libreta chatarra: robert doisneau

En el Centro Cultural Recoleta, se exhibe en estos días, una excelente exposición del fotógrafo francés Robert Doisneau. La data de la exposición en:

http://centroculturalrecoleta.org/ccr-sp/exposiciones/2011/04/13/robert-doisneau/#more-940

Doisneau es uno de los próceres de la fotografía, autor de la célebre (y polémica) “El beso”.

Para tentarlos a visitar la exposición, una picadita de frases de Doisneau junto a un puñadito de sus fotografías, tomadas personalmente en la exposición en el Centro Cultural Recoleta. Las fotos de la muestra en el album citado en las fuentes al pie.

“La fotografía es la mirada. O se tiene o no se tiene”.
WILLY RONIS, fotógrafo

Desobedecer me parecía una función vital y no me privé de hacerlo.

No fotografío la vida como es, sino como deseo que sea.

Yo no he visto pasar el tiempo, estaba demasiado ocupado en el espectáculo permanente y gratuito que me ofrecían mis contemporáneos en cuanto se presentaba la ocasión de capturar una imagen al pasar.

En mis imágenes procuro encontrar, en los personajes, un espacio interior por donde corra el aire; es lo que en definitiva le da vida a una fotografía.

Los fotógrafos se han convertido en algo sospechoso. La magia se ha roto.

Mis jóvenes colegas no pueden imaginar con qué menosprecio eran considerados los que declaraban dedicarse a la fotografía.

Yo tenía -con los ojos nuevos- una visión aguda sobre las personas y su escenografía. Deseaba compartir esta alegría natural con otros cómplices porque los decadentes refinados me tenían alejado. En este entorno banal que era el mío recibía fragmentos de tiempo en los que lo cotidiano parecía liberado de la gravedad. Mostrar estos momentos podía ocupar toda una vida.

Los fotógrafos están siempre justificandose.

(“El beso del Hotel de Ville”) no es una foto fea, pero se nota que es fruto de una puesta en escena, que se besan para mi cámara.

Nunca me habría atrevido a fotografiar a personas así. Amantes besándose en la calle, esas parejas rara vez son legítimas.

No es agresiva y permite un gesto de cortesía al tener que agachar la cabeza.
Sobre su primer cámara, la Rolleiflex, que usó durante 39 años hasta cambiarla por una Leica.

París es un teatro en el que se paga el asiento con el tiempo perdido. Yo me planto allí con mi pequeño rectángulo y espero.

Mis fotos son casi todas de niños abandonados, porque la gente los adopta y los cría en su mente.

Las maravillas de la vida diaria son tan emocionantes; ningún director de cine puede organizar lo inesperado que se encuentra en la calle.

Describir es destruir, sugerir es crear.

Tal vez si tuviera 20 años, el éxito podría cambiarme. Pero ahora soy un dinosaurio de la fotografía.

Hoy en día la imaginación visual de la gente es mucho más sofisticada, mucho más desarrollada, particularmente en los jóvenes. Ahora usted puede hacer una imagen que sugiere algo, sólo un poco, y ellos pueden hacer de ella lo que quieran.

Estoy bastante contento con mis fotos. He estado conviviendo con ellas por años y nos conocemos cada uno, así que siento que tengo derecho a decir que las imágenes tienen una vida y un carácter propio. Tal vez son como las plantas que en realidad no va a florecer a menos que usted hable con ellos.

El fotógrafo debe ser absorbente como un papel secante, dejarse penetrar por el momento poético... Su técnica debe ser como la función de un animal: debe actuar de forma automática.

Si usted toma fotos, no hable, no escriba, no se analice y no responda cualquier pregunta.

Me gusta la gente por sus debilidades y defectos.

No suelo dar consejos o recetas, pero hay que dejar que la persona que mira la fotografía de alguna forma la termine. Usted debe ofrecer una semilla que crezca y abra sus mentes.

Estos documentos son como cenizas del tiempo.

Quise atravesar la vida en puntas de pie.

Yo soy un cazador clandestino de lo efímero.

En el fondo el fotógrafo, como las películas que emplea, debe convertirse en una mera superficie sensible.

Un fotógrafo que hizo una foto de un momento espléndido, una pose accidental de alguien o de un hermoso paisaje, es un descubridor de tesoros.

Una centésima de segundo aquí, una centésima de segundo que, incluso si las pones juntas, suman sólo uno, dos o quizás tres segundos, rozando la eternidad.