4.7.11

la ovación de la noche

la nación

Hay pequeños gestos que hablan más de una sociedad y de su manera de pensar que varios tomos de sesudos ensayos sociológicos. En la fría noche del viernes, en la ciudad de La Plata, asistimos a uno de esos momentos radiográficos de la psicología argentina.

Argentina y Bolivia abrían la Copa América, en lo que sería un decepcionante empate para el conjunto local. La presencia de Leo Messi, el mejor jugador del mundo, captaba la atención mundial. Pero en la primera pantalla de la noche, Carlos Tévez se llevó una ovación, seguida de una indiferencia absoluta cuando la cámara tomó a Messi. En esta confrontación de egos, el Jugador del Pueblo se llevaba la adoración incondicional de la popular.

En el campo, volvieron a verse los problemas de coordinación de las dos figuras. Tévez anula el juego de Messi. Y eso se volvió más relevante en el segundo tiempo, en el que Tévez jugó en su posición de 9, retrasando a Messi a un incomprensible deambular en el mediocampo, rodeado de jugadores rivales.

Que Argentina no haya podido ni en el Mundial, ni en este debut en Copa América, aprovechar las virtudes de Messi habla más de las deficiencias propias para maximizar su talento que de la falta de capacidad del genio de Barcelona. Y ahí hay un síntoma muy característico de nuestra sociedad: devaluar al talentoso, para dar oportunidades al que nos cae más simpático. En un elenco de figuras superlativas, Tévez no se ha mostrado superior para ganarse la titularidad. Su aporte es muy inferior a lo mostrado o prometido por Pastore, Agüero, Milito, el propio Higuain. Pero la presión de la popular y de la prensa deportiva es tan persistente que torció la mano de Batista quién ahora hace malabares para que el equipo no se desequilibre. Algo parecido al 4-4-2 pregonado por Maradona antes de ir al Mundial y que se vino abajo, como un castillo de naipes, al incluir a Tévez en la formación titular.

Las críticas se dirigen a Messi, a su supuesta falta de actitud, a que en Barcelona está rodeado de figuras que juegan para él. Ninguna crítica similar se registra hacia Tévez, pese a que pasó la noche del viernes peleando más que jugando, casi sin pasar la pelota ni generar peligro alguno. Tévez no juega para el equipo, juega para él; pero las críticas se acumulan a los pies de Messi.

Como sociedad no nos molesta el exceso de individualismo aunque roce el egoísmo. El lugar común de “morir con la mía” es aplaudido como un símbolo de valentía. Aunque el capricho de uno signifique la muerte de todos. En cambio, las genialidades de Messi, son ignoradas, devaluadas, tergiversadas. Que rodearlo de figuras produzca más ganancias que rodearlo de figuras a Tévez, es una evidencia dejada de lado. En suma: el tipo talentoso tiene que triunfar afuera. Acá no se le darán las condiciones para brillar. Se le exigirá más de lo que se le exige a otros. Se lo ninguneará.

Mientras escribía este post, recordé otro escrito hace unos años, en septiembre de 2003, cuando definí el “síndrome Batistuta” para referirme a la marginación de Gonzalo Quesada en Los Pumas en el Mundial de ese año. Tal vez vale la pena pegarle una mirada, para darse cuenta de lo que no es un fenómeno reciente:

http://www.superchatarra.com.ar/edanteriores/octubre2003/um0310_1.htm

Ocho años después, vale recordar que Batistuta se retiró cómo máximo goleador histórico de la Selección sin un partido despedida de homenaje y que Gonzalo Quesada hoy entrena pateadores para la Selección de Francia (quién sí supo valorar su talento frente a los palos).

Hay una cereza más en la noche del viernes, una muestra del grado de incultura futbolística que ha caído nuestra comunidad futbolera y que explica cómo seguimos cayendo posiciones barranca abajo. En la fría noche del viernes, Leo Messi se llevó una ovación de la hinchada argentina: cuando enfrentó, en un entrevero en el área, a un defensor boliviano, frente contra frente, en actitud de matón. Ahí la hinchada cantó “Leo, Leo, Leo”. Cuando el tipo se hace el compadrito, aplauso; cuando intenta eludir a cuatro ñatos a puro gambeta, indiferencia y / o silbidos.

Nunca quedó más en claro la escala de valores del público futbolero argentino promedio.

No es extraño, por tanto, que Barcelona o el España campeón sean equipos no bendecidos por gran parte del amplio espectro del periodismo deportivo local. Como los títulos acumulados por el Barsa o el campeonato mundial ganado por España, se dan de bruces con el mote de equipos que hacen fulbito o que juegan con los arcos en los laterales, el argumento opositor pasó a ser que no se tienen los mismos jugadores. Léase, no podemos aprender nada de la experiencia del Barcelona o de España, no hay nada para imitar o intentar. Así que sigamos jugando de la manera que jugamos.

Es en estos momentos en que el amante del buen fútbol lamenta que Messi no se haya nacionalizado español y esté jugando con la camiseta española. Sería la cereza del postre para un equipo casi perfecto. Y, seguramente, podríamos mirarlo brillar desde esta otra vereda, rezongando en voz baja por no tenerlo con la celeste y blanca.

Por lo menos, por el bien del fútbol, habría dejado que brille el crack.

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