14.9.06
la película soy yo
FUERZA ÁEREA SOCIEDAD ANÓNIMA
“Fuerza Áerea SA” es a “Whisky Romeo Zulú” como “Apostillas a ‘El Nombre de la Rosa’” a “El nombre de la rosa”. Digamos, es un complemento que añade bloques de información a la postal autobiográfica que Enrique Piñeyro pintara con tanto acierto en “WRZ”. Como unidad independiente “Fuerza Áerea SA” tiene los rasgos de un programa televisivo, hasta en ciertos rasgos de dispersión que caracterización al medio. Pero lo que salva a este documental, es la figura de Enrique Piñeyro, el ex piloto y hoy director – guionista que le sigue pegando a la mafia que maneja los destinos de la aviación en Argentina. Desde ese lado, la vitalidad del relato de Piñeyro es admirable. Él es la película y su razón de ser.
Que quede en claro: “Fuerza Aérea SA” seguramente tiene defectos de construcción y formales. Desde el análisis cinematográfico, no es una película modelo. Pero a Piñeyro no le interesa hacer cine, sino denunciar a los corruptos que impidieron que siguiera piloteando un avión. Y ese propósito es lo que valida el filme, otro recurso más como un reportaje, un libro o una sentada en la Costanera. Por eso la vitalidad interna del protagonista es la que se lleva por delante las deficiencias de construcción. El filme está creado para modificar su contexto, no para describirlo. Vale detenerse en esta propiedad, muy diferente de aquello que llamamos arte y que, sabemos desde el vamos, no va a cambiar el mundo.
A diferencia de “WRZ”, Piñeyro no se presenta como el protagonista de una ficción verdadera, sino que es un presentador que, a cámara, despliega los documentos de la corrupción. Se ayuda de alguna maqueta, una gigantografía, una simulación virtual, para subrayar algún tramo. Pero la base es la palabra, el principal recurso es Piñeyro señalando a cámara, mostrando a los responsables. O la poderosa cámara oculta en la Torre de Control que expone lo que todos piensan y dicen aparte, pero callan de forma oficial. En un país en el que las palabras perdieron todo sentido, asombra su fuerza corrosiva.
Ya como lo lograra en “WRZ”, aquí, Piñeyro vuelve a dejarnos esa sensación de impunidad que tienen los delincuentes del poder en Argentina. Al empezar el filme, lo señala con el ejemplo de un testigo apretado por Fuerza Áerea, a través de un llamado anónimo realizado desde las mismas dependencias oficiales, hecho que hace decir al director si alguien puede ser más estúpido. “O tal vez” corrige acertadamente después “Esté señalando cuán impune se puede ser”.
Eficazmente, Enrique Piñeyro logra que, nosotros en la butaca, lleguemos a sentir ese hastío moral que implica ser argentino. En un país normal o van presos los tipos denunciados por Piñeyro o Piñeyro va preso por difamación. Ni una cosa ni la otra pasa por estos lares. Un rasgo de las sociedades mafiosas, que economizan hasta la violencia. (Apunte aparte: Piñeyro asegura, en un reportaje televisivo, haberse presentado con las pruebas ante el juez Ballesteros; el mismo juez que dejó prescribir la causa Alejandro Olmos, sobre la ilegitimidad de la deuda externa argentina).
Escenas destacables: el inglés titubeante del operador de la torre de control, contestándole al piloto de Air France; el piloto de Lufthansa preguntándole al Control si vieron pasar un cohete al lado de ellos; la secuencia del apilamiento de aviones en Ezeiza; el tipo de la Torre de Control que se queja porque le dieron un manual resumen distinto al manual general; la secuencia del teniente coronel que se mete en la pista de vuelo, con su jeep.
CONSEJO: ir a verla, en especial para hacerle el aguante a Piñeyro.
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