21.2.12

media docena de bidones en el sótano

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¡Que tipo agradable que es Bela!

Eso debían pensar de Bela Kiss sus vecinos de Cinkota, una localidad cercana a Budapest. Bela era un hojalatero, veinteañero, buen mozo y agradable. Afecto a las fiestas, era un hombre muy leído. Autodidacto, tenía la suficiente cultura para hablar, de igual a igual, tanto de arte como de historia con el más educado de sus vecinos. Ese don de gente más su notable generosidad, lo habían ubicado como una persona querida por sus vecinos y soltero codiciado por las mujeres del pueblo.

Bela Kiss había llegado a Cinkota en el 1900 y había alquilado una casa en el número 9 de la calle Kossuth. Contrató a una ama de llave, Jakubec, para realizar las tareas domésticas.

Dado que en el pueblo había limitadas posibilidades de encuentros románticos, Bela alquiló un sitio en Budapest, donde concretaba sus citas con señoritas a las que había contactado por avisos en los diarios. Su discreción no pudo evitar que los chimentos del pueblo reflejara la sucesión de bellas damas que pasaron, no sólo por Budapest, sino por su propia casa en Cinkota.

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Pero así como venían, se iban y Bela Kiss no volvía a hablar de ellas. A la Señora Jakubec (que cuidaba celosamente de su patrón), Bela le ordenaba no venir durante las estadías de esas mujeres que frecuentaba por cortas temporadas.

Los tiempos cambiaron y las preocupaciones por la vida sentimental del Señor Kiss dio paso a la inquietud por la proximidad de la guerra. La Primera Guerra Mundial estaba en el aire y cuando finalmente llegó, se llevó al Señor Kiss que fue movilizado al frente. En vano simuló una afección cardiaca: los estudios médicos indicaron que estaba perfectamente sano y no pudo eludir la convocatoria militar.

A mediados de julio de 1916, llegó el rumor de que Bela Kiss había muerto en el frente de batalla. El propietario de la casa del 9 de la calle Kossuth, visitó el inmueble con el objeto de ponerlo en condiciones para un nuevo inquilino. En la tarea, bajó al sótano y encontró los bidones de nafta que Bela Kiss había acaparado preparándose para la inminente guerra.

Cuando Bela Kiss todavía residía en Cinkota, el alguacil habló con Kiss, haciéndose eco de los rumores del pueblo que aseguraban que Bela estaba almacenando licor ilegal en su sótano. Kiss quitó las dudas del alguacil, asegurándole que lo que almacenaba era combustible previendo la guerra que estaba por caer sobre Europa. Para probarlo, abrió un bidón y le mostró que estaba lleno de combustible.

Ahora, cuando al perforar uno de los bidones se desprendió un nauseabundo olor, el propietario no dudó en llamar a la policía. Charles Nagy, jefe de detectives de la policía de Budapest, fue al lugar con un par de agentes. La Sra. Jakubec se oponía, furiosamente, a que tocaran las propiedades de su patrón. Pero Nagy no le hizo caso y abrió el bidón.

En su interior, Nagy encontró el cuerpo de una joven de cabellos castaños, ahorcada, aún con la soga con la que se había efectuado el asesinato. El cuerpo había sido mantenido con alcohol de madera que llenaba el bidón.

La policía abrió el resto de los bidones. Menos uno, conteniendo combustible, el resto guardaba una mujer estrangulada en su interior. La policía húngara siguió con la pesquisa y reviso la propiedad entera: encontraron más cuerpos de mujeres enterradas. Todas habían sido preservadas en alcohol que mantuvo los cadáveres razonablemente bien para ser identificados.

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Nagy dio aviso al ejército para detener a Kiss en el frente de guerra, por si los rumores de su muerte eran mentira. La Sra. Jakubec se quebró en el interrogatorio policial, declarando que desconocía que su amado patrón fuera un asesino serial. Y, colaborando con la policía, entregó la llave de una habitación que Bela Kiss le había ordenado no entrara nadie.

En la habitación, Nagy encontró la correspondencia de Bela Kiss con más de un centenar de damas, muchas de ellas ofreciéndose en matrimonio. Así, Nagy empezó a desenredar la madeja de los crímenes. Bela Kiss se enfocaba en jóvenes damas solteras y con recursos económicos, sin parientes cercanos que pudieran extrañarlas cuando desaparecieran. Kiss las engañaba para que le dieran su dinero y luego las mataba.

Con las cartas y los cuerpos, Nagy empezó la ardua tarea de identificar a las víctimas. Aunque sospechaba que mató a más de una treintena de mujeres, pudieron probarse por lo menos 24 crímenes.

Mientras avanzaba la investigación policíaca, el paradero de Bela Kiss era confuso. El desorden del frente bélico y lo común que era el apellido Kiss, dificultaba la identificación del asesino. En un hospital serbio (en poder húngaro), alguien aseguró que Kiss había fallecido de tifoidea un año antes. En octubre de 1916, Nagy recibió una rectificación de la información y ahora decían que estaba vivo y era paciente del lugar.

Nagy fue a visitarlo. Pero encontró un cadáver en la cama de Kiss. El asesino serial colocó el cadáver de otro soldado en su lugar y huyó, seguramente alertado de la pesquisa policial.

En los próximos años, los informes de la aparición de Bela Kiss se sucedieron uno tras otro: en 1920, en la Legión Extranjera; encarcelado en Rumania; muerto por fiebre amarilla en Turquía; visto caminando en 1919 en las calles de Budapest; en 1932 lo vieron caminar por Times Square, en Nueva York; en 1936, portero de un edificio neoyorquino; marchó a Sudamérica, donde se “camufló” por su tez oscura.

Los rastros de Bela Kiss se perdieron. Nadie sabe si siguió matando en su nuevo paradero.

El Monstruo de Cinkota había logrado salirse con la suya.

FUENTES:

Un artículo en el sitio Kruela Ciberanika:
http://kruela.ciberanika.com/belakiss.htm

El artículo en Wikipedia, en inglés:
http://en.wikipedia.org/wiki/Béla_Kiss

El artículo en Crime Library:
http://www.trutv.com/library/crime/serial_killers/history/bela_kiss/1.html

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