14.3.04
otro día 11
Parecen ser tiempos en los que nos estamos acostumbrados al horror. Repetimos las mismas frases, los mismos conceptos, los mismos tibios intentos para buscar responsables, excusar culpas, cayendo en la frase hueca, sin que nada de eso tenga verdadero sentido. Porque a cada día 11, vendrán otros días 11. Porque a estos muertos, se sumarán otros muertos, muertos que no danzan en los pasillos del poder, ni ven engordar sus cuentas bancarias por los negocios bélicos, ni invaden ni matan ni corrompen. En el medio, acostumbrarse como si no hubiera modo de quebrar la lógica del odio y de la oscuridad.
A 24 horas del atentado en Madrid, el pueblo español salió a la calle, inundó esas avenidas peligrosas y le gritó al asesino que no tiene miedo. Millones salieron a la luz y se unieron a otros millones, en distintos puntos del planeta, que están cansados de reunir los miembros desperdigados de sus hijos, sus esposos, sus amigos, sus vecinos. Millones que quieren vivir, millones que sienten que la vida es algo más que este acostumbrar a lo inexorable, a lo inevitable, a las penumbras.
Somos más lo que estamos en la luz. Somos más lo que queremos vivir, lo que sentimos que tenemos derecho a dejar algo más que sufrimiento en nuestro paso por este mundo. Somos más lo que apostamos porque hay una verdad, desde el fondo de la historia, una verdad universal que se enlaza con esa noción terrenal del amor.
Es crítico, fundamental, necesario, que ese número vital, decisivo, aplastante, marque los nuevos tiempos. Que los cínicos que manejan el poder, los que armaron los explosivos de Madrid, comandaron los aviones que se estrellaron contra las Torres, los que bombardearon a la población civil en Bagdad, los que fueron cómplices de los que ejecutaron esos bombardeos, los que levantan muros de oprobio en Medio Oriente, los príncipes de las mafias financieras internacionales, los que procuran el Estado Mínimo y la Codicia Grande, los mercaderes del miedo, los idiotas útiles de la Maldad sepan que son minoría. Sientan, ahora ellos, el miedo de ser una especie en extinción. Sepan que no les vamos a permitir que dicten nuestros días, diluyan nuestros sueños y nos ensucien este pequeño rincón de luz, en este punto apartado de la galaxia.
Los nuevos tiempos sólo serán nuevos si esa masa crítica, ese aluvión que inundó las calles, tiene el suficiente valor para no resignarse a lo inexorable.
Sólo entonces, todos estas muertes, pueden ser que tengan algún sentido.
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