16.9.13

el corazón de Suleimán, el Magnífico

BBC Mundo

El estadista francés Armand-Jean du Plessis, más conocido como el cardenal Richelieu, describió el asedio del castillo húngaro Sziget hace 447 años como "la batalla que salvó a la civilización".

Los musulmanes turcos finalmente se tomaron la ciudad en septiembre de 1566, pero sufrieron tales pérdidas, incluida la muerte de su líder, el sultán Solimán o Suleimán el Magnífico, que no volvieron a amenazar Viena, capital del imperio Austro-Húngaro, por 120 años.

Ahora los investigadores están excavando la tierra -y los archivos- en
busca del corazón del sultán.

"Cuando los húngaros caminan por los jardines del castillo en Szigetvar, se imaginan que están caminando por un castillo húngaro. Pero no es cierto", dice Norbert Pap, profesor de geografía en la Universidad de Pecs, mientras paseamos a lo largo de las murallas de ladrillo bellamente restaurado.

Sonríe. "Este es en realidad el castillo turco. El húngaro fue destruido en el asedio de 1566".

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Suleimán el Magnífico llegó aquí con hasta 100.000 de los mejores soldados otomanas a principios de agosto de 1566.

El castillo estaba en su ruta a Viena, que anticipaba capturaría con facilidad y así allanaría el camino para la incorporación de grandes porciones de Europa occidental a sus dominios.

En el aire resonaba el ritmo de los tambores de guerra, hechos -como todavía lo son hoy en día- en la hermosa ciudad turca de Edirne.

Pero Miklos Zrinyi, el comandante del castillo, y su guarnición de apenas 2.300 hombres resistieron con tal valentía que frenaron el camino de los turcos.

Zrinyi perdió su vida durante la salida final del castillo ardiente.

Suleimán murió en su carpa, según algunas fuentes de sorpresa por su pírrica victoria. Después de todo, ya tenía 72 años de edad y había estado luchando contra los húngaros durante 40.

Su cuerpo fue llevado de vuelta a Constantinopla, pero su corazón fue enterrado aquí, en una tumba que posteriormente se convirtió en una iglesia católica, dedicada a la Virgen María, o al menos así dice la inscripción en la iglesia Turbeki, al este de la ciudad.

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Esa historia, según Pap, no es más que un cuento de hadas. La placa fue puesta allí en 1916 por el sacerdote local por razones políticas.
En aquel momento Hungría -o el Imperio Austro-Húngaro- era un aliado de la Turquía otomana. Eran para entonces dos antiguos imperios dando tumbos hacia su ruina en el barro y la sangre de la I Guerra Mundial, que necesitaban símbolos de amistad eterna.

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Hay varios mapas. Uno de 1689 marca el supuesto lugar del entierro. Y hay otros en el archivo de la guerra en Viena, que fueron hechos para las tropas de los Habsburgo que reconquistaron la ciudad en los 1680s.

“En busca del corazón de Suleimán el Magnífico”
NICK THORPE
(bbc, 14.09.13)

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