18.2.11

fantomas

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… Ocurre hace exactamente un siglo, en París.

Pierre Souvestre, periodista y abogado, apasionado por los autos y organizador de rallys, ex director de Le Monde diplomatique, había escrito de manera conjunta con su secretario, Marcel Allain, un folletín titulado Rour , que habían publicado con bastante éxito en 1909 en la revista L’auto (hoy L’Equipe), en la que Souvestre colaboraba.

Como ejercicio de marketing, para mantener el interés de los lectores mientras se les ocurría un nuevo folletín, habían empezado a publicar en L’Auto una serie de viñetas en las que se anticipaba que dos periodistas del medio estaban tras la pista de un escándalo de proporciones, que había sucedido en una carrera, y que se publicaría apenas hubiesen terminado de confirmarlo.

El director del diario Le Matin, uno de los más influyentes del momento, que había pasado por un incidente confuso en una competencia, se sintió aludido, y fue a L’Auto a quejarse. Descubrió que los periodistas no sabían nada de su caso, ni de ningún otro, y que simplemente estaban implementando una estrategia publicitaria. El hombre quedó tan impresionado con la visión comercial de Allain y Souvestre, que le recomendó a su amigo, el editor Artheme Fayard, que los contratara.

Fayard estaba buscando a alguien que pudiera inventar un personaje que desplazara a Arsène Lupin. Lupin, con rasgos típicamente franceses, había sido creado por el novelista Maurice Leblanc para el editor Pierre Laffite unos años antes para, a su vez, competir con Sherlock Holmes. Lupin era el reflejo invertido del detective británico: era un ladrón de guante blanco que planeaba, con el mismo método racional, de observación, intuición e ingenio que Holmes, lo que iba a ocurrir con cada movimiento que hiciera, y utilizaba todos sus recursos para que nada se interpusiera entre él y sus objetivos.

Allain y Souvestre inventaron un personaje que era “el mayor criminal de todos los tiempos”, que no dudaba en torturar y en matar para alcanzar sus fines. Tenía una gran inteligencia y constantemente podía cambiar de fisonomía, de figura y de personalidad. El rostro lo llevaba siempre oculto. Sus habilidades físicas estaban más allá de cualquier comprensión. Repentinamente, era poseedor de los superpoderes más insólitos. No se oponía al orden público porque tuviera unas ideas sociales determinadas, unos fines revolucionarios o simplemente quisiera denunciar determinado estado de las cosas. No: su único objetivo era asustar.

Se pusieron de acuerdo para ponerle al personaje el nombre de “Fantomus”. Pero cuando le presentaron a Fayard una carpeta con el adelanto del proyecto, Fayard, que era miope, leyó Fantomas, y quedó encantado con el nombre y con la idea, y los contrató para que escribieran 24 novelas en serie, a un ritmo de una por mes.

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La primera, Fantomas, se publicó el 10 de febrero de 1911. Finalmente escribieron 32, en tres años. Según declaró Allain en 1969, poco antes de morir, entre los dos se alternaban los capítulos, que muchas veces ni siquiera escribían, sino que dictaban a una dactilógrafa, y en diez días tenían terminado cada libro, desde su concepción hasta su corrección. Souvestre había muerto en 1914. Después de su fallecimiento, Allain había escrito otros 12 textos, hasta 1963. En todos los libros figura el nombre de Fantomas en el título.

Con Fayard habían acordado un pago de 1.500 francos por manuscrito, de acuerdo con lo que se esperaba que iban a ser las ventas. Sin embargo, cuando se presentaron a cobrar los derechos de los dos primeros libros, el cajero de la editorial no les quiso pagar. Protestaron con Fayard, que les dio un cheque bancario a cada uno. Allain se alegró al leer que le correspondían 2.200 francos; pensó que había derechos que ignoraba. Sin embargo, Fayard le hizo notar que no eran 2.200 sino 220.000 francos lo que le estaba pagando. Sólo el primer volumen había vendido 800 mil ejemplares.

La crítica ha considerado a Fantomas como la gran expresión crepuscular, tardía, de lo que había sido el folletín o novela popular, que había emergido a comienzos del siglo XIX, acompañando los progresos tecnológicos de la prensa y los procesos de alfabetización del siglo XIX, incorporando un enorme volumen de lectores nuevos. Incluso hasta 1870 no hubo educación pública en Francia, y el analfabetismo llegaba al 50%.

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En la serie de Allain y Souvestre, el personaje de Fantomas es inseparable de Juve, su perseguidor, un policía de París que no se detiene ante nada con tal de destruir a su oponente. Adelantada la saga, Juve descubrirá que en realidad Fantomas y él son hermanos.

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Al lado de Juve está siempre Fandor, un periodista amigo que también es feroz con Fantomas. Fandor está enamorado de una joven preciosa e inteligentísima que resulta ser la hija de Fantomas. Juve y Fandor mueren en el naufragio del Gigantic, en la última novela escrita a cuatro manos. Para la continuación de las aventuras, en 1919, Allain cuenta que el policía y el periodista, al naufragar el barco, habían salido despedidos y se habían incrustado en un iceberg, donde quedaron en estado de hibernación, hasta que el pedazo de hielo llegó a Marsella.

Otros personajes que rodean y hacen al Genio del Mal son Bouzille, un marginal que está en todas partes y escucha todo lo que se dice, pero a veces auxilia a Juve, y a veces a Fantomas, y el Profesor X, el sabio que aporta a Fantomas todos sus conocimientos para que encare sus desafíos más difíciles.

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Fantomas, se ha dicho, es tan inasible como ese impreciso malestar de vísperas de masacre que merodea las grandes ciudades: al igual que éste, “su sombra planea sobre los misterios más extraños, sus rastros se encuentran junto a los crímenes más inexplicables”. Es una suerte de depositario de todas las fobias, de toda la agresividad y de todos los terrores de su época. En el horizonte, se encuentra la Guerra del 14.

EZEQUIEL ALEMIAN
“El mayor criminal de todos los tiempos”
(“ñ”, 11/02/11)

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