8.10.12

el arquero

clarín

En el mundo hay muchas copias. Una está en Nueva York. Otra en el Musée d’Orsay de París. Una más puede verse en la ciudad de Toulouse. Y hay otra instalada en el jardín de esculturas del Trammell Crown Center de Dallas, en Texas. Pero si algún residente de Buenos Aires quiere conocerla, no necesitará hacer tantos kilómetros. Le alcanzará con llegar hasta la plaza Dante, en el cruce de Figueroa Alcorta y Pueyrredón y podrá admirarla, en vivo y en directo. Se titula “Heracles arquero” y se la considera una de las obras cumbre de Émile Antoine Bourdelle.

Realizada en 1909 por un encargo del financista y mecenas Gabriel Thomas, fue presentada en el salón de la Sociedad Nacional de las Bellas Artes que se realizó en 1910. Fue tal el impacto que causó que unos años después la Municipalidad porteña decidió comprarla. Y aunque como dice una publicidad, en la vida hay cosas que no tienen precio (y mucho menos si se trata de arte), por ella se pagaron 20.000 pesos.

A la obra los especialistas suelen definirla como una bisagra en la historia de la escultura del siglo XX. Todo porque, a pesar de que mide 2,40 metros de alto por 2,30 de longitud y sólo pesa poco más de 500 kilos, esa pieza hecha en bronce es una especie de mojón inicial en el camino hacia la modernidad. Y no se cansan de elogiar el arte de Bourdelle (aquel discípulo de otro grande como Auguste Rodin) que vivió entre 1861 y 1929.

En un primer momento se la había instalado en la plaza Lavalle, cerca de Tribunales. Pero ya en 1944 se decidió ubicarla en esa plazoleta cercana a la Facultad de Derecho, donde estuvo hasta 2001. Después, por temor a que sufriera daños, tuvo una etapa de ostracismo en talleres de la Dirección de Espacios Verdes. Pero en 2005, restaurada y con un anclaje especial, volvió con todos sus brillos a su lugar histórico.

“Heracles arquero” se inscribe en la admiración que Bourdelle tenía por el arte clásico. En ese trabajo buscó reflejar la historia de aquella figura mitológica quien, con sus flechas, debía matar a las aves que ocupaban la zona del bosque y el lago Estínfalo. La leyenda griega cuenta que esas aves (tenían picos, alas y garras de bronce) no sólo mataban al ganado sino que también, con sus excrementos venenosos, dañaban los cultivos.

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Que este conjunto escultórico tan bello esté en ese lugar de Buenos Aires tampoco es casual. Primero, por la cercanía con otra gran creación de Bourdelle: el monumento ecuestre a Carlos María de Alvear, un trabajo al que el propio autor señaló como su obra maestra y al que los especialistas consideran el más bello del mundo en ese tipo de realizaciones. Y también porque a unos metros de “Heracles arquero” se ubica “El centauro moribundo” o “El último centauro”, un bronce patinado que este gran autor francés (alguna vez galardonado con la Orden de la Legión de Honor) hizo en 1914 y que, para nuestro orgullo, está igualmente dentro del patrimonio porteño.

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“El arquero que costó 20 mil pesos”
EDUARDO PARISE
(clarín, 01.10.12)

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