4.10.04

¿el cine argentino tiene algo qué decir?

Dos estrenos argentinos, en tanda. La primera, “El perro”, la producción de Carlos Sorín, en el estilo minimalista que caracteriza esta última etapa del director argentino. Película buena, a la que tal vez le sobran algunos minutos. No es una película de consumo amplio. En la soledad de la Patagonia, un perro se vuelve la proyección física de un hombre caído del mundo. La otra, la última película de Pablo Trapero, “Familia rodante”, una road-movie sobre una familia que, a bordo de una desvencijada casa rodante, van a Misiones al casamiento de un pariente lejano. Lo que podía ser una historia coral, estilo Altman, se desinfla apenas salen de la General Paz. Muy buena la canción de León Gieco y algunos momentos (la historia de la primita persiguiendo al primo). Pero nada más.

Una pregunta que nos surge ante las últimas películas argentinas post-crisis. Parece que tenemos más recursos, más posibilidades técnicas, más subsidios y cuotas de mercado para filmar. Pero… ¿el nuevo cine argentino tiene algo qué decir? Porque a veces nos da la sensación de que hay directores que no tienen nada que contar, que ya no hay historias para contar al espectador argentino. Las películas argentinas se están convirtiendo en carne de festival, producciones que ganarán lauros afuera, recibirán financiamiento europeo y sus directores serán reconocidos en los ámbitos académicos. Pero rara vez logran sentar a su público en la butaca, pero llorar y reír con las historias que están contando.

Para tenerlo en cuenta y esperar que esto no sea una tendencia, si no un bache transitorio.

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