11.11.05

la que pude ser

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CAUTIVA

Como ópera prima es más que auspiciosa. La voluntad de Gastón Biraben de contar una historia ya tantas veces contadas en el cine de la restauración democrática, desde otro lado, escuchando otras voces, resistiéndose al panfleto o a la bajada de línea, debe ser reconocido. También, más allá de cierto acartonamiento y artificialidad en algunos parlamentos, vale el propósito de enfrentar esta historia con métodos clásicos, con un relato lineal, casi de manual. Estos no son puntos menores para un debutante y debe ser valuado. No obstante, "Cautiva" queda en el umbral de una muy buena película. Desecha oportunidades dramáticas valiosas y recurre al personaje secundario que ingresa por la ventana de la trama, cuando debía circunscribirse a los actores básicos: Cristina, sus supuestos padres, su verdadera abuela, su padrino. Allí estaba todo. En ese nudo dramático. Todo lo demás, confunde y desordena. No pertenece a la historia.

"Cautiva" es la historia de Cristina, una chica normal, aplicada y tranquila, que estudia en un colegio de monjas del conurbano. La quieren sus padres, su padrino, sus amigas, todo parece augurar un destino calmo y exitoso. Pero, una tarde, un secretario de un juzgado federal se presenta en la escuela y la llevan a Tribunales. Un juez le dice que sus padres no son sus padres; que su nombre es Sofía y que es hija de desaparecidos de la dictadura y que la mujer que espera fuera, es su verdadera abuela.

A partir de este planteo, se desarrolla la historia. Cristina recorre el arco desde la negación hacia la aceptación, la búsqueda sistemática de su pasado y la pregunta de quién es ella, verdaderamente.

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El relato se desenvuelve con mucha corrección, sin innovar ni sorprendernos. También, y ese es el punto más flojo, sin animarse a sondear en los sentimientos de los personajes. La película queda teñida de ese tono mudo e inexpresivo con el que Bárbara Lombardo creó su rol, un vacío que más que hablar de las vacilaciones de la protagonista, parece revelar cierta confusión a la hora de qué estamos contando.

Pese a que el guión de Biraben se anima a mostrar el otro lado, los padres raptores, sin caer en el estereotipo del fascista promedio al que fue muy afecto cierto cine militante, tampoco va más allá. No debió terminar la historia sólo en el diálogo final entre Cristina y sus apropiadores, sino que ese enfrentamiento debía ser el nudo central, el conflicto clave, el momento en que Cristina pide la verdad que le fue negada, a esos seres que ama y que sigue amando, la ocasión de echar luz a lo que se ha tapado en tantos años. Y allí se pierde una oportunidad única, un auténtico pecado, imperdonable, que debió aflorar con sólo haber trabajado un poco más el guión: el enfrentamiento entre Cristina / Sofía con su padrino, el principal responsable. ¿Por qué Biraben se pierde ese cruce, ese encuentro fundamental? No lo sabemos y creemos que debió ser uno de los puntos cumbres de la posible película.

¿Cómo debió ser ese enfrentamiento? ¿El del pedido de perdón? ¿El de la negación? ¿El de la vergüenza? Esa es una elección del guionista. Recordemos el brillante diálogo en "Magnolia", del padre que ha abusado de su hija y que, muchos años después, agonizando de un cáncer terminal, confiesa la verdad a su esposa. Cuando se lo enfrenta a la verdad, de si ha abusado sexualmente de su hija o no, él no contesta ni sí ni no. Sólo dice "no sé". La verdad que no puede ser dicha, que sale a la luz y no puede ser aceptada, aunque ya no sea un secreto para nadie.

Tal vez allí esté un tema para desarrollar, una línea que trasciende la historia directa de la protagonista: lo que no se dice. Lo que nadie se atreve a decir. Tanto en los apropiadores, como en los familiares de los desaparecidos, como en los amigos de Cristina / Sofía. La metáfora de una sociedad con graves problemas para enfrentar y analizar la realidad. Una comunidad que prefiere la táctica del avestruz: diferir la revelación.

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Al guión de "Cautiva" le falta una mejor presentación de personajes, más escenas sobre la vida previa de Cristina, el día antes, saber cómo se relacionaba con su hermana, su madre, su padre, su padrino y sus amigas. Ese bagaje previo hubiera dado mayor relieve dramático al momento de la revelación, del cambio de vida.

Aún estamos esperando del cine argentino, un análisis psicológico más profundo del lado de los apropiadores. Un examen que no se conforme con repetir lo políticamente correcto, sino que bucee en esos claroscuros del ser humano, esa posibilidad de torturar a alguien, asesinarlo, quedarse con su hijo y amarlo al punto de dar la vida por él. Esa siniestra dualidad del alma humana que trasciende categorías políticas e históricas. El demonio y el ángel que habitan en cada uno, la delgada línea que separa al bien del mal. En eso falla "Cautiva" que termina siendo un filme digno, pero sólo uno más. A esta altura, tras casi 30 años de la dictadura, uno debe exigirle algo más que la mera descripción al cine nacional; uno debe exigirle el análisis. Nos seguimos quedando con "Potestad", como la más ingeniosa y valiosa, desde el punto de vista dramático, de estas miradas a la pesada herencia que nos ha dejado la dictadura.

"Cautiva" debe sobrellevar, además, el duro peso de actuaciones muy limitadas (pese a los nombres que integran el elenco), interpretaciones monocordes, sin variaciones, que no dan ninguna posibilidad de sobrellevar las debilidades de diálogos sin brillantez. La excepción y el recuerdo para Susana Campos, tempranamente apartada de la historia, quizás por los problemas de salud que tuvo que afrontar en la filmación de ésta, su última película.

CONSEJO: esperar al video.

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