12.7.07

seguí durmiendo

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SOÑANDO DESPIERTO

A “Soñando despierto” le sobra estética y actores. Fracasa en un guión que se la pasa de vivo y quiere demostrar que inteligente que es. Acto fallido, “Soñando despierto” carece de la sutileza de Charlie Kaufman y, tras la brillante “Eterno resplandor de una mente en tinieblas”, Michel Gondry se larga solo a escribir un largo, sin suerte alguna.

Stéphane Miroux vive en París, tras su infancia en México, donde ha vivido con su padre, ya fallecido. Emigra a Francia, con la promesa de su madre de que le ha conseguido un buen trabajo. Es dura la desilusión cuando se da cuenta que el trabajo creativo es aburrido y monótono, un mero lugar donde se pegan textos e imágenes para imprimir calendarios de ocasión, sin ningún valor artístico. En su depresión de la gris realidad, Stéphane se recluye en sus sueños. Y no en sentido figurado, sino que cae en largas ensoñaciones, en la que se ve dirigiendo una cadena televisiva (Stéphane TV), en estudios truchos hechos con cartón y cordel. En ese otro lugar, Stéphane desarrollará sus miedos, que se multiplican con angustia, cuando conozca a su vecina Stéphanie de quién se enamora.

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Hay un problema principal en “Soñando despierto”: la sucesión de sueños no tiene ninguna progresión dramática. Es tal abigarrada la descripción visual (con la estética del cine de animación del bloque oriental durante la Guerra Fría) que ese bombardeo termina siendo contraproducente. No todos los sueños nos dicen algo del personaje, no se ve ninguna evolución o duda o búsqueda de algo.

Para colmo, el personaje de Stéphane es narcisista, infantil y ridículamente inseguro. Esos sueños en los que cae (y de los que le cuesta salir) no son momentos creativos, ni tiernos, ni desbordan de la humanidad del personaje, sino que se hunden en la tontera general del protagonista. Son baches casi patológicos, fango en los que queda, irremediablemente, empantanadas las ruedas de la acción.

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“Soñando despierto” cuenta con una pareja protagónica fuerte, dos actores con mucha química y sutileza, como Gael García Bernal y la sugerente Charlotte Gainsbourg, una actriz para seguir de cerca. Los (escasos) momentos del filme que funcionan, son exclusiva responsabilidad de esta dupla. Como apunte, señalamos la presencia de Miou-Miou, como la mamá de Stéphane, en un personaje totalmente desaprovechado, sin desarrollo, que podría haber dado más acción a la inmovilidad en la que se mete el personaje.

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En suma, poco para destacar en una película que se destaca por la animación, deliberadamente precaria, con tintes sepias de anacronismo, efectos visuales valiosos pero que no alcanzan, por sí solos, para mantener el peso de un largometraje.

Mañana, las mejores frases.

CONSEJO: dejar pasar.

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