De una nota de Pablo Gorlero en “La Nación”, seleccionamos algunas de las anécdotas de la historia del teatro argentino. Recomendamos la nota, muy divertida.En mayo de 1973, Alejandro Romay contrató a Nélida Lobato y a Zulma Faiad para Escándalos , la nueva revista de El Nacional. El productor tuvo que mandar a construir un segundo camarín principal, doble y con baño incluido, para que no hubiera diferencias entre las figuras. Pero el problema mayor estalló con el cartel. El Zar lo resolvió de una forma ingeniosa: mandó a construir un molino, para la marquesina, con los nombres de ambas en sus aspas, que giraban permanentemente y no se sabía quién estaba primero. En los afiches figuraban "Zulma Lobato - Nélida Faiad", siempre invirtiendo los nombres en forma diferente.
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Lo del famoso cachetazo de Libertad Lamarque a Eva Duarte también ya forma parte de la mitología de la farándula local. Y está plasmada actualmente en el musical Eva . En 1972, Romay había armado un elenco de lujo para Aplausos -versión musical de la película All About Eve - y el director Daniel Tinayre se dispuso a hacer la primera lectura de la obra. Sobre el final de la pieza, Libertad Lamarque, en boca de Margo Channing, le dice a su contrafigura: "¡Eva, mala mujer, gracias!" Todos se dieron cuenta de que no era una frase feliz para la estrella y le cambiaron el nombre a su contrafigura, que pasó a llamarse Annie.
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Los animales "no contratados" y frecuentes en los teatros son los murciélagos y las ratas. A principios de los años 90, el Luna Park estaba lleno de murciélagos en su parte alta. A menudo se electrocutaban con las luces o caían medio moribundos en pleno escenario de Drácula, el musical . Quedaban los cuerpos en los carros escenográficos y, en una ocasión, Paola Krum revoleó su capa de Lucy y desparramó unos cuantos murciélagos muertos entre sus compañeros. En la misma obra, una vez una rata apareció en escena y logró que cundiera el pánico entre las actrices que vestían lujosos miriñaques.
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Un musical que tiene numerosas anécdotas es Jesucristo Superstar , en la versión que dirigió Rubén Elena, en 1989. El que más sufrió fue Aníbal Silveyra, quien interpretaba a Jesús. No sólo porque había un actor que le pegaba latigazos en serio, sino porque en una función, a aquellos que sostenían con cuerdas la cruz, donde estaba crucificado, los traicionaron sus fuerzas. La cruz comenzó a ceder hacia adelante y Silveyra tuvo que resucitar a Jesús pero con el grito de: "¡¡¡Socorrooooooooo!!!"
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En los años 80, Adela Gleijer llegó de Montevideo con su marido Juan Manuel Tenuta y aquí ambos retomaron su pasión por el teatro independiente. Cuando hacía un espectáculo en aquellos típicos sótanos, donde existía una gran cercanía con el público, la acción que definía a su personaje consistía en tratar de alcanzar, subrepticiamente, una cajita de pastillas ubicada en una mesa de apoyo. Su esfuerzo interpretativo estaba concentrado en transmitir la necesidad y dificultad de esa tarea, cuando, de pronto, advirtió que un dedo de alguien del público la corría hacia su lado para ayudarla.
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Años atrás, la gran Hedy Crilla estaba en los ensayos generales de un gran éxito: Sólo 80 , dirigida por su ex alumno Agustín Alezzo. En un momento, se hacía un apagón total y Crilla debía avanzar a oscuras hasta situarse en frente del escenario. Un actor, ubicado en el lugar, servía de guía para la actriz de avanzada edad. Dominado por los nervios, este último demoró su salida, cuando se escuchó un fuerte golpe. Las luces se encendieron y no había nadie en la escena. De pronto, se escuchó la inconfundible voz con acento alemán de Crilla: "Queridos compañeros, estoy en la platea", pies arriba entre las butacas de la primera fila.
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Pero el gran desperfecto técnico ocurrió en la época en la que aparecieron los primeros micrófonos inalámbricos. Una famosa actriz, con un famoso actor-productor, dejaron la escena y se fueron a camarines, pero no les apagaron los teléfonos de sus ropas. A partir de ahí, en el escenario y en la sala se pudieron escuchar claramente los gemidos y exclamaciones provenientes de los camarines.
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Se dice que cada teatro de Buenos Aires tiene su fantasma. En el Maipo tienen nombre y hasta los saludan. Lo mismo que en el Cervantes, según lo que cuentan sus empleados, lleno de espíritus. Pero el más notorio es el de la sala chica del Broadway. Muchos artistas, productores, técnicos y directores, aseguran que ahí hay un fantasma que empuja. "Te juro que me empujó y casi me caí de la escalera", dijo un famoso jefe de prensa. Algunos, incluso, le han puesto Raúl.
Anécdotas y bloopers del teatro
La mitología teatral porteña es rica en historias de equívocos, peleas, accidentes, público participativo y hasta fantasmas
lanacion.com | Espectáculos | S�bado 15 de noviembre de 2008
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