16.8.12

guy sorman

la nación

Guy Sorman es un conocido economista francés, ubicado en el campo del pensamiento liberal. En este reportaje publicado por “La Nación” expone algunos puntos que nos resultaron de interés, por su pragmatismo, sobre la discusión económica mundial hoy en día y sobre la Argentina en particular. Vale la pena leer el reportaje (al pie, el link para consultar la nota completa) del que extraemos algunos párrafos significativos. Para pensar y discutir.
Hace 25 años, en Brasil había hiperinflación más proteccionismo. En Chile, dictadura militar y libre mercado. En países como Perú, una suerte de capitalismo mafioso. América latina era una especie de laboratorio de experimentos económicos y políticos. Pero 25 años después, todo ha sido probado y finalmente todos sabemos qué funciona. Todos menos la Argentina.

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…democracia y libre mercado son los dos fundamentos no sólo del desarrollo económico, sino también de la justicia social. Sin embargo, la Argentina es el último país donde todavía no hay consenso sobre esa cuestión. Brasil, Chile, Perú, Ecuador, todos están de acuerdo en que se necesita democracia, libre mercado, justicia y medios independientes, un banco central independiente, moneda estable, derechos humanos, justicia social. El factor clave del desarrollo económico es lo que llamamos el Estado de Derecho. En eso, la Argentina es como el museo de un debate que ya desapareció.

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La sombra del peronismo está todavía presente. Otros países que tuvieron regímenes autoritarios como el fascismo en Italia o el comunismo en la Unión Soviética, aceptan su pasado, hacen su balance y siguen adelante. Pero aquí el peronismo no es parte de la historia, sigue presente. Para ir más lejos, uno de los problemas de la Argentina es que hay una cierta incapacidad para sacarse de encima el pasado.

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Todo sistema económico es de algún modo una crisis permanente. El único sistema económico estable es la pobreza total. Ahí no hay crisis. Desde el siglo XVIII, el sistema ha ido de crisis en crisis. La crisis no es algo excepcional, es parte del sistema, que es un proceso de innovación constante, de creación destructiva continua y no toda innovación funciona. En el caso de la crisis de 2008, fue la innovación financiera, los derivados, los que fallaron. Aunque hay que decir que funcionaron muy bien por más de 20 años. En la economía de libre mercado las crisis son esperables y aprendemos de una crisis a la otra. Después de la crisis del 30, todas las economías de libre mercado crearon alguna clase de seguro de desempleo; después de la Segunda Guerra Mundial, crearon el sistema de seguridad social. Las crisis son inherentes al sistema. Lo mejoramos sin destruirlo. Esta vez, lo que es un progreso real y es novedoso es que se está pensando en arreglar el sistema. Nadie dice reemplacémoslo.

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Aunque no me tomo en serio las ideas de Naomi Klein, creo que son reveladoras de alguna aspiración permanente en la mente humana y entiendo que la gente busque mejores alternativas al capitalismo. El libre mercado no es un muy buen sistema pero funciona. Al mismo tiempo, no hay que esperar demasiado del libre mercado: funciona para producir bienes. No es un sistema ético o filosófico. Es un buen plan B. Creer que es algo más es un gran error. Hay una tendencia, y especialmente en la Argentina, a proponer el libre mercado y el liberalismo como religiones.

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Que la democracia no era inclusiva y que el populismo y el fascismo era la manera de incluir a los excluidos era el argumento de los intelectuales fascistas en 1920. El problema es incluirla para qué. La gente espera algo de esta inclusión: mejor educación, más trabajo. La inclusión por la inclusión misma no alcanza. El Estado de bienestar en Europa y también en Estados Unidos fue construido con el objetivo de no olvidar a los olvidados y de incluirlos realmente. Cuando en Francia o en Gran Bretaña nació el seguro de salud, se trató de una inclusión de verdad. En el caso argentino, el populismo en sentido estricto es un discurso sin ninguna sustancia. Yo no soy un extremista en términos de libre mercado. Estoy muy a favor del Estado de bienestar y estoy muy a favor de la redistribución si es que usted tiene algo para redistribuir.

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El gobierno nunca crea riqueza. No es su trabajo. No sabe cómo hacerlo. El papel del gobierno es crear las condiciones para la creación de riqueza, lo cual es completamente diferente. Y esto es comprendido alrededor del mundo, excepto en la Argentina quizá. No hay desarrollo económico y creación de riqueza sostenible sin instituciones públicas fuertes, sin el Estado de Derecho. La justicia social es otra condición: sin alguna clase de justicia social, la gente se pondrá en contra del sistema. Algunos economistas en la tradición de Milton Friedman dicen que el mercado es eficiente y justo. Yo digo: el mercado es eficiente pero no es justo. Crea desempleo, rechaza ciertas categorías de personas porque son discapacitadas, por su color de piel, por su educación, porque son viejos, lo que sea.

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(El) papel (del Estado) es proteger a la gente de los excesos del mercado. Es totalmente decisivo y, básicamente, es el papel de la democracia. Hay una polémica sobre el balance apropiado entre democracia y Estado de bienestar. Sabemos por experiencia que cuando se cruza la línea, es un desastre. Es el caso de España, donde hay demasiado Estado de bienestar, leyes laborales demasiado rígidas y una intervención del Estado excesiva. Lo mismo en Grecia, donde el gobierno es dueño de todo y nada funciona porque el gobierno se metió con la producción. Grecia es nuestra Unión Soviética doméstica.

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En el caso de Gran Bretaña, por ejemplo, la salud es manejada directamente por el gobierno. En Francia, es un sistema semiprivado y semipúblico. Lo que importa es trazar esta distinción entre la garantía de la redistribución y el manejo concreto de la redistribución.

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La noción misma de sociedad civil todavía no es bien entendida en la Argentina. En la sociedad civil cada uno cumple con su papel, separadamente. En la Argentina, hay una tendencia constante a reunir en lugar de separar. La idea es que todos deberíamos estar en el mismo bote. El peronismo es esto: yo tengo razón, usted debe sumarse a mi causa.

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En Europa, en Estados Unidos, estar afuera no te convierte en un traidor. Al contrario, sos un traidor si estás adentro. Fue establecido en la filosofía iluminista francesa o española: todos deberíamos ser traidores en cierta manera.

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El papel del intelectual es mantener una distancia crítica.

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Creo que he sido mucho más crítico con Sarkozy que con otros políticos precisamente porque yo era muy cercano a Sarkozy. (…) Mi deber era criticarlo. Si sólo lo hubiera halagado, no habría estado cumpliendo con mi tarea. Necesito ser más crítico frente a Sarkozy, que frente a Hollande, porque en relación con Hollande ya estamos en posiciones diferentes.

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…estoy tratando de entender lo que hace Hollande. Un intelectual honesto no debería pretender representar la verdad. Nosotros representamos una parte de la verdad. En el mejor de los casos, el cincuenta por ciento. La obligación de un intelectual es entender al otro.

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…pero primero entender al otro. Si no, se cae en el totalitarismo. El problema con la Argentina es que hay como una especie de nube oscura cubriéndolo todo, la permanente tentación del pensamiento totalitario en nombre de la inclusión.

“La Argentina es un museo de un debate que ya desapareció”
Reportaje de LUCIANA VÁZQUEZ a GUY SORMAN
(la nación, 11.08.12)

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