Chu Fu Tze, negador de milagros, había muerto; lo velaba su yerno. Al amanecer, el ataúd se elevó y quedó suspendido en el aire, a dos cuartas del suelo. El piadoso yerno se horrorizó. "Oh venerado suegro", suplicó "no destruyas mi fe de que son imposibles los milagros". El ataúd, entonces, descendió lentamente, y el yerno recuperó la fe.
Citado por GILES en Confucianism and its Rivals, Lecture VIII, 1915.
ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA FANTÁSTICA
Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo, Adolfo Bioy Casares
9.10.06
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