29.4.14

a fuerza de repetir que está bien, en una de esas, está bien.

Transmisión televisiva de un evento deportivo internacional. La señal se corta varias veces y nos quedamos con ganas de saber qué pasó, cuándo vamos a ver la continuación del encuentro. Placa señalando problemas técnicos “ajenos a esta producción”. Vuelve la señal. Seguimos viendo. Se vuelve a cortar un par de veces más.

Los conductores no nos dicen que pasan. Pero uno de ellos retwittea un mensaje de un espectador: “Brillante transmisión. ¡Felicitaciones!”.

No, hermano. No es brillante transmisión. Se cortó un montón de veces y cerca del final del partido. No jorobés. No tapes el sol con la mano.

Otra: historietista que nos trata de convencer cómo su personaje popular era una solapada crítica al Proceso y un puntal en la lucha contra la dictadura. El tipo no puede explicar cómo su personaje fue utilizado por la Dictadura en algunos de sus actos de propaganda. A este dibujante no lo vimos trabajar en la revista Humor en los años de plomo. Pero él nos asegura que le puso el pecho al Proceso, cosa que nos enteramos ahora.

De los mismos tiempos: actriz progresista de compromiso con el Modelo Nac&Pop, con la camiseta de los derechos humanos puesta. Excepto en los años del Proceso, en los que encabeza unitarios especiales como figura estelar de ATC, la emisora oficial.

En todos estos casos hay un síntoma que suele aparecer con frecuencia en estos tiempos y en esta sociedad: que la fuerza del “relato” tape la realidad.

Hay gente que tiene la necesidad de cambiar su pasado. Ante el miedo a afrontar sus posibles errores o debilidades, prefieren contar una historia que los exime de responsabilidad o, peor aún, los enaltecen con una capa de heroísmo que no tuvieron. En ninguno de los casos comentados, creemos que sean responsables de algo. En absoluto. No fueron cómplices del Proceso, sólo trataban de trabajar, como millones de argentinos en esos años. Pero son los primeros en señalar con el dedo acusador a otros. Porque la reescritura del pasado los libera del cargo de conciencia por la acción u omisión.

Algo patológico ocurre en una sociedad que opera de ese modo. Algo que lo condena al círculo de repetición de errores. Porque cuando no se acepta el pasado, cuando no se lo examina tal como fue, se lo termina repitiendo por el simple efecto de la negación.

Algunos corrigen los errores del pasado y no lo repiten; otros cargan siempre con él; otros prefieren vivir en un pasado que no vivieron. No es real pero les resulta más cómodo.

1 comentario:

Laramar dijo...

Me llegó bastante tu reflexión, y pienso como vos. Desgraciadamente, la "edición de recuerdos" es más común de lo que uno sospecharía a simple vista. Le ocurre a mis conocidos y seres queridos, que en un intento de reparar o de poder hablar de ciertas cosas del pasado, suprimen o retocan lindamente pasajes completos. Muchos es por vergüenza o culpabilidad. No juzgo duramente, todos tenemos cosas de las que no nos sentimos orgullosos, lo que nos jode al resto es el tono santurrón y acusatorio de quienes tampoco tuvieron actuaciones descollantes.
Voy a seguir chusmeando en tu blog, si no es molestia.