12.9.12

¡a ver cuándo madurás!

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TED
data: http://www.imdb.com/title/tt1637725

Los que siguieron a Seth McFarlane en la serie de animación “Padre de familia”, reconocerán el estilo zumbón de su pluma en esta película. “Ted” parte de una muy buena idea, absurda e inverosímil, pero que funciona bien para una comedia. Y cuando llega al punto clave, McFarlane peca de conservador y no va más allá de lo que la trama le exigía. Eso no invalida la comedia de corte escatológico (i.e. no deja de provocarnos carcajadas) pero le baja unos cuantos escalones al resultado final. Lo que termina siendo una película ingeniosa pero imperfecta, pudo ser una pequeña joyita. Pero ya veremos cuándo, a nuestro entender, McFarlane pierde el camino.

“Ted” es la historia de John Bennett, un chico sin amigos, que ruega al cielo porque el osito de peluche que le regalaron pueda hablar como una persona normal. Bueno, en forma totalmente arbitraria, el milagro opera y Ted, el osito de peluche, habla.

La historia salta a la adultez de John que se ha transformado en un adulto bastante pavote. Bennet comparte juergas con Ted, su amigo oso, drogón, mujeriego, mal hablado, fiestero, incorrecto políticamente y que compite con Lori, la novia de John, quien quiere encarrilar a su prometido.

Detrás del absurdo del osito de peluche con réplicas ácidas y veloces, oculto en la catarata de gags, hay una historia de un chico que no quiere crecer, de una adolescencia que se prolonga y de un romance que viene a quebrar esa situación, ese permanente clima de fiesta adolescente en el que está empantanada la vida de John.

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Hay una línea interesante en el relato que McFarlane describe, bordea, mete los pies en el umbral y luego se aleja, siguiendo el más tranquilizador final feliz que se le presenta con la sublínea de los secuestradores de Ted. Pero la clave del film, la escena que es decisiva para la historia, es la charla de “reconciliación” de John y Lori en el bar. La promesa de cambiar que no será cumplida, es la piedra basal de lo que vimos hasta ahí. Ése diálogo sugiere el desenlace que debió seguir el filme y no se atrevió a tomar.

“Ted” puede ser que hable de la perpetua adolescencia masculina; habla también del innato sentido de la territorialidad femenina. Y ése era el tema del filme que se corresponde con un final más jugado, violando la corrección política de la pareja feliz que logra convivir en paz y armonía.

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“Ted” trata del tradicional conflicto “vagina mata amistad”. La novia que se mete en la vida del amado, mueve los hilos y entra en conflicto con el amigo que hasta ahora se imponía soberano sin competencia. Ambas relaciones son de naturaleza disímil y esa disparidad es la que posibilita que uno tenga todas las chances de ganar. Pero, aunque las hormonas se impongan, vale notar que el amigo acepta al otro tal como es; la novia, una vez convencida que quiere formar parte de la vida del hombre, pone manos a la obra en la tarea de modificarlo. Nótese que mientras el amigo es incondicional nuestro, la novia es incondicional suya.

Extraño egoísmo del acto romántico: te amo, pero necesito modificarte para que seas mío. Ese proceso de transformación (que no escatima en la amenaza, la extorsión sentimental, el ultimátum), es eficaz porque la novia proporciona lo que no puede proporcionar un amigo: orgasmos, proyectar una familia, intimidad.

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Ahí está el punto: la sinceridad del amigo no alcanza porque está limitado en lo que puede proporcionar; la mezquindad de la novia tiene retornos asegurados. Y en la contraposición ética (aquel que nada pide con aquella que pide todo), si el amigo es superior en el plano moral, corre con desventaja en el orden fáctico. La novia se propone ganar sin recurrir a la ética; todo es válido, el fin justifica los medios. El amigo es amigo, es superior, acepta de tal modo la necesidad del otro que hasta se permite conceder el mutis por el foro y retirarse de la vida del amigo para que éste sea feliz. La novia no sería capaz, no ya de ejecutar ese acto, sino de imaginarlo; en el caso de fracasar, se irá produciendo el mayor daño posible, para que su ida sea memorable.

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Ése es el tema de “Ted”. El estado de gracia interrumpido por el noviazgo; el fin de la inocencia que supone la entrada en la madurez, con las concesiones que la sociedad (y el matrimonio) impone: el trabajo mediocre, la hipocresía, la sumisión, el condicionamiento de la propia naturaleza. Todo esto pivotea en la conversación que John tiene con Lori, en la que queda claro qué posición ha tomado el protagonista. Y todo se desvirtúa en la escena siguiente, con la persecución de los secuestradores de Ted que conduce a un universo imposible de tono claramente hollywoodense: la coexistencia del amigo y la novia, en un final feliz.

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Que la audacia de seguir esta linea quede inconclusa por un humorista políticamente incorrecto, llama la atención. Somos muy guapos para meter una puteada atrás de otra, pero no para señalar esta secular extorsión femenina que viene desde el fondo de la historia de la humanidad. Tal acto de cobardía, no obstante, sucede en “Ted”.

Los puntales de la trama, además de la sucesión de chistes y situaciones humorísticas que acumula Seth McFarlane, está en la actuación de Mark Wahlberg, del oso Ted (con la voz del propio McFarlane) y de la bella Mila Kunis. El cameo glorioso de Sam Jones (protagonista de la pésima “Flash Gordon” con música de Queen y producción de Dino De Laurentiis) es uno de los momentos cumbres de la obra.

Escenas destacadas: la pelea a golpes entre Ted y John; el desfile provocador de Ted en el supermercado; los diálogos de Ted con su empleador, el dueño del supermercado; la fiesta con Sam Jones.

Mañana, las mejores frases.

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