20.6.14

la historia del zorro

la nación

"El tordillo de la historia/para siempre te bautizo/si hay algún olvidadizo/que refresque su memoria /lo dice tu trayectoria/que has marcado con nosotros/y en esta opinión me apotro/de tu laya no habrá dos/ porque zorro como vos/no creo que nazca otro."

De él hablan en las materas y en las cocinas de estancia. Por él suenan las guitarras y lo nombran las milongas. Entonces, la leyenda gana el campo y su imagen se agiganta. Y el tordillo, que murió una tarde de hace casi quince años, vive tranqueando la gramilla de la memoria de los que saben que su lomo no tuvo dueño. Hace mucho que se acabaron aquellos días de furiosas bellaqueadas y esos tiempos en que su pelo quedó blanco por tantos años de escarcha.

Se trata de El Zorro, “el caballo de la historia” de las jineteadas. El más fuerte, el más temido, el impar, el invicto. Aquel que “sacó volando” por arriba de su cruz a cuatro generaciones de jinetes. El mismo que ahora recuerdan las bordonas y las milongas.

Y su historia comenzó allí, en Cascallares, cuando nació un tordillo oscuro que, por su cola medio blanca, rápidamente llamaron El Zorro. Nacía la leyenda. El flete comenzó a ganar fama y en 1978 se produjo el enfrentamiento por todos esperado. En el palenque lo esperaba el gran Tucuta Schan, el mejor montador de todos los tiempos. La cosa duró poco: en el segundo salto El Zorro se lo sacó de encima.

El caballo comenzó a convocar a miles de criollos en los campos de doma y por distintos lugares del país nadie podía con el invencible pingo de 640 kilogramos de músculos. Lo intentaron Ismael Santamaría, Chito Maldonado o Luis Romero. Si hasta el porfiado Coti Iparraguirre lo subió tres veces y en la última salió dando rulos por el aire. Su propietario, Omar Passarotti, asegura que El Zorro jamás fue vencido: “Algunos se sostuvieron del tordillo colgados del pescuezo, pero El Zorro no era novia de nadie para que lo anduvieran abrazando. ¿No le parece?” me dijo una vez.

(…)

El Zorro y sus festivales benéficos, incluso en 1982, la actuación de El Zorro en Tres Arroyos recaudó más plata que todos para nuestros combatientes de Malvinas.

El caballo, era el líder de la tropilla de Passarotti: “Cuando viajábamos, si él no bajaba primero del camión, no lo hacía ninguno. También, cuando no estaba en su campo, era reacio al agua ajena: si él no tomaba, no tomaba ninguno.”

Por montarlo, los jinetes cobraban entre 7000 y 10.000 dólares y Passarotti se llevaba el cincuenta por ciento de la recaudación.

Una vez le preguntaron a Passarotti si el tordillo era el Maradona de los caballos y le constestó que el caballo no hablaba y que si Maradona no lo hiciera, “¡también podría ser como El Zorro!”

La campaña del caballo siguió adelante hasta la tarde triste de Tres Arroyos, el 11 de septiembre de 1983. Su montador, Carlos Aristegui, lo pidió en el palenque: “¡Largue!”, dijo el hombre. En un par de saltos El Zorro le quitó las riendas de la mano y Aristegui iba y venía sobre el lomo. Su pecho se encontró con la cabeza del caballo, su pierna se quebró en otra abalanzada y quedó colgado del estribo. Carlos Aristegui murió esa tarde.

Años después, en Necochea, lo pidió Jorge Aristegui, el hermano de Carlos. Se juntaron 25.000 personas para ver el duelo. Para muchos, la venganza. Hubo gente que quería desgarronar -cortarlo a la altura de los garrones- a El Zorro; eran los que hablaban del caballo asesino. Tuvo que intervenir la policía. Después, El Zorro tiró a Aristegui en el palenque y en la otra subida, por fortuna, todo quedó convertido en una franca jineteada.

Con sus versos, el cantor Goicoechea le contestó a quienes querían matar al tordillo: “Y tal vez que se arrepienta/el que oí que te decía/ “¡yo mismo lo mataría!”/y hoy me detengo a pensar/si un caballo iba a matar/¡qué poco gaucho sería!”.



El Zorro ya era un mito y a su dueño le ofrecieron llevarlo al exterior: “En Estados Unidos y en México no hay tradición gaucha”, contestó Passarotti. El merchandising de videos, remeras o llaveros comenzó a rodear al reservado y una tabacalera propuso ser su sponsor. El negocio no se hizo.

Tras haber completado 157 salidas en los campos de jineteadas, se despidió en Bragado, el 13 de abril de 1997. Esa población estalló en una ovación inolvidable.

Y El Zorro volvió a la gramilla de Cascallares; allí terminó sus días “el rey de las jinetedas; para más datos, el mejor”.

(…)

MARIANO WULLICH
“El Zorro, aquel caballo que atraía multitudes”
(la nación, 14,06,14)

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