesibles. Yo soy el editor de “News Night” y tomo la decisión final en todo lo que se ve y oye en este programa. ¿Quiénes somos para tomar estas decisiones? Somos la élite de los medios de comunicación. Volvemos ahora mismo con las noticias.

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