30.9.07

tragedia posmoderna

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RICORDATI DI ME

Hay algo que caracteriza a las películas de Gabriele Mucino (“Ahora o nunca”, “El último beso” o esta “Ricordati di me”), una propiedad especial, una temática que las destaca: como ningún otro, ha logrado captar cierto aire trágico de nuestra generación, de esa burguesía de ingresos medios – medios altos, profesionales, apenas pasados los cuarenta. Esta generación, más que ninguna otra, está consciente de su fracaso. Hay una desazón existencial, una certidumbre que la ahoga, la conciencia de que las decisiones pasadas y presentes, limitan, irremediablemente, el futuro. Saber (y ser consciente de ese conocimiento) la distancia que hay entre lo que se soñó en la juventud y lo que se es efectivamente. Perdurar con la sabiduría del fracaso, con el peso terrible de reconocer a la persona que pudo ser, entre los grotescos rasgos de lo efectivamente sido. Nadie, como nuestra generación, ha tenido la conciencia del fracaso y la volatilidad del tiempo, la irrecuperable posibilidad de empezar de cero.

No es un mérito menor, no es una cualidad para pasar de largo. Sin embargo, “Ricordati di me” pasará, seguramente, escondida en la pantalla, en cines de segundo nivel, redescubierta en el DVD o el cable, porque a nuestra crítica le ha parecido un producto menor y desechable. Un síntoma de nuestro tiempo.

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“Ricordati di me” es la historia de una familia italiana, una pareja que no se ama pero siguen ahí por inercia, con dos hijos adolescentes que odian a sus padres con menos fervor que lo que se odian a sí mismos. Carlo ha perdido la sonrisa, menos cuando encuentra a su antiguo amor, Alessia (Monica Bellucci, serenamente bella en este filme); Giulia sueña con la actuación que dejó, aunque se aterre cuando la tienten con un papel en una obra de teatro; Valentina (¡bebota Nicoletta Romanoff, otra vueltita en patines!) la tiene claro: quiere llegar a la televisión, no importa con qué productor haya que acostarse o a qué amiga prescindir en el camino; Paolo (Silvio Muccino, el hijo del director y guionista) no tiene nada claro, sabe que desprecia a todos los que lo rodean, aunque un poco menos de lo que ellos lo desprecian a él.

Gabriele Muccino estructura su filme como una película coral, un bombardeo de diálogos y escenas, de personajes que ametrallan una violencia que se expresa en cada línea, en cada grito, en cada expresión, una violencia que nace de la angustia, de la sensación de que el tiempo se acaba y que no se ha logrado ninguno de los objetivos. Los personajes se lanzan unos contra otro, con ferocidad, con crueldad, con histérica determinación. Son implacables en su falta de piedad, patéticos en su inseguridad.

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En los personajes de “Ricordati di me” se adivina un perverso juego, el de aquel que al ver frustrados sus sueños, no vacila en frustrar a los otros la posibilidad de que alcancen sus propias metas. Es un torpedeo lento, progresivo, sistemático, un trabajo de zapa intensivo. De los cuatro personajes, los hombres son los más débiles, los más pasivos. Carlo, el padre de familia, es el más funcional a este juego. Si en un primer momento nos choca su resignación, su postura de dejar pasar posibilidades (¡dejar pasar a Monica Belucci nada menos!), en una segunda mirada, lo vemos más como víctima que como cobarde. Su esposa e hijos necesitan su fracaso, para que ellos puedan cumplir sus sueños. Él proporciona la precaria estabilidad económica que ellos necesitan. El único momento de pánico de esos tres personajes, se da cuando Carlo amenaza con patear el tablero y dejar la casa. La escena final (“Sonríe, papá”), en un festejo navideño, es siniestro. Han logrado quebrarlo, sin ninguna pena.

Otro apunte (más atroz en los adolescentes) es la necesidad de los personajes en que alguien crea en ellos. Se necesita demostrar que se ha tenido éxito, se necesita saber que se existe, no por lo que se es, sino porque los otros lo han aceptado como triunfador. No hay un valor propio, hay una definición de la existencia sólo a partir de la valoración del otro.

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El guión ágil y vertiginoso (una marca registrada de Muccino) puede presentar algún punto flojo, alguna frase estereotipada, algún exceso. Pero la riqueza conceptual y el grado de sinceridad son tan altos, que esos puntos menores merecen ser obviados. A este pilar fundamental, hay que agregarle un elenco de primera, que soporta la montaña rusa emocional de la historia, sin falencias. Se destacan Laura Morante (como Giulia), Monica Belucci (Alessia), Nicoletta Romanoff (como Valentina) y Fabricio Bentivoglio (como Carlo), todos bien secundados por la segunda línea. Agréguese una mención especial a la edición de Claudio Di Mauro.

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Escenas destacadas: el escándalo de Giulia a Carlo cuando éste amenaza con irse de su hogar; la fiesta de Paolo, abandonado por sus amigos cuando se acaba la droga; el accidente de Carlo; el encuentro en el super, de Carlo y Alessia; la charla telefónica final de Carlo y Alessia; el casting televisivo al que va Valentina con su amiga.

