Y... sí. Se acabó la trilogía de “El Señor de los Anillos”. Confieso que no participé del entusiasmo general que la ubicaba como una obra maestra suprema, pero valoré de los anteriores capítulos que eran muy buenas películas, con gran fotografía y diseño de arte. Esta culminación, debo decirlo, me decepcionó. De los tres capítulos, el final es el más flojo, dramáticamente hablando, sin saberse bien cuál es la historia que domina el relato. Comete un error fatal: tener dos batallas suicidas, cayendo en la repetición. El final termina siendo convencional: no falta, ni siquiera, el casamiento de dos de los protagonistas con los aplausos complacientes de la población. Parecía que merecía otro desenlace, con más tensión dramática. Rescatamos los pequeños momentos de Ian McKellen como Gandalf; con una sola mirada expresa más que diez líneas de diálogo. Si me dan a elegir, la historia principal a contar era la instauración de la Era de los Hombres, con lo cuál debió tener más protagonismo Aragorn y “explicarse” porque los hombres dominan esa época. Tal vez, por esa capacidad de seguir luchando, cuando todo está en contra, esa obcecación de no aceptar destinos determinados. Me parece, esa era la tesis del film.
3.1.04
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