Para los indios onas, el Hain era una choza ceremonial, pero también era el nombre de un rito de iniciación que debían pasar los hombres para entrar en la adultez. Este rito enfrentaba a los adolescentes varones con supuestos seres malignos que los atacaban con más intención de asustarlos que de hacerles verdadero daño. Dice la leyenda que en uno de estos enfrentamientos un joven en plena trifulca logró sacarle la máscara a uno de sus atacantes y vio que era su hermano mayor, y desde entonces el gran rito pasó a ser, sobre todo, el mantenimiento del secreto: nadie debía saber que detrás de esas máscaras pintadas había seres humanos. Era una de las maneras que tenían los hombres de conservar el poder.
Suponer que a la sala teatral que el último jueves se inauguró en la ciudad de Ushuaia le pusieron Teatro del Hain sólo por la primera acepción del término sería demasiado facilista; es en la segunda definición donde lo teatral entra en juego, con los ocultamientos, los secretos y las máscaras, eso sí, quizá con fines mucho menos perversos.
(la nación, 09.11.05)
9.11.05
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