13.6.05
Beda, el Venerable
Alrededor del año 672, de nuestra era, golpean las puertas de la abadía británica de Wearmouth, los parientes de un niño de siete años, huérfano de padre y madre. Beda, el niño, ingresa como oblato al monasterio, donde encontrará su lugar en el mundo. Unos años después, Beda se muda a un nuevo monasterio, en Jarrow, sobre el río Tyne (en el actual Reino Unido, cerca de Newcastle). En el 684, una peste diezmó a la población del monasterio; sólo dos monjes sobrevivieron: Beda y Ceolfrido. Ambos mantuvieron la actividad del monasterio. Al poco tiempo, tras el paso de la epidemia, la actividad floreció y más de 600 monjes repoblaron el monasterio de Jarrow.
Salvo alguna ocasional visita a algún amigo cercano, la vida de Beda pasó, íntegramente, entre los muros del monasterio de Jarrow. Dedicó su vida al estudio, a la traducción de la Biblia y se convirtió en uno de los hombres más sabios de su época. Supo de historia, gramática, música, matemática, retórica, física, astronomía y teología. Es uno de los Doctores de la Iglesia Católica.
En su obra más importante, la “Historia eclesiástica de los ingleses” describió su vida en estos sencillos términos: “…yo, Beda, sirviente de Cristo y sacerdote del monasterio de los benditos apóstoles San Pedro y San Pablo, el cual se encuentra en Wearmouth y Jarrow (en Northumbria), con la ayuda del Señor he compuesto, cuanto he logrado recabar de documentos antiguos, de las tradiciones de los ancianos y de mi propio conocimiento. Nací en el territorio del monasterio ya mencionado, y a la edad de siete años fui dado, por el interés de mis familiares, al reverendísimo abad benedictino Biscop, y después a Ceolfrid, para recibir educación. Desde entonces he permanecido toda mi vida en dicho monasterio, dedicando todas mis penas al estudio de las Escrituras, a observar la disciplina monástica y a cantar diariamente en la iglesia, siendo siempre mi deleite el aprender, enseñar o escribir”.
Comentó el Antiguo y Nuevo Testamento. Ya en la última etapa de la vida, emprendió la traducción al anglosajón, del Evangelio de San Juan. Una grave enfermedad amenazó con frustrar su tarea, pero Beda persistió en su tarea. En sus postreros días, los monjes le leían en su cama, de la cual no podía levantarse.
El 25 de mayo del año de NSJC 735 (la vigilia del día de la Ascensión), Beda ordenó a Wilbert, su amanuense, que tomará la pluma. Quedaba un capítulo para terminar la traducción. “Escribe rápidamente” agregó. Durante todo el día, se abocaron a la tarea. El asistente leía el versículo y Beda, desde su lecho, lo traducía al anglosajón. Cerca del final, fueron interrumpidos por unos hombres que vinieron a hacer unos arreglos en la habitación del monje.
Era el atardecer cuando retomaron la tarea. "Hay todavía una oración, querido maestro, que no está escrita” le dijo Wilbert quien pronunció la última frase del Evangelio de San Juan en latín. Tras la traducción final de Beda, el escriba expresó con gozo: “Ya está terminado”.
“Ciertamente, como dices, está terminado” respondió Beda. “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo” concluyó, tras lo cual, murió.
Años después de su muerte, circuló por la región la historia de un monje torpe que, falto de palabras, dejó inconcluso el epitafio de Beda sobre su lápida. “Hac sunt in fossa Bedae (. . .) ossa” inscribió en la lápida. Al día siguiente, los ángeles habían grabado en la piedra la palabra faltante “venerabilis”. Desde entonces, se lo recuerda con el apodo de Beda, el Venerable.
Puede suponerse, entonces, que se cumplió su más ferviente deseo: “Y os ruego, amoroso Jesús, que así como me habéis concedido la gracia de tomar con deleite las palabras de vuestro conocimiento, me concedáis misericordiosamente llegar a ti, la fuente de toda sabiduría, y permanecer para siempre delante de vuestro rostro”.
FUENTES:
http://www.proel.org/traductores.html
“San Beda, el Venerable” de Herbert Thurston
http://www.enciclopediacatolica.com/b/beda.htm
http://www.legionhermosillo.com.mx/San_Beda_El_Venerable.htm
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