Seleccionamos algunos fragmentos del reportaje de Jorge Fernández Díaz a Arturo Pérez-Réverte en “adn” el suplemento cultural de “La Nación”, sobre su libro “Ojos azules”.
..., uno camina hasta el Palacio Nacional, sede del gobierno mexicano, sube las escaleras y se encuentra con el gran mural de Diego Rivera. Es una obra faraónica y sensacional que pretende y logra narrar a lo largo de metros y metros de pared la historia total de México. Hace ya muchos años, Pérez-Reverte caminaba por esos pasillos mirando detenidamente los detalles. De pronto se topó con una mujer mexicana que llevaba un niño atado a sus espaldas. El niño tenía los ojos azules. "...sa era la manera que había encontrado Rivera para hablar del mestizaje -cuenta ahora, desde su casa de La Navata, el padre del capitán Alatriste y el autor de El pintor de batallas -. Luego me quedó en la cabeza la idea: qué bueno sería poder resumir en cuatro folios, como Rivera lo había hecho en pocos trazos, el nacimiento de un mundo. Voy a intentarlo”.
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Se han hecho novelas muy importantes, pero en realidad nunca he leído lo que para mí fue la Conquista de América. Tenemos dos ideas. Una es la local: los españoles vinieron a violar a las indias y a llevarse el oro. Otra es la española: no, fuimos a fundar una civilización, a llevar el progreso y el mundo católico. Dos grandes camelos. Sobre todo para alguien como yo, que me he pasado la vida entre soldados. Es una cosa muy sencilla, mira: el español va a América a buscar el oro, a dar el pelotazo. Harto de ser esclavo aquí de reyes y de curas y de gentuza poderosa, viaja a América como el inmigrante: "Reviento o me hago rico". Y en efecto, la mayoría reventó. Pero Bernal Díaz del Castillo, uno de los grandes escritores de todos los tiempos en lengua castellana, lo cuenta muy bien. Cuenta la historia de esos soldados anónimos. No había grandes ideas en esos soldados españoles. Sólo ver si podían hacerse ricos, regresar a casa y no tener que trabajar en su puta vida. Esas bestias valerosas y extraordinarias hicieron, sin proponérselo, algo que cambió la historia del mundo: crearon una nueva raza, producto del mestizaje y del coraje que tenían. Entonces yo pretendía contar, de una forma breve y concisa, sin entrar en jaleos, cómo del coraje y de la ambición de un grupo de hombres sale un mundo nuevo. Con lo bueno y con lo malo.
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Narrar, sin patrioterismos, cómo un español deja a una india preñada y la va recordando mientras huye con el oro, sin la lucidez pero con la intuición de que deja atrás algo que no es banal. Que deja a su espalda algo nuevo: empieza la América latina. Esos animales magníficos capaces de atrocidades y de sembrar el terror no sabían que estaban fundando algo.
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Yo quería contarlo cortito. Hay muchas novelas sobre el tema, y muy buenas. Pero yo quería hacerlo de una manera brutal, sin adornos, con un lenguaje que no fuera ni siquiera arcaico a la manera de Alatriste. Que fuera directo, corto y seco. Tan duro como la historia. No me salió de golpe. Me llevó mucho tiempo. Las cosas que parece que salen de golpe son las que más trabajo dan. Tardé un mes, puliendo y sacando, dejando el esqueleto. Cualquier reflexión complementaria, cualquier personaje secundario, cualquier incursión lateral, cualquier diálogo de sobra hubiera arruinado ese efecto final de escopetazo o de estocada. Yo quería que el lector viviera esa noche, tuviera ese miedo, se mojara y corriera. Y que se enfrentara con ese final atroz. Necesitaba una economía de medios. Y eso da mucho trabajo.
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Lo que realmente me importa de los cuadros son los segundos planos. Toda mi vida me han fascinado los rincones, los personajes secundarios, los misterios en las esquinas. Eso me pasó también con el mural de Rivera. Soy de los que piensan que en los westerns de John Ford las cosas las explican mejor los sargentos que el protagonista. Los personajes y planos secundarios en los cuadros, en los libros, en las películas e incluso en la vida real explican mejor la realidad que las figuras centrales.
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¿Pero por qué Jenofonte va a Persia? Va porque el hombre se mueve por dinero o por afán de aventuras. O por las dos cosas. Basta leer Moby Dick . Dinero, afán de aventuras, valor y ya está. Ya tienes al hombre que echa a andar, que toma una coraza, una espada o un arpón y va a cazar la ballena y se va a matar a persas o troyanos. ...sa es la historia de la Humanidad: ambición más aventura más valor. Claro, el que no tiene coraje se queda toda la vida labrando la tierra como esclavo del amo. Es el otro el que se arriesga y el que muere. Y cuando no muere, a lo mejor, a veces, consigue el premio, o no. Pero por lo menos se mueve. Siempre he simpatizado con los hombres que ponen un pie delante del otro y avanzan. Nunca me han gustado los moluscos quietos en la concha. Tengo más simpatía por el pez que corre la aventura con la piel desnuda. Siempre he querido mucho más al que se arriesga, al que conoce mundos, se mueve y al final muere, pero cuando ha vivido. El molusco, en cambio, pasa toda su vida encerrado hasta el final.
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El libro que más me dejó de pequeño fuela Eneida . Allí descubrí que Eneas, un personaje secundario de la Ilíada , que yo había leído, era luego protagonista. Eneas estaba desesperado y decide morir matando. Y ese héroe en esa ciudad en llamas siempre me ha fascinado. Desde niño. Casi todos mis héroes son hombres a la ida, durante o a la vuelta de ese recorrido peligroso en el transcurso del cual el hombre se transforma. Ningún hombre lo es hasta que no tiene una Troya ardiendo a sus espaldas. El hombre o la mujer que han ido a Troya son diferentes. Y no hablo de ir a la guerra. Troya puede estar en un amor, en una aventura personal, en el trabajo, en una enfermedad, en los libros, en la lucidez.
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Y claro, cuando llegué al Templo Mayor, veía a esos estupendos animales, brutales y al mismo tiempo admirables, con sus hierros y espadas degollando indios y buscando oro. Y yo los estaba viendo y me decía: ¡Hasta aquí llegaron esos cabrones! Cargando sus hierros desde Veracruz, buscando El Dorado. ¡Hasta aquí llegaron! No puedo despreciarlos, ¿sabes? No los admiro desde un punto de vista moral. Pero los admiro en otro sentido: hicieron una hazaña increíble. Qué cojones. Lo que habrían hecho esas gentes si hubieran tenido buenos reyes y gobernantes, si hubieran podido vivir honradamente en su patria, qué distintos habrían sido España y el mundo. Lo diferente que hubiera sido todo, ¿no? En eso pensaba.
Entrevista | Arturo Pérez-Reverte
El escritor español vuelve al ruedo con
data:
Los murales de Diego Rivera en el Palacio Municipal en México D.F.:
http://www.spanishpodcast.org/fotos/mexico/murales_de_diego_rivera/
Del blog de Sergio Sandoval, ilustrador del libro de Pérez-Réverte, algunas ilustraciones del libro:
http://sergiosandovalmartinez.blogspot.com/2009/02/blog-post_20.html
http://sergiosandovalmartinez.blogspot.com/2009/02/continuacion-os-he-colgado-algunas-de.html
http://sergiosandovalmartinez.blogspot.com/2009/02/blog-post.html
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