2.7.05
Spielberg ataca!
GUERRA DE LOS MUNDOS
¿Cómo volver a contar una historia que ha sido tantas veces contadas? Eso nos preguntamos con “Troya” o “La Pasión de Cristo”. Por un momento, hagan el esfuerzo de ponerse en el guionista o director que se sienta frente a la mesa, con una copia de “La guerra de los mundos” en sus manos. “Volvé a contar esta historia” se le dice. “Como vos quieras. Pero que sea algo nuevo, algo distinto a lo que ya vimos”. Y el tipo que tiene en su mochila, la anterior versión fílmica y la radioteatralización de Orson Welles, sabe que tiene todo un desafío: contar un clásico, de otro modo.
Bueno, esta versión de “Guerra de los mundos” cuenta la misma historia: la invasión de los marcianos, vencidos por los microbios. No. Steven Spielberg no inventa la pólvora. Pero logra algo totalmente diferente, llevándonos de la nariz por dos horas, sufriendo los altos y bajos de sus protagonistas, con la mano maestra de un genio. El guión de Josh Friedman y David Koepp, la dirección de Steven Spielberg. Tom Cruise y Dakota Fanning en los roles principales. Y la dirección de fotografía de Janusz Kaminski. Los citamos expresamente, porque son los principales responsables de que esta enésima versión de “La guerra de los mundos”, funcione como el primer día.
¿Cuáles fueron los hallazgos de Spielberg? Primero, a esta película le sobra diseño visual. Todo lo que le falta a “Batman inicia”, le sobra a esta versión. Hay una estética clara, con imágenes que sacuden al espectador, en una época que cuesta encontrar nuevas imágenes para conmover. Ejemplos: la vaporización de los humanos, los trípodes caminantes, el campo teñido de sangre.
Un apunte de oficio. La historia se cuenta desde un personaje, con características definidas, con sólo tres pantallazos iniciales: un hombre común, de extracción humilde, obrero no calificado, divorciado, con dos hijos, con todas las trazas del fracasado promedio. Ray Ferrier, el protagonista del relato, no da la horma del héroe. Es el tipo que huye: sea de una invasión de extraterrestres o de las responsabilidades de la paternidad.
En pocas escenas, el guión detalla el conflicto del protagonista y la dinámica del terceto que moverá la película. La ex esposa con nuevo marido de buen pasar, embarazada, lleva la valija a la casa ruinosa del ex marido: un motor en la sala, leche podrida en la heladera, camas desarregladas, una puerta cerrada de apuro para que no vean como quedaron las sábanas de la noche anterior. Al bajar del auto, un adolescente trata de Ray a Ray, no de papá. Y no lo saluda. La otra chiquita baja del auto y lo abraza. Hostilidad y complicidad. La dinámica de la relación de los tres personajes que deambularán por medio Estados Unidos, escapando de los marcianos.
Efectos especiales en la dosis justa, es otro de los rasgos de una mano maestra. La mayor parte de la película es suspenso clásico: sombra que se menean en la oscuridad, luces que asoman en la noche, depredadores que acechan en los ángulos de un sótano. Cuando tiene que usar los efectos especiales, como en los sismos, la vaporización de los humanos o la voladura de casas (con encuadres de documental), a Spielberg no le tiembla la mano. Pero siempre se subordinan a la historia. Lo que mueve a esta versión de “La guerra de los mundos” no son los fuegos artificiales, sino la angustia y la maduración emocional de los personajes.
Otro rasgo: la historia tiene una segunda lectura. Es inevitable trazar un paralelo con el 11 de septiembre. La paranoia está en todos los ángulos, desde las casas pobres embanderadas hasta la nena que pregunta “¿son los terroristas?”. La cámara se para en las víctimas del margen, las clases obreras, las amas de casas, los padres y madres de familias que sólo pueden huir llevando en brazos a sus hijos, como si ese sólo gesto pudiera protegerlos de la maldad, de la muerte y del horror.
Detrás del mensaje final de tono darwinista (estamos acá, porque somos superiores, porque tenemos millones de muertos y porque sabemos como sobrevivir), hay algunas escenas de fuerte tono humanista. Aquella en la que Ray sostiene a su hijo, fascinado con ir al frente bélico, a la muerte y a la destrucción. La lucha del padre que no entiende porqué su hijo (ahora un hombre) acude a esa pulsión hacia la muerte, hacia la guerra. “Déjame” le dice “Tengo que ver esto”. Soberbia escena, antológica.
Para pensar, cuanto ha cambiado el mundo desde “Encuentros cercanos del tercer tipo” a esta “Guerra de los mundos”: entonces, los humanos miraban al cielo deslumbrados, buscando esperanzados lo que traía el futuro; hoy, sólo se puede encontrar miedo en esas negras nubes que auguran noches no menos oscuras.
Escenas a destacar: la vaporización de los humanos; la mencionada escena en la que se separan Robbie y Ray; la escena en la que Ray sale de la casa de los chicos, para ver la destrucción de la manzana; la escena de la puerta con Ogilvy (todo un guiño que Tim Robbins interprete a ese personaje cuasifascista), la imagen de Rachel, recortada sobre el horizonte, viendo llegar a los trípodes.
Frases: “Nadie hubiera creído, en esos primeros años del siglo XXI, que nuestro mundo estaba siendo examinado por inteligencias más grandes que las nuestras. Mientras los hombres se preocupaban por sus propias cosas, ellos observaron y estudiaron. Con infinita complacencia el hombre recorrió el globo terráqueo, confiando en su dominio sobre este mundo. A pesar que a través del golfo del espacio, inteligencias vastas, frías y poco compasivas miraban nuestro mundo con ojos de envidia… y lenta y seguramente, tramaban sus planes contra nosotros”; “Dejamos la casa en 60 segundos”; “No quiero que mires hacia atrás”, “¿Son los terroristas?”; “Están planeando esto desde hace un millón de años”; “Esta es la guerra entre los hombres y los gusanos. No es una guerra. Es un exterminio”; “Es raro… el viento sopla hacia la tormenta”; “Es como el 4 de julio”, “No. No es lo mismo. Y tengo miedo”; “¿Cuál es tu plan? ¿Sólo huir? Los que huyen no sobreviven”.
CONSEJO: ir a verla.
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