"Esta piedra –dice la placa- conmemora la proeza de William Webb Ellis, que con un bonito desprecio hacia las reglas del fútbol, tales como fueron jugadas en su época, tomó la pelota en sus brazos y corrió con ella, originando así la característica distintiva del juego del rugby". Me saco la fotografía de rigor y entro sin problemas a Rugby School, en el centro de Inglaterra. Un cartel avisa que los alumnos se encuentran en examen. En un jardín, los estudiantes comparten lecturas y charlan. Y unos metros más adelante aparece el escenario del gesto fundacional realizado por William Webb Ellis en 1823. Jugué al rugby, pero cualquiera que ame al deporte sabría apreciar que está pisando una cancha mítica. Dos jóvenes patean a los palos. "En esta cancha, el barón de Coubertin encontró inspiración para fundar los Juegos Olímpicos de la era moderna", dice, palabras más, palabras menos, otra placa colocada en el lugar. Salgo de la escuela y llego al monumento a William Webb Ellis, "the local boy" que inspiró el juego del rugby", como dice una placa más. A metros está el Museo del Rugby ("Webb Ellis Rugby Football Museum) y también el bar William Webb Ellis. Y más cerca de la estación otro cartel que recuerda al Mundial de rugby, oficialmente llamado, como no podía ser de otra manera, Copa William Webb Ellis.
El problema comienza en el viaje de retorno a Londres. "De lo poco que se conoce sobre William Webb Ellis, podemos estar seguros de una cosa: él no inventó el juego del rugby". Así comienza Tony Collins el prólogo del libro que acaba de publicar en Gran Bretaña. "A social history of English Rugby Union", editado por Routledge, recuerda que la única fuente sobre la que se basa la leyenda es un texto escrito por Matthew Bloxham. Alumno de Rugby entre 1813 y 1820, Bloxham, en respuesta a un artículo periodístico sobre los orígenes del rugby, escribió en 1876 en la revista "The Meteor"que William Webb Ellis realizó su célebre corrida "en la segunda mitad de 1823" y así inspiró el nacimiento del juego. Bloxham contó que el hecho le fue relatado por "alguien". La Old Rugbeian Society formó en 1895 una comisión con la misión de establecer los orígenes del rugby. Bloxham había muerto en 1888 y no pudo ser consultado para dar mayores precisiones. Ellis, que jamás volvió a jugar rugby y se hizo obispo anglicano, había muerto en 1876 en Francia, sin imaginarse que cuatro más tarde el escrito de Bloxham le daría celebridad eterna. Así, sin más pruebas que ese relato, la comisión decidió que Ellis, "con toda probabilidad", fue el "innovador"al correr hacia adelante con la pelota. No importó que muchos otros lo hicieran antes que Ellis. Los irlandeses, por ejemplo, creen que Ellis tomó su corrida del Caid, juego que observó de niño, cuando su padre fue soldado en Irlanda, pero cuyo origen sería galés. Otros se remontan al "Harpastum" del Imperio Romano, copiado tal vez de juegos de China y Japón. O del "Episkyros" de la Antigua Grecia. La ciudad de Rugby (Rokeby en el 1200) debe su nombre a la ocupación vikinga del año 865 y los bárbaros, afirman otros historiadores, corrían con una pelota jugando al "knattleir" mucho antes que en esas mismas tierras lo hiciera el joven Ellis, si es que alguna vez lo hizo.
El nuevo libro de Collins reproduce párrafos enteros de "Tom Brown’s Schooldays", un libro de 1857 escrito por Thomas Hughes, un alumno de Rugby en 1830. El libro de Hughes es una colorida y minuciosa descripción del colegio y de la vida deportiva de sus alumnos. Y no tiene siquiera una mención sobre William Webb Ellis, un padre fundador mítico, pero de escaso rigor histórico, según coinciden en afirmar otros respetados historiadores del rugby. El libro de Hughes, que tuvo cincuenta reimpresiones y fue citado como lectura imprescindible por el ex presidente de Estados Unidos Theodore Roosevelt, refleja los valores de la Inglaterra victoriana y ensalza al célebre director de la escuela, Thomas Arnold, y su entusiasmo por el deporte como disciplinador de mentes y cuerpos. El juego servía para formar "verdaderos hombres" en una escuela que, como dice Hughes en la página 233 de "Tom Brown’s Schooldays", no veía mal la amenaza y la intimidación contra los alumnos "afeminados". Los primeros reglamentos de Rugby frenaron la anarquía y el salvajismo del juego. Pero, ante todo, terminaron por definir un nuevo deporte e impulsaron en 1871 la fundación de la Rugby Football Union (RFU). El juego adquirió inmediata y gran aceptación, ya no sólo en las escuelas de élite como Rugby, Eton o Westminster, sino también en el norte más proletario. Pero los clubes del norte, hartos de que la RFU considerara antirreglamentario el pago a los mineros que perdían un día de trabajo, pero no a los "gentleman" del sur que recibían viáticos, se rebelaron en 1895 y crearon la National Rugby League (NRL). La RFU, según Collins, no era sin embargo tan elitista como el remo, que directamente prohibía competir a los obreros. La RFU no temía a la masificación, pero en 1886 reglamentó el amateurismo y, a través del rugby, pretendió imponer al norte proletario "los valores morales de las clases medias". Collins ironiza recordando que tres años después, esos valores sufrieron un duro golpe en un partido ante Nueva Zelanda, cuando el jugador inglés Frank Evershed aprovechó el parate del resto para que el rival Andrew Stoddart se cambiara el pantalón y anotó un try para Inglaterra que, pese a las protestas visitantes, fue convalidado por el árbitro Rowland Hill, un célebre estandarte del amateurismo.
La historia social de la RFU contada por Collins sugiere que el rugby union exageró el rol que tuvieron sus jugadores en la Primera Guerra Mundial. En esa guerra, cuenta Collins, los soldados afiliados a la RFU tenían prohibido jugar rugby con los de la NRL. Se podía practicar el deporte en un momento de distensión en el frente de batalla, pero no con soldados afiliados a la NRL, porque estos eran jugadores "profesionales". La selección inglesa fue formada históricamente por mayoría de jugadores educados en las "public schools", escuelas de pago de las clases medias altas que, en los tiempos de Ellis y también en los actuales, abarcan al tres o cuatro por ciento de la población estudiantil. Jugaban rugby para formar su carácter, no para ganar dinero. Y el juego era de los jugadores, no un espectáculo comercial. Los escoceses, aún más conservadores, recuerdan la respuesta del dirigente James Aikman Smith cuando el Rey Jorge V le preguntó en un partido de Twickenham de 1922 por qué sus jugadores no llevaban número en las camisetas. "Mis jugadores –dijo Aikman- son personas, no ganado". Los tiempos cambiaron y en 1995 la RFU se rindió al profesionalismo.
"El mito de William Webb Ellis"
EZEQUIEL FERNÀNDEZ MOORES
(canchallena.com, 14.07.09)
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