18.5.08

cómo ser mujer en el Oriente y no morir en el intento

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CARAMEL / PERSÉPOLIS

Dos miradas femeninas, en dos películas que compartieron la cartelera local, dos historias sobre mujeres en un ambiente con una alta dosis de misoginia como lo es, en gran medida, el Oriente de hoy. La primera es “Caramel”, una producción libanesa, escrita, dirigida y actuada por Nadine Labaki; la otra es “Persépolis”, el dibujo animado de la exiliada iraní Marjane Satrapi (coadaptación con Vicent Paronnaud de su novela gráfica).

Pese a los distintos formatos, ambas obras comparten mucho más que la mirada desde la condición femenina de su creadora. Un rasgo en común es el toque de comedia para afrontar una realidad ominosa. Otra es la sociedad de las mujeres para resistir el asedio machista del exterior (recuerda, en eso, al retrato manchego de “Volver”, la película de Almodóvar). La pequeña peluquería donde se blanquean problemas que son inconfesables fuera de ahí; la complicidad entre la abuela y la nieta, en el largo camino de Marji fuera de Teherán. Otra coincidencia: la sensualidad de la vida en medio de la muerte. Ni la Marji de “Persépolis” ni las chicas de la peluquería de “Caramel”, pierden la voluntad de seguir viviendo, de afrontar las sombras de un presente que se revela inconmovible, un infierno perpetuo sin salida a la vista. Se sigue amando y se sigue soñando, en medio del horror.

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Hay otra idea en común que nos deja la visión de estas dos buenas películas, esta sensación de cómo un país puede arruinarnos la vida. ¿Cómo vivirían las chicas de “Caramel” si no tuvieran que ocultar sus deseos ante los otros? La homosexualidad, un amor clandestino, la pérdida de la virginidad, el fin de la juventud. ¿Qué hubiera sido de Marji en un Teherán distinto al de la entronización de la locura? ¿Cómo se hubiera desarrollado la chica alegre de los últimos días del Sha, contrastándola con la protagonista que espera un imposible vuelo de regreso a casa? Una de las grandes tragedias de estos tiempos es la omnipotencia de los estados totalitarios que no dan margen para vivir la propia tragedia de estar vivo. Una tragedia sistémica, central, compartida por otros cientos de miles, que imposibilita la percepción y el desarrollo de la propia tragedia individual. Sueños aplastados en las grandilocuencias dementes de los violentos, de aquellos que sólo ven a sus semejantes como peones en un modesto juego de ajedrez.

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Rescatamos estas frases de “Persépolis”.

Recuerdo cuando llevaba una vida tranquila. La vida de una niña. Me encantaban las papas fritas con ketchup y Bruce Lee, Usaba zapatillas Adidas y tenía dos obsesiones: depilarme las piernas y convertirme en la última profeta.

Nuestra maestra, admiradora del Sha, nos mandó arrancar todas las fotos de la familia real.

La gente quiere conservar su libertad después de la dictadura. Nunca será peor que con el Sha.

Siempre he tenido fe en la religión. He rezado, he llevado velo y he obedecido. Si las cosas son así, entonces no quiero creer en nada.

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Para hacer las cosas soportables, la gente montaba fiestas en secreto.

El nuevo gobierno es el que ordenó la ejecución de mi tío. De los 3 mil prisioneros que había con el Sha, ahora tenemos 300 mil. ¿Cómo se atreve a mentirnos?

En tu vida, encontrarás muchos imbéciles. Si ellos te hieren, dite a ti misma que es su propia estupidez los que los impulsa a actuar así. Eso te protegerá de responder a su maldad. No hay nada peor que la amargura y la venganza. Permanece siempre digna y fiel a ti misma.

¡Mentira! ¡La vida no es absurda! ¡La gente da su vida por la libertad! Mi tío no murió por divertirse.

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-¿Así que eres francesa?
-Abuela, basta. Sólo era una pregunta.
-No sabía que eras francesa.
-¿Crees que es fácil ser iraní? La gente me mira como si fuera salvaje. Sólo somos fanáticos gritando y peleando unos con otros.
-¿Esa es razón para repudiar tus orígenes? Recuerda lo que te dije. Sé fiel a ti misma.

Había sobrevivido a una guerra. Y esta historia de amor casi acaba conmigo.

La guerra ha terminado, sin duda. Pero la gente ha olvidado porqué ha habido ochos años de guerra.

... y nos vigila a todos con su ojo de tigre

Queríamos tanto ser felices que olvidamos que no éramos libres.

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Cuando tu madre y yo teníamos 15 años, solíamos pasear juntos de la mano. ¡Oh la la! Y fue en este país.

Un primer matrimonio es un ensayo para el segundo.

CONSEJO: se pueden esperar al DVD, pero son para ver.

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