20.10.08
perdidos en la ciudad
ESCONDIDOS EN BRUJAS
“Escondidos en Brujas” es una historia basada en tres personajes de toques tarantinescos. Seres que habitan en el lado oscuro pero que muestran un código ético, que subordinan sus acciones a una serie de principios morales. La contradicción de que un grupo de asesinos a sueldo sienta remordimientos o concuerde que hay cosas que no se pueden aceptar, no deja de ser poético. Una noción de la luz se sostiene en estos seres de la sombra. Y ese contraste alcanza espesor épico a esa jornada.
Dos asesinos a sueldo se mandan a guardar un tiempo en Brujas, la Venecia del Norte, la ciudad europea que mejor ha conservado sus edificios medievales. El trabajo ha salido mal, el principiante ha matado a un niño, como involuntario daño colateral. En la ciudad que parece anclada en el tiempo, la espera de Ray y Ken es una espera metafísica. La perspectiva del tiempo, el peso de la historia, la memoria de tantas vidas que han pasado por esas calles sin dejar huella, cercan al asesino viejo y al novato, en ese Purgatorio terrenal.
“Escondidos en Brujas” está dirigida y escrita por Martin McDonagh, dramaturgo afamado, autor de “The pillowman”, hasta hace poco en la cartelera porteña. La mano del hombre de teatro se adivina en los diálogos, en el contrapunto dramático, en el desarrollo de los personajes. Luce el terceto actoral: un memorable atormentado Colin Farrell, un destacado Brendan Gleeson y un antológico rol desarrollado por Ralph Fiennes. Un seleccionado de las islas británica, para sostener tanto diálogo, tanto parlamento y tanto conflicto interior.
Otro aliado indispensable es la ciudad, que interviene como otro protagonistas. Los edificios de Brujas, las construcciones medievales, los museos con los cuadros del Bosco, la medianoche y la melancolía de sus calles, sus puentes, sus canales.
En esa melancolía de la oscuridad, en esa tristeza de la consciencia del mal, la película logra sus mejores momentos. Me queda alguna duda de si el desenlace es todo lo elegante que exigía la historia. Sé cómo la hubiera terminado Tarantino: en la torre, con el diálogo entre Ken y Harry. Que un “malvado” sacrifique todo por darle a un joven una oportunidad de enmendarse, una oportunidad que ya le ha sido negada, hubiera sido el broche de oro. Beatriz Kiddo, por ejemplo, pretendió resignarse a una matrimonio mediocre, sólo para que su hija tuviera la posibilidad de una vida distinta a la suya. La posibilidad de poder discernir entre esas opciones, convierte a esos personajes oscuros en menos oscuros y logran hacernos creer, por un momento, que la victoria de la luz es todavía posible.
Escenas destacadas: el diálogo de la torre entre Ken y Harry; el intento de suicidio en el parque; la visita a la iglesia con la reliquia de la sangre de Cristo; el ataque de ira de Harry rompiendo el teléfono.
Las mejores frases, mañana.
CONSEJO: se puede esperar al DVD.
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