15.10.07

doctrina del shock

En el comienzo del cortometraje que realizó con el mexicano Alfonso Cuarón como complemento de su nuevo libro, La doctrina shock. El auge del capitalismo de desastre, Naomi Klein incorpora unos documentales de los años 40 en los que se describen los hallazgos de la psiquiatría en el tratamiento de enfermos mentales por electroshock.

"A través del shock, se fuerza a la gente a ser obediente", comenta Klein, al tiempo que reseña cómo, en los años 50, esta poderosa idea atrajo la atención de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

La base de los experimentos que la CIA emprendió, y que más tarde fueron incorporados en un manual, era utilizar el shock como un método de reducir a los adultos a un estado infantil.

Klein se vale de esta metáfora para describir el efecto de la aplicación de las teorías de la economía neoliberal sobre sociedades convulsionadas y advierte que las consecuencias no son accidentales.

"Un sistema económico que requiere constante crecimiento, al tiempo que elude cualquier serio intento de regulación ambiental, genera una constante corriente de desastres, sean militares, ecológicos o financieros", escribe.

"El apetito por ganancias rápidas y de corto término, resultantes de inversiones puramente especulativas, ha transformado a los mercados de valores, de divisas y de inmuebles en máquinas creadoras de crisis, como la crisis financiera asiática, la crisis del peso mexicano y el colapso de las puntocom lo demuestran."

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La experiencia económica argentina, particularmente la debacle de 2001 y sus corolarios, es un ejemplo predilecto de Klein, quien en 2004, junto con su marido, el cineasta Avi Lewis, produjo un documental llamado La toma, en el que cuenta la historia de las fábricas argentinas Forja, Zanon y Brukman, ocupadas y reactivadas por el personal.

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"Milton Friedman entendió que la atmósfera creada por una crisis de gran escala proveía el necesario pretexto como para invalidar los deseos expresos de los votantes y entregarles la economía del país a los «tecnócratas»", escribe Klein.

Analizando el caso argentino durante el gobierno de Carlos Menem, Klein demuestra cómo, una vez designado ministro de Economía, Domingo Cavallo se apresuró a llenar los principales puestos con "Chicago boys".

Menciona, entre otros, el nombramiento de Roque Fernández al frente del Banco Central y el de sus asesores Pedro Pou y Pablo Guidotti.

Klein razona que "si bien el modelo económico de Friedman puede ser impuesto parcialmente en una democracia, requiere condiciones autoritarias para instrumentar su auténtica visión".

Agrega: "Para que la terapia de shock pueda ser aplicada sin reservas -como lo fue en Chile en los 70, en China en los 80, en Rusia en los 90 y en los Estados Unidos después del 11 de Septiembre-, es preciso que exista una suerte de trauma colectivo, uno que permita o bien suspender temporalmente la práctica democrática, o bien bloquearla completamente".

En su crítica del libro para el suplemento literario de The New York Times, el premio Nobel Joseph Stiglitz, escribe: "Algunos lectores podrán tomar los conclusiones de Klein como evidencia de una conspiración gigante, algo que ella se apresura a desmentir. No son las conspiraciones las que destrozan al mundo, sino las decisiones equivocadas, las políticas erróneas y una pequeña y gran medida de injusticia que se adiciona. Con todo, estas decisiones están guiadas por intenciones más amplias".

La paradoja, como lo advierte John Gray, de The Guardian, es que, en última instancia, tanto la extrema derecha como la extrema izquierda terminan adoptando las mismas ideas. Lenin creía que eran necesarias condiciones catastróficas para que la humanidad progresara y lo mismo pensaba Milton Friedman.

MARIO DIAMENT
“Crónicas norteamericanas. La auténtica visión de la doctrina del shock”

(la nación, 06.10.07)

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