1.6.12

del archivo chatarra: tango que me hiciste mal y sin embargo te quiero

El 11 de octubre del 2000, en “Super Chatarra Special” hicimos uno de los primeros especiales de la página, dedicada al Día del Tango:

http://www.superchatarra.com.ar/speciales/tango.htm

En una de las secciones, seleccionamos declaraciones periodísticas de algunos personajes del tango argentino. Queremos rescatar parte de esa sección (“Papel Prensa”) que titulamos “en dos por cuatro”. En este post le agregamos algunos videos con los temas, posibilidades de you tube que no existían, todavía, hace doce años.
Son lazos demasiado fuertes los que me unen a Gardel, tal vez fue de él que tomé aquello de buscar la sobriedad en los recursos expresivos; me gustaría pensar que cuando uno escribe, cuando uno hace sus cosas evita los gritos, la furibunda adjetivación, y me parece que Gardel cantaba con la mitad de lo que tenía y ofrecía la otra mitad para que se la adivinaran. También me gustaría pensar que nos une, aunque se trate de dos Buenos Aires distintos el suyo y el mío, una misma y discreta vinculación con la tierra maestra.
ALEJANDRO DOLINA

Los payadores y milongueros anteriores a él habían cantado casi en voz baja, con una entonación que oscilaba entre lo cantado y lo oral. Carlos Gardel fue acaso el primero que dejó ese desgano y cantó con toda voz. Fue también el primero que acometió con toda deliberación lo patético.
JORGE LUIS BORGES
Prólogo del libro "Carlos Gardel" de Carlos Zubillaga



Borges me hizo una pregunta casi brusca: ¿Con qué autoridad, con qué conocimiento canta usted estos temas? No había intención agresiva sino simple curiosidad, acaso certeza de mi obligado dominio del asunto. Le
contesté también sobre una suposición:
-Bueno, los canto porque los entiendo y los entiendo porque los he vivido. Lo mismo que usted, que los escribió porque los conoce, porque los vio.
-No, en mi caso no es así -me dijo-. Yo no he tenido la fortuna que usted tuvo. Estos personajes y estas historias me llegaron por otros, por terceros. O son imaginarios.
Y como reflexionando, todavía agregó:
"No tuve su suerte. Mi madre no quería que saliera a la calle: yo estaba siempre detrás de las rejas".
EDMUNDO RIVERO
"Una luz de almacén"

Venía de una gira por el interior del país, en donde nos había ido muy mal. Sin un centavo me fui a la casa de mi hermano Armando, allá en la calle Laguna. Allí surgió "Yira... yira" en medio de las dificultades diarias, del trabajo amargo. Pero en aquel momento el tango no salió. No se crea en medio de un dolor, sin o con el recuerdo de ese dolor.
ENRIQUE SANTOS DISCÉPOLO



... la eximia maestra Nadia Boulanger a Piazzolla, cuando Astor -en 1945- ganó una beca para estudiar en Francia. Piazzolla llegó al estudio de la Boulanger con dos portafolios llenos de partituras de música clásica escritas por él. Nadia vio y escuchó durante dos semanas. Al final le preguntó a Astor:

-¿Qué es lo que hace en su país? ¿Qué música toca?

Con mucha vergüenza, Piazzolla le confesó que hacía arreglos de tango, que incluso había tocado con Troilo y dirigido su propia orquesta. Y le confesó que estaba cansado de todo eso, que su destino estaba, o le parecía que estaba, en la música clásica. Nadia le pidió que le mostrara algo propio y Piazzolla respondió: "Tengo un tango, 'Triunfal' se llama..."

-Toquelo en el piano-le ordenó la maestra.

Piazzolla le aclaró que su instrumento era el bandoneón, pero igual se animó a complacerla. Cuando terminó, recibió esta felicitación y este consejo de Nadia Boulanger:

-Astor, esto es hermoso, me gusta mucho. Aquí está el verdadero Piazzolla. No lo abandone nunca.



Cuando murió Manzi, (Troilo) fue a su casa, se encerró en la cocina y compuso "Responso". De un tirón. Lo grabó y no quiso tocarlo nunca más. 



