18.12.10
película multicapas
ANTICRISTO
fuente: http://www.imdb.com/title/tt0870984/
Hace unos meses, escuché al escultor Enio Iomi, en un video proyectado en su exposición retrospectiva en el Centro Cultural Recoleta, decir que en los ’60, tenía sentido ser artista, porque cuando exponías algo nuevo, la gente se indignaba, te insultaba y hasta se peleaban por una muestra. “Ahora nos convertimos en decoradores. La gente compra nuestros cuadros mirando si combina con la pintura de las paredes de su casa. No importa lo que digas, te aplauden igual. Por eso digo que la pintura está muerta”.
Esa frase vino a mi mente hace unos días, con la visión de la última película de Lars von Trier, “Anticristo”. Silbada y abucheada en Cannes, destruida por los críticos por su “misoginia”, repudiado en blogs y foros de Internet, “Anticristo” tiene esa vocación de obra maestra, no tan frecuente en estos últimos tiempos cinematográficos. Visualmente notable, con un trabajo actoral titánico, con un guión en varias capas, “Anticristo” es una fiesta para los que amamos el cine. Es de esa clase de películas que permite una larga discusión post-café, para intentar desentrañar los posibles significados que nos presenta su creador. Sólo por eso, hay que agradecer la audacia de tipos como Lars von Trier que sigue corriendo el límite, animándose más, siempre un poquito más.
“Anticristo” es un descenso al infierno en el paraíso. Hay un prólogo y un epílogo, sin diálogos, en blanco y negro. En el medio, una serie de capítulos, contando la historia de una pareja convulsionada por una tragedia. Él, terapeuta; ella escritora. La película empieza con el plano detalle de una penetración. Concentrados en el acto sexual, la pareja no se da cuenta que, en la habitación de al lado, su bebé se bajó de la cuna, se trepa a una silla y cae por la ventana. El resto es la etapa del duelo, la depresión profunda de la mujer y el trabajo del marido, el terapeuta, para explorar el universo de dolor de su esposa. La tarea los lleva a una casa en medio de un bosque, donde la mujer pasó con el niño algunas semanas de vacaciones, mientras terminaba su investigación para un libro.
En un primer nivel de interpretación, “Anticristo” es la descripción de un viaje al interior de la mente humana, a ese nivel donde la maldad convive con la psicopatía. Podemos leer el Edén donde transcurre la mayor parte de la película, como una metáfora de la mente de la mujer en duelo.
La mención al Edén, indefectiblemente, alude a la historia de Adán y Eva en su paraíso perdido. Algunos símbolos mitológicos refuerzan la posibilidad de ver la película en un marco más amplio. Una tríada (el ciervo, el cuervo, el zorro); la mención a la brujería; la naturaleza como la Iglesia de Satán; la mujer como protagonista de esa fuerza oscura. Se puede entender la película sin comprender esos símbolos. Pero están porque von Trier nos quiere decir algo más, quiere insertar esa historia individual en un marco histórico más amplio.
Los lectores de Robert Graves encontramos ciertas concordancias al ver “Anticristo”. Ese bosque (un robledal, árbol principal en la mitología), la brujería, el frenesí sexual, la presencia del “rey” baldado, son elementos de los cultos matriarcales originarios, de la Triple Diosa citado por Graves. En “Rey Jesús”, Graves plantea la hipótesis de la crucifixión del nazareno como la coronación de Jesús según los ritos de la Diosa a la que viene a derrotar. La imposición del catolicismo arrasa con los cultos matriarcales cuyos ritos se practican, en secreto, en el interior de los bosques.
Un ejercicio intelectual de interés es rastrear esos símbolos mitológicos y buscarle sentidos. ¿El ciervo está porque es el animal que representa a Diana? ¿El cuervo tiene que ver con Apolo o con la mitología nórdica? El zorro es un misterio: es un personaje de los mitos japoneses (una especie de demonio astuto) pero también tiene su presencia en el universo mítico americano.
No obstante, pese al divertimento en encontrarle sentido a los símbolos de “Anticristo”, no es éste el ejercicio fundamental de la película. Es más útil prestarle atención al cambio que sufre el protagonista (representante del pensamiento racional, analítico, hombre que cree que los misterios son sólo hechos naturales no conocidos aún, pero que tienen una explicación) cuando llega al bosque. Porque sus certezas empiezan a tambalear en cuanto ve al ciervo. Hay algo en ese bosque que desafía su lógica.
En principio, el bosque se define por el verde, por la vida, por la tranquilidad. Pero basta que caiga un pichón muerto comido por las hormigas, para entender que esa vida se sustenta en la muerte, en lo oscuro, en la descomposición, en lo corrompido. La protagonista ha entendido esa materia oscura como parte de su naturaleza y se ha rendido a ella. En su seno está la vida y la muerte y su única debilidad es el placer que el hombre que le genera.
Violenta, poderosa, suficiente, su única debilidad es la dependencia sexual de su pareja; empieza a entenderse el sentido de la mutilación, en una de las cruentas escenas del filme.
Lars von Trier recupera esa línea del catolicismo primitivo que ponía bajo sospecha al sexo femenino (y por extensión, a todo el sexo). Tal vez por eso “Anticristo” se haya ganado el mote de misoginia, con esa facilidad para los rótulos que suelen tener los críticos.
La riqueza conceptual de la trama de “Anticristo” exigía dos monumentales actuaciones para no derrumbarse en el ridículo. Y Lars von Trier consiguió dos pesos pesados que se bancan escenas comprometidas donde dejan jirones de piel. Williem Dafoe y Charlotte Gainsbourg dan una lección: la actuación es un juego de audaces.
La fotografía de Anthony Dod Mantle, la dirección de arte de Tim Pannen y la banda de sonido, son otros pilares críticos de la película. Escenas destacadas: la secuencia inicial; la escena de sexo al pie del árbol; la escena del zorro que habla (la voz es la del mismo Lars von Trier); la escena de la masturbación de Charlotte Gainsbourg; la eyaculación sangrienta.
Las mejores frases, mañana.
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