13.9.08
paz sobre ruedas
PARANOID PARK
Experimental en el mejor sentido del término, “Paranoid Park” está en la misma línea austera de “Elefante”. Éste es un claro ejemplo de un cine “difícil”, con una sintaxis y recursos distintos del cine comercial, pero que logra “explicarse”, esto es, descubrir la idea que está proponiendo el director y seguir la secuencia de decisiones artísticas que la ponen en práctica. Para comparar con cierto cine independiente nuestro que confunde la dificultad conceptual con la ausencia absoluta de algo que contar.
Basada en la novela homónima de Blake Nelson, “Paranoid Park” es la historia de un adolescente que ha sido testigo de algo terrible pero que no sabemos qué, hasta el final de la película. Su absoluta y total inexpresividad esconde el terremoto emocional del interior. Alex, el protagonista de la historia, sólo encuentra paz mental observando a los jóvenes skaters que danzan en el aire, suspendido en un lugar sin tiempo ni reglas, en un decadente lugar debajo de un puente de la ciudad de Portland.
Cuando vemos a Alex hundirse en la contemplación de los skaters, sabemos que está próximo al Nirvana. La angustia existencial de Alex encuentra un momento de descanso en la observación de los skaters, en la ejecución de esos pasos que desafían la física y que permiten, por un momento, sentir la libertad de volar.
Pero esos remansos de paz son temporales, provisorios, efímeros. La realidad está ahí, en cada pasillo de la escuela, en las aulas, en el living de su hogar. Alex reacciona ante los otros (padres, amigos, docentes, policías) con una indiferencia plena que revela el amplio espacio que lo separa de los otros. En Alex, la mentira nace en forma espontánea, indubitable. Su seguridad para esquivar la verdad, revela que ha cruzado una línea, de la que no podrá volver.
Estructuralmente, Gus Van Sant cuenta más de una vez la historia. Algunas escenas repetidas, cambian de significado al verla por segunda vez. Las escenas intermedias mutan el sentido de lo dicho. No es el tema principal del filme, pero se desprende la pobre capacidad de la visión para sostener el nivel de veracidad.
“Paranoid Park” se define en una escena (la del guardia en la vía férrea). Para llegar a ella, hay que armarse de paciencia y recorrer, palmo a palmo, el camino aparentemente soso de un adolescente. Tras esa escena, todo lo visto cambia su sentido para ganar un matiz más oscuro, depresivo, aterrador. Se puede vivir (se debe vivir) cuando somos protagonistas de algo demasiado horrible para ser contado a otros, algo tan terrible que apenas nos atrevemos a contarlo a nosotros mismos. Que un adolescente sea consciente de esa elección, en la edad que la vida está recién por desarrollarse, torna más brutal la negrura del tema.
CONSEJO: se puede esperar al DVD, pero no es apta para cualquier público. Espectador adicto al cine arte. El resto seguir de largo.
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