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El principio activo de la Rueda se conoce con el nombre de karma o "acción condicionada", es decir, una acción que surge de un motivo y persigue un resultado, y que pertenece al tipo de acciones que siempre requiere una necesidad para que se produzcan. Cuando el hombre interfiere en el mundo de modo que se ve obligado a seguir interfiriendo, cuando la solución de un problema crea aún más problemas que resolver, cuando el control de una cosa crea la necesidad de controlar diversas otras, entonces el hombre está enredado en el karma. Karma es, pues, el destino de todo aquel que "trata de ser Dios". Le pone al mundo una trampa en la que él mismo cae prisionero.
Muchos budistas entienden la Rueda del nacimiento y de la muerte muy literalmente como un proceso de reencarnación en el que el karma que configura al individuo lo hace reiteradamente a través de numerosas vidas hasta que, por el conocimiento y el despertar, queda en reposo. Pero en el Zen, así como en otras escuelas del Mahayana, a menudo se lo toma de una manera más figurada, en el sentido de que el proceso de renacimiento ocurre en cada momento, de modo que uno sigue renaciendo en la medida en que uno se identifica con un yo continuo que vuelve a reencarnarse a cada momento. Por tanto la validez y el interés de la doctrina no dependen de la aceptación de una teoría especial de la supervivencia.
Su importancia reside más bien en ilustrar el problema de la acción en círculo vicioso y en resolverlo, y en este sentido la filosofía budista cobra especial interés para los estudiosos de la teoría de las comunicaciones, cibernética, filosofía lógica, y otros temas.
La Tercera Noble Verdad se refiere al poner fin a la autofrustración, al aferrarse a toda la pauta viciosamente circular del karma que engendra la Rueda. El fin se llama nirvana, palabra de tan dudosa etimología que es muy difícil darle una traducción sencilla. Se la ha relacionado de varias maneras con raíces sánscritas que le darían el significado de apagar una llama de un soplido, o simplemente "apagar de un soplido" (expirar o des-pirar), o el cesar de las ondas, vueltas o círculos (vritti) de la mente.
Estas dos últimas interpretaciones parecen ser las que tienen más sentido. El nirvana como "despiración" es el acto de quien ha visto la futilidad de tratar de contener su aliento o la vida (prana) indefinidamente, ya que contener el aliento es perderlo. Así nirvana es equivalente de moksha, la liberación. Visto desde cierto ángulo parece ser desesperación: el reconocimiento de que la vida escapa totalmente a nuestros esfuerzos por controlarla, de que todo el esfuerzo humano no es más que un estéril manotazo hacia las nubes. Vista desde otro ángulo, esta desesperación se convierte en gozo y en poder creador, según el principio de que perder la vida es encontrarla: encontrar la libertad de acción desembarazada de la autofrustración y de la ansiedad inherentes al esfuerzo de querer salvar y controlar el Yo.
ALAN WATTS
El camino del zen
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