4.10.06

película de autoayuda

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¿Y TÚ QUE SABÉS?

Película de culto, para guardar en el estante de las películas más malas y verla entre amigos, con una picadita y cerveza de por medio. Mezcla de drama, documental, manual de autoayuda, reality show, “¿Y tú qué sabes?” es un festival de la Nueva Era. Como película no se puede analizar, porque no es cine, sino material de propaganda. Por lo tanto, toda la dramatización a cargo de Marlee Matlin (la actriz sordomuda ganadora del Oscar en “Te amaré en silencio” con William Hurt) no tiene el mínimo sentido. Eso sí, hay que reconocerlo, nos aporta los momentos más ridículos del filme, sólo superado por la breve participación de un canoso Barry Newman (¡“Petrocelli”!) mirándole el culo a la secretaria que abre la heladera. (Hay un “Star Trek”: el hombre del subte, es Armin Shimerman, Quark, el cantinero ferengi de “Abismo espacial 9”).

“¿Y tú qué sabés?” es un ejemplo claro del esquema de pensamiento (de alguna manera hay que llamarlo) de la pseudociencia. A partir de un tema muy interesante (la física cuántica), empezamos a tirar bolazos, verdades a medias, mentiras discretas, juegos de palabras y, al final, parece que estuviéramos revelando algo trascendental. Pero en cuanto raspamos la superficie, toda esa invención se viene abajo.

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La tesis del filme es que la física cuántica nos dice que la realidad es un continuo de posibilidades y qué el observador elige la realidad, de entre todas las opciones posibles. Por lo tanto, si uno se enfoca mentalmente, puede modificar la realidad y elegir el escenario deseado. Al mismo tiempo, las emociones están atadas a endorfinas y se sugiere la posibilidad que repitamos ciertas actitudes por la adicción a esas sustancias naturales. Tendremos miedo o amores enfermizos o gula, porque estamos bañados por estas endorfinas que nos hacen repetir conductas y que ansiamos cada vez más, atontando los receptores celulares. Por estar atentos a esta realidad, nos perdemos la posibilidad de cambiarla.

Bueno, no es cierto que la física cuántica diga eso. Que tengamos una distribución de probabilidades, no implica que un observador “elige” el resultado que se da. Que la realidad pueda ser una ilusión, es una hipótesis seductora, intelectualmente, pero obramos como si la realidad existiera cuando cerramos los ojos. Esa sutileza entre la percepción de la realidad y la existencia de la realidad, va más allá de que se iluminen áreas iguales del cerebro cuando “vemos” o “pensamos” algo.

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Si para algo sirve “¿Y tú qué sabes?”, más allá que para amenizar el asadito entre amigos, es para plantearnos la inquietud por estos temas en el que la ciencia llega al borde y se permite especular con el sentido del Universo. No hay actitud más noble en el ser humano. Y no hay nada más reconfortante que seguir, aunque sea de lejos y sin entenderlo del todo, a aquellos que se han hundido, desde su cima intelectual, en tales profundidades. La verdadera ciencia (vgr. la teoría del punto omega de Frank Tipler) nos regala especulaciones mucho más sorprendentes que el torpe juego que proponen los autores de la película. Sin embargo, su “facilidad”, le va a redituar mucho más clientes.

Detrás de toda esta pseudometafísica hay una perversa idea: hacerle creer al creyente que, de verdad, todo lo que le pasa es culpa suya, de su falta de actitud. No hay bien, no hay mal, tú eres Dios y el mundo se puede modificar si pensás positivo. Al final del filme, la actriz cruza una calle y atrás se ve la marquesina de un café, que se llama “Bagdad”. Uno se pregunta qué podrían pensar los pibes en Bagdad, viendo caer las bombas sobre su ciudad. ¿La realidad es modificable? ¿O a veces las acciones de los otros definen la realidad de aquellos que sólo pueden asistir, inermes, a sus resultados?

Está muy bien en no bajar los brazos e identificar los propios defectos, para superarlos y buscar alternativas en los momentos de debilidad. Pero no siempre el problema está en uno. La jerga soberbia de los cultores de la Nueva Era, nos hace acordar a panfletos del estilo “¿Quién se ha llevado mi queso?”: un desprecio por el dolor del otro, una insensibilidad que bordea lo patológico. Nos hacemos los superados, dejando de sentir. Estamos tan iluminados que podemos dar un paso al costado y al otro con su dolor.

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La protagonista, cuando logra alcanzar la claridad, sabe que todas las posibilidades están abiertas, entre ellas, la vuelta del hombre que la traicionó en su día de bodas. ¿Si me mentalizo volverá a amarme aquella que ya no me ama? Lindo comienzo para una historia de ficción. Pero es un golpe bajo para un documental, por más pseudodocumental que sea.

La vida suele ser terrible y hay dos caminos: acostumbrarse a su naturaleza o ignorar que esto está pasando. Cada uno dirá cuál de todas, es la conducta más sana y racional. Mientras: ¿hasta dónde quieren llegar fuera de la madriguera?

CONSEJO: para reírse un rato.

p.d.: damos un par de links que desenmascaran algunas “licencias” del filme, entre ellos, la aparición de Ramtha, la rubia que habla en cocoliche y que está canalizando el espíritu de un atlante:

http://en.wikipedia.org/wiki/What_the_bleep_do_we_know
#Criticism_of_the_Movie


http://alt1040.com/archivo/2005/08/12/
what-the-bleep-do-we-know/


http://bujanda.blogspot.com/2006/05/
what-bleep-do-we-know-o-que-diablos.html

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