en el centro puntual de la maraña,
Dios, la araña.
Citado en más de una antología de la poetisa argentina, nos topamos con esos versos en un poema de Borges, a Jonathan Edwards. Los detalles del “hallazgo”, están en:
http://libretachatarra.blogspot.com/2003/12/hallazgo-literario.html
Nos llamó la atención la poca difusión de ese dato. El post quedó en las honduras del ciberespacio, relativamente olvidado. Pero ahora, casi cinco años después, apareció un comentario de un visitante “Anónimo” que nos informa que este “hallazgo” nuestro había sido citado por Miguel Dalmaroni en un artículo de 1996, en la revista literaria Orbius Tertis1, de La Plata.
Agradecemos el aporte y, por esas coincidencias del cosmos, el sábado último, “Ñ” publicó la carta que Julio Cortázar le mandara a Alejandra, un año antes de su suicidio, cuando la inestabilidad mental de Pizarnik auguraba lo peor. Transcribimos la carta:
París, 9 de setiembre de 1971
Mi querida, tu carta de julio me llega en setiembre, espero que entre tanto estés ya de regreso en tu casa. Hemos compartido hospitales, aunque por motivos diferentes; la mía es harto banal, un accidente de auto que tuvo a punto de.... Pero vos, vos, ¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribís? Sí, desde luego te das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra, y date cuenta que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza -y todo eso, carajo, está del lado de la vida y no de la muerte. Quiero otra carta tuya, pronto, una carta tuya... Eso otro es también vos, lo sé, pero no es todo y además no es lomejor de vos. Salir por esa puerta es falso en tu caso, lo siento como si se tratara de mí mismo. El poder poético es tuyo, lo sabés, lo sabemos todos los que te leemos; y ya no vivimos los tiempos en que ese poder era el antagonista frente a la vida, y ésta el verdugo del poeta. Los verdugos, hoy, matan otra cosa que poetas, ya no queda ni siquiera ese privilegio imperial, querídisima. Yo te reclamo, no humildad, no obsecuencia, sino enlace con esto que nos envuelve a todos, llámale la luz o César Vallejo o el cine japonés: un pulso sobre la tierra, alegre o triste, pero no un silencio de renuncia voluntaria. Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra.
Escríbime, coño, y perdoná el tono, pero con qué ganas te bajaría el slip (¿rosa o verde?) para darte una paliza de esas que dicen te quiero a cada chicotazo.
Julio
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