14.1.06

martin amis

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Reportaje de Patricia Kolesnicov en “Ñ” a Martin Amis, novelista inglés, en estos días residiendo en José Ignacio (Uruguay) (“mi mujer es medio uruguaya”).


—¿Qué pasó con su libertad?
—Es una buena pregunta. Estoy seguro de que todos nos la haremos dentro de diez o veinte años. ¿Qué pasó con nuestra libertad? ¿Qué pasó con mi libertad? Por primera vez en mi vida creo que hay cosas sobre las que no puedo escribir. Y de hecho, abandoné hace poco un cuento por esa razón. Pensé: esto es muy ofensivo. Era una sátira sobre un terrorista.

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…un mundo vigilado será un mundo muy aburrido. Y la pérdida de libertad es muy aburrida. La no libertad es muy aburrida. El islam es una religión del aburrimiento. Es una celebración del aburrimiento.

—¿Esa crítica es importante?
—Imagínese rezar cinco veces al día. Imagínese memorizar el Corán. El islam significa sumisión, sometimiento de la independencia de espíritu. Uno no puede ser libre ni siquiera estando solo. Ni siquiera en el baño. Hay que obedecer reglas. Los musulmanes llevan casi 1.500 años de eso. No sabrían qué hacer con la libertad. Le temen.

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Después de tanto éxito, un éxito apenas conocido en el mundo moderno, los grandes siglos de la expansión islámica. Apenas le prestaban atención a Occidente hasta que empezaron a perder batallas. En el siglo XV. De golpe, nos vieron. "Nos están ganando". Tomaron conciencia de nosotros y después fueron eclipsados por nosotros. Están perdiendo. Perdieron. Y es insoportable para la psiquis islámica porque significa que Dios ya no está con ellos. Tenían la idea del éxito manifiesto. "Lo que estamos haciendo tiene que estar bien porque tiene tanto éxito. Dios debe de estar sonriendo." ¿Cómo se explica ahora el argumento del fracaso manifiesto? Que es lo que está pasando... La idea es insoportable. Algo anda mal en su relación con Dios. Una idea horriblemente dolorosa para ellos. "Dios seguiría ganando para nosotros si aún todavía nos aprobara. O sea que seguramente no hemos agradado a Dios".

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El islam es una fraternidad, no hay mujeres en él. La razón por la cual creo que las mujeres son la clave de la respuesta es que la población es equivalente: numéricamente hay tantas mujeres islámicas como hombres islámicos. Y la educación de las mujeres islámicas es lo que creo que deberíamos estar haciendo en vez de una guerra en Irak.

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La ideología es siempre mala. Puede lograr mucho, como una revolución, porque impulsa hacia delante con energía, pero siempre sale mal. Se vuelve rígida. Y se pagan precios enormes por esa ideología.

—¿Se puede pensar sin una ideología?
—Eso es lo que deberíamos hacer. Deberíamos tener la ideología de la no ideología. Sin reglas. Algunas ideas decentes, sí. Pero cuando se vuelve más rígida se transforma en una parodia de sí misma. Y se vuelve violenta. No físicamente violenta. Es que no hay ningún sistema que explique todo, y en cuanto se empieza a creer en el sistema, no se lo puede defender sólo intelectualmente y los puños se ponen firmes y el rostro se endurece. Como se ve en las religiones extremas.


(“Ñ”, 31.12.05)

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