¿Por qué a nadie se le ocurre hacer copias pirata de periódicos y revistas? La respuesta salta a la vista: porque resultaría más caro y de peor calidad. Ni la industria del disco, que también batalla y mucho contra la piratería, ni la del libro -con un perfil mucho más bajo-, ni la audiovisual han conseguido hasta ahora lo que sí ha logrado su par gráfica: precios óptimos combinados con calidad inalcanzable como para eliminar de cuajo a cualquier falsificador.
Poner la carga sólo en la concientización del público podría dar lugar a pensar que se intenta transferir el problema a los consumidores cuando es en el seno de esa industria donde debe ser resuelto, optimizando costos, encontrando nuevos soportes que dificulten la reproducción, aumentando las estrategias de fidelización que se ofrecen al público con sustanciales ventajas si se inclinan hacia los productos originales y reclamando de los poderes del Estado la legislación más conveniente para evitar los excesos, sin que ello implique falsos proteccionismos.
Al mismo tiempo que concientizar -sin agitar alarmismos que merecerían mayor detalle si es verdad, como afirman, que el dinero que circula en este ámbito está vinculado al tráfico de drogas y a otras actividades terroristas- la industria audiovisual debería hacer una fuerte y sincera autocrítica pública de lo que está haciendo mal y tendrá que corregir y, principalmente, explicar cómo logrará llegar a precios de venta al público tan razonables como para dejar fuera de combate a los señores del parche en el ojo.
PABLO SIRVÉN
(la nación, 26.09.04)
5.10.04
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