10.6.04

elogio de la tristeza

Sólo nos queda la tristeza. A veces creo que la tristeza puede ser revolucionaria. Que si un día les tiramos nuestra tristeza a todos esos hipócritas del poder, a los que nos venden sus vitrinas de papeles de colores y jóvenes atléticos de sonrisas kilométricas, a los que están conformes con la marcha del universo, a los Señores de la Santa Fe y a los ateos militantes, a los que pagan los salarios de la pobreza, creo, sinceramente, que podemos cambiar el mundo. Démonos por vencidos, arrojémosle a la cara nuestra depresión y crucémonos de brazos en nuestra oscura melancolía. Militantes de la angustia, imaginen cuando no tengan manos para mover las máquinas, ni espermas para fertilizar sus ejércitos, cuando se ahoguen en los millones de productos lujosamente empaquetados, esperando en vano en los estantes de las tiendas... ¡Ah, imaginen ese día! En ese momento, aún ellos tendrán que admitir que nuestra tristeza puede ser peligrosa, que nuestra tristeza puede arrastrarlos en nuestra caída.
Entonces, es posible, que recién entonces se dignen a cambiar el mundo.