20.8.07

Bergman según Allen

He hecho bromas acerca de que el arte es el catolicismo del intelectual, o sea, una creencia esperanzada en otra vida. Mejor que seguir viviendo len los corazones y las mentes de la gente es vivir en tu departamento, ésa es mi manera de expresarlo. Y ciertamente las películas de Bergman vivirán y serán vistas en museos y en TV y vendidas en DVD, pero conociéndolo, es una magra compensación y estoy seguro de que le habría encantado permutar cada uno de sus filmes por un año más de vida. Esto le habría dado aproximadamente 60 cumpleaños más para seguir haciendo películas, una producción creativa asombrosa. Y no dudo en lo más mínimo de que es así como habría utilizado el tiempo adicional, haciendo lo que amaba por encima de todo, hacer cine.

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La lealtad de Bergman se centraba en la teatralidad, y también era un gran director escénico, pero su trabajo cinematográfico no solamente partía del teatro; se inspiraba en la pintura, la música, la literatura y la filosofía. Su trabajo sondeaba las profundidades más intensas de la humanidad, dando profundidad a estos poemas en celuloide. La mortalidad, el amor, el arte, el silencio de Dios, la dificultad de las relaciones humanas, el tormento de la duda religiosa, el fracaso matrimonial, la incapacidad de las personas para comunicarse.

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En la escuela de cine (me echaron de la Universidad de Nueva York rapidísimo cuando estudiaba cine en los años 1950) el énfasis siempre estaba en el movimiento. Son imágenes en movimiento, era lo que se les enseñaba a los estudiantes, y la cámara tiene que moverse. Pero Bergman ponía la cámara frente a la cara de Liv Ullmann o la de Bibi Anderson y la dejaba ahí y no alteraba la posición y pasaba tiempo y más tiempo y sucedía algo extraño y maravilloso que sólo su brillantez podía hacer suceder. El personaje nos absorbía y uno no se aburría, se turbaba, se emocionaba.

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¿Cómo influyó en mí, me preguntaron? “No podía influir en mí”, dije, “él era un genio y yo no y la genialidad no se aprende ni su magia se transmite”.

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¿Puede, el trabajo de uno, ser influido a la vez por Groucho Marx y por Ingmar Bergman? Aunque hay algo que sí conseguí absorber de él, algo que no dependía del genio, ni siquiera del talento, algo que puede ser aprendido y desarrollado. Eso que suele llamarse vagamente una ética del trabajo pero que en realidad es lisa y llanamente disciplina.

Siguiendo su ejemplo, aprendí a hacer mi trabajo como mejor soy capaz de hacerlo en el momento, sin ceder nunca al mundo absurdo de los éxitos y los fiascos ni sucumbir a interpretar el papel ostentoso del director, sino haciendo una película y pasando a la siguiente. Bergamn hizo alrededor de 60 películas en su vida. Yo llevo hechas 38. Si no puedo alcanzar su calidad, tal vez pueda al menos acercarme a su cantidad.

WOODY ALLEN
“Adiós al poeta de la mortalidad
(“ñ”, 18.08.2007)

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