Frases:

Solía ser el vecindario de los líderes fascistas. Luego se convirtió en el de los profesionales libres. Ahora, sólo es su vecindario.

Paolo es su hermano. Él siempre solía hacer preguntas. Pero ya no.

-¿Cuántas veces dijimos que te pagaríamos un curso de actuación?
-Para hacer lo que quiero no necesito cursos.
-Haz teatro. Al menos es un arte.

No quiero vivir inútilmente como las personas a mi alrededor.

¿Sabes por qué en Europa no valemos un carajo? Porque los italianos tenemos la corrupción en la sangre... Hemos perdido nuestros valores. ¿Tienes valores? Es peor si piensas que lo tienes. Si tuviéramos un poco, no estaríamos en este desastre.

Yo soy Valentina Ristuccia y no soy, para nada, una buena chica. Las chicas buenas ven el paraíso... y yo quiero ver todo.

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-¿Sabes lo que es infibulación?
-Sí.
-Y... ¿qué es?
-No tengo ganas de decírtelo.

Somos el simulacro de una civilización "pequeño-burguesa", hipócrita y ambiciosa. ¡Todos, desesperadamente, necesitan aparentar sin ser! Protagonistas de una sociedad consciente de su superficialidad.

Hasta la amistad se ha convertido en un bien de consumo.

-Ya sabes lo que pienso de ti.
-Dímelo otra vez.
-Eres un anónimo inexpresivo... Hablas como si tuvieras un trapo en la boca, y no se entiende un carajo... No te lavas, vistes como un izquierdista, cuando el mundo va a otra parte. Eso pienso.

Paolo, sentirte inferior, es algo que no va. Dame tiempo. Hagamos una cosa... dejemos de vernos... y cuando te sientas mejor, saldremos de nuevo. ¿Está bien?

Un mal agente les hace trabajar en eventos para clubes baratos... y las echa a hombres que sólo buscan una aventura. El problema es encontrar un agente serio, uno que le importe la persona... Pero esos ni siquiera responden el teléfono.

Sabes... la gente solitaria encuentra consuelo donde puede...

Hay que sobrevivir de alguna forma.

Hice bastantes cosas, algunas cosas estuvieron bien... otras más o menos, otras malísimas pero no importa... porque los fracasos son como historias de amor que terminan mal: se quedan siempre contigo.

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El arte es como el amor: siempre tiene hambre.

-Si estaba tan hermosa, ¿por qué terminamos?
-¿Por qué?
-Sí, ¿por qué? ¿Te acuerdas?
-No.
-Yo tampoco. No te rías. Nos tenemos que acordar. ¿Por qué terminamos? Estábamos tan bien juntos.

-¿Tu libro?
-Estoy en el último capítulo. Ya casi termino.
-Dijiste eso hace años.
-¿Sí? Mi esposa dijo que es muy autobiográfico para interesarle a alguien...

Michelle Pfeiffer era una cajera, Harrison Ford un carpintero, Harvey Keitel era un cajero y Tom Cruise quería ser un cura.

Todos quieren estar en la TV porque está llena de gente vulgar. Todo lo que debes hacer es hablar y sonreír en la dirección correcta.

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Necesito a alguien que me ayude a conocer a la gente correcta, yo haré el resto.

De aquí en más, para todo lo que diga, preguntaré “¿Por qué?”. Pero ella estaba adelante, sonrió y dijo: ¿Por qué?"

La gente que vino a este mundo a tomar, dan... Aquellos que vinieron a dar, toman. Es por eso que siempre estamos infelices. Actuamos como perros que quieren que los saquen.

-¿Qué estás haciendo?
-Lo que me dijiste, Me voy.
-Papá, no lo hagas.
-¿Estás bromeando, cierto?
-No.
-No me hagas esto.
-Deja que me vaya.
-Escucha... Ya no me importa con quien pasaste la noche... Pero no te apresures, no dejes todo fuera. Piensa en mí y en tus hijos.

¿Cómo eras a mi edad? ¿Pensabas que todo iba a ser una mierda o que iba a ser mucho mejor?

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¿Sabes por qué siempre quieres arruinarlo todo? Porque estás celosa, eres vieja, ya has jugado tu última carta. Papá tenía razón para engañarte.

-Tenemos que hacer sacrificios si queremos ser felices juntos... ¿Comprendes?
-Nunca fui feliz contigo.

Solo necesito desesperadamente a alguien que crea en mí.

-¿Alguna vez has hecho trabajos de este tipo?
-No, pero aprendí a bailar antes de saber caminar. Puedo hacer todo, pruébeme... dígame qué quiere que haga.

Siempre lo has tratado como a un fracasado. Ahora tiene una excusa... y ahora todos hablan bien de él.

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-¿Sigo valiendo algo?
-No empieces.

Sonríe, papá.

CONSEJO: no la deje pasar.

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