Recuerdo muy bien cuando escuché por primera vez "Volvió una noche", en el patio colorado, con el sol entrando de a pedacitos... era la tardecita, la hora de la siesta y yo que tendría unos diez años estaba ahí tirado en la cama de mis viejos, desparramado cuando de repente empezó a sonar "Volvió una noche", un tango que no había escuchado antes. Me dejó una impresión muy grande aquello de los amantes sobre los cuales finalmente había triunfado el tiempo: “...había en mi frente tantos inviernos que también ella tuvo piedad...”. Era toda una revelación.
ALEJANDRO DOLINA



Uno no se muere de golpe, se va muriendo de apoco con cada amigo que desaparece y así llega un momento en que de Pichuco ya no queda nada.
ANÍBAL TROILO

¿Podría tocar el bandoneón como Pichuco?
ÁSTOR PIAZOLLA: Y... Si me atara la mano izquierda a la espalda y me rompiera un par de dedos de la derecha, puede ser que sí.

El bandoneón de Troilo, que me regaló Zita, su mujer, no es tocable, por lo menas para mi. Es como el auto que maneja una tía a cuarenta por hora. Si uno se lo pide prestado y lo acelera, el auto se ahoga. La mismo me pasa con el "fueye" del gordo; lo tengo que tocar como él, suavemente, casi una caricia. Y yo no acaricio nada. Mis cinco dedos son una ametralladora. Las veces que lo usé en público se me pinchó a los diez minutos, y será así hasta el día del Juicio final: está achanchado para toda la vida. Debe ser una maldición de Troilo: nadie podrá tocar ese instrumento.
ASTOR PIAZZOLLA



El hombre de las grandes ciudades caza mariposas, de chico. De grande, no. Las pisa. No las ve. No lo conmueven. Por eso Buenos Aires es una hermosa ciudad para salir de gira.
ENRIQUE SANTOS DISCÉPOLO

Llaman a Canaro a una mansión aristocrática, el palacio de los Paz, en Maipú y Santa Fe, frente a la plaza de San Martín (hoy, el Círculo Militar). La dueña de casa advierte:
-Quiero que toque en un baile que daré aquí, en mi residencia. Pero sepa que los concurrentes a este baile serán damas y niñas, no mujeres de cabaret. Sus músicos deben portarse correctamente, no guiñarles el ojo a las chicas, y sobre todo no emborracharse. Ah... y nada de cantar estas letras de "la catrera se pone cabrera", ni otras cosas por el estilo...
FRANCISCO GARCÍA JIMÉNEZ
La historia del Tango



Es cierto que Gardel convirtió en buenos algunos tangos que no lo eran tanto. Hay uno, por ejemplo, de un autor genial como Celedonio Flores, pero que no tenía una letra muy seductora: un chico que tuvo un accidente y el padre que le dice a la madre que no debe dejarlo salir a la calle porque es peligroso: 'Si se salva el pibe/ si el pibe se salva/ vas a ver la fiesta/ que vamos a dar...' y dice por ahí: 'No tenés que dejarlo/ salir con los muchachos/ aquí hay demasiado/ lugar para jugar / ya ves lo que ha pasado/ el muchachito bueno/ cayó bajo las garras/ de la fatalidad...'. El tango no es bueno, pero la interpretación de Gardel lo realza: en ningún momento levanta la voz y en cierto instante de la canción, cuando deja de llorar, dice 'ya sabés que han dicho que no lo despierten' y parece que estuviera cantando para no despertar al chico, es extraordinario.
ALEJANDRO DOLINA



Esta anécdota me la contó el propio Cátulo Castillo. Unos días después de la muerte de Discepolín lo llamó Tania por teléfono y le dijo que Enrique había dejado inconcluso un tango. "Si querés te lo doy, vos termínalo", le dijo. Discépolo había escrito toda la música. Faltaba la letra. Cátulo aceptó, fue a la casa de Tania y guardó la música en uno de los bolsillos interiores de su saco. Eso fue en enero de 1952. Cátulo no volvió a usarlo en todo ese verano. Por eso descubrió el manuscrito de Discépolo un año más tarde, o un verano más tarde. Sintió vergüenza por el olvido. Con esa sensación se fue a dormir. Despertó a las cuatro de la mañana. Algo o alguien le decía que tenía que levantarse y escribir la letra de ese tango. Fue al escritorio, tomó una lapicera. "Era como si alguien me llevara la mano -le dijo Cátulo a Piro-; me brotaba solo eso de "mensaje con que te digo/ que soy tu amigo y tiro el carro contigo". "Tú/ tan chiquito y desnudo lo mismo te ayudo / cerquita de Dios..." "Nunca quieras mal, total la vida ¿qué importa..?." Terminó la letra en minutos. Buscó la música de Discépolo y comprobó que no necesitaba hacer ninguna corrección. Su letra encajaba perfectamente con las notas musicales. No dudó en ponerle el título: Mensaje. Menos aun en reconocer lo que, para él, era verdad absoluta: 'La letra la escribí yo pero me la dictó Discépolo desde el más allá".
OSVALDO PIRO

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