23.4.12

de cualquier modo

Hay una máxima futbolera que suele ser bastante acertada: “Se juega como se vive”.

La cámara toma, al final del partido, al autor del único gol del importante encuentro por el ascenso. El goleador se para ante la cámara y, muy suelto de cuerpo, exclama: “Lo dije en la semana: este partido lo teníamos que ganar de cualquier manera. Y lo ganamos”.

El periodista asiente, encandilado por la convicción maquiavélica del jugador.

Ganar de cualquier manera. Pero ganar.

El hecho es nimio pero significativo.

Descarnadamente, con orgullo patriótico, el goleador clavó el cuchillo en la psiquis nacional y extirpó el corazón latente del pensamiento argentino. Ésa es la clase de sociedad en la que nos convertimos, una sociedad orientada a resultados logrados sin el menor escrúpulo.

Algunas sociedades consideran tan importante el resultado logrado como el modo que se obtiene. Sociedad meritocráticas en los que se premia el esfuerzo, el trabajo, el talento, la perseverancia y el juego limpio. En sociedades mafiosas como la Argentina, alguien puede declarar, sin ponerse colorado, que sólo importa ganar del modo que fuera.

El goleador no es ningún delincuente, no es una mala persona, no es un cretino. Sencillamente es un argentino. Y ha aceptado que esa ausencia total de reglas morales a la hora de actuar es el norte en el que basa su conducta. Seguramente hay que darle la razón: un tipo que se atenga a reglas está condenado al fracaso en una sociedad de corte mafioso.

Lo peor del caso es que el goleador integró un equipo que jugó verdaderamente bien y que fue claramente superior a su rival. Sin embargo, lo primero que se le ocurrió decir es ganamos del modo que fuera, pero ganamos. Si había necesidad de ganarlo quebrando a alguno o metiendo un gol con la mano, era lo mismo. Valía igual porque sólo vale ganar.

La historia muestra que, muchas veces, las mejores aspiraciones chocan contra el azar. No siempre gana el mejor, no siempre se logra lo que se desea, no siempre se obtiene lo justo. Se trata de hacer lo mejor, dando el máximo esfuerzo. Y si no se puede, bueno, se intentó con el corazón satisfecho de no haberse guardado nada.

Aquellas sociedades que se orientan por resultados, hacen análisis ex-post, cuando todo ha pasado. Es cómodo y fácil. Y no hay que pensar demasiado.

No decimos que el resultado no sea importante; decimos que no es exclusivo. Se puede llegar al mismo resultado por distintos caminos. E identificar los caminos, nos permite señalar conductas que pueden ser repetidas con éxito. Y hay otros caminos que deben ser excluidos por ser, moralmente, reprobables.

Los individuos que sólo ven el éxito o el fracaso, suelen ser mediocres. Y las sociedades que se vanaglorian de sólo alabar el resultado, sin importarles el camino recorrido, no son menos mediocres que ellos.

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