22.7.14

brasil, decime que se siente...



La canción que puso de moda la hinchada argentina en el reciente Mundial de Brasil tiene todos los elementos necesarios para analizar este momento de la sociedad argentina. La elección de su música señala su origen. “Bad Moon Rising” es un tema de Creedence popularizado en estos tiempos por otro cantito de apoyo de la agrupación política La Cámpora a Cristina Fernández de Kirchner. Y, valga la paradoja, el canto futbolero no sólo copia la música sino también las taras propias del cristinismo.

Vayamos por parte. El cantito empieza señalando a Brasil. Constitución de un enemigo, al estilo Laclau. Los tipos van de visita a un país vecino que está organizando su fiesta y no se les ocurre mejor idea que gastarlos. Empezamos mal. Pero nótese que la idea es agraviar al otro como un modo de reforzar lo nuestro. Típico complejo de inferioridad oculto tras la alta dosis de patoterismo.

En otro giro propio del cristinismo reinante, construimos el relato. Y en ese relato, nosotros somos el padre futbolístico de Brasil. Se hace mención al épico partido del Mundial de 1990 donde Argentina, con gol de Caniggia y pase de Diego Armando Maradona, eliminamos a Brasil en un partido atípico. Los brasileños se cansaron de desperdiciar ocasiones, metieron tres tiros en los palos y nosotros ganamos por haber metido la única que tuvimos en 90 minutos. Bien. Se lo recordamos. Y les decimos que nunca, jamás, lo van a poder olvidar.

(Nótese que se considera que todo pecado es irredimible. La equivocación no está permitida. Trastabilla y nadie, nunca, jamás, en su vida, lo va a olvidar. Por supuesto, quien piensa así es incapaz de retractarse o pedir disculpas. Tiene que torcer los hechos para demostrar que nunca se equivocó. Porque equivocarse, en esa mentalidad, es un crimen de lesa humanidad.)

Claro, el problema es que a partir de entonces, los brasileños ganaron dos mundiales más, sumaron cinco (tres más que nosotros) y Argentina no volvió a ganar a nivel Selección de mayores desde el lejano 1986. No importa. Los padres somos nosotros y Brasil tiene que avergonzarse de su condición.

Cristinismo puro: usted construye el relato y lo impone. La realidad es una variable menor, totalmente accesoria, que puede torcerse tanto como sea necesario.

El canto resume bien las características del hincha argentino: disfruta más con el dolor ajeno que con las alegrías propias. En eso se ha transformado el fútbol argentino y creo, sospecho, que también la sociedad argentina. Con que el otro esté peor que yo, me puedo dar por contento.

Es la clara expresión de una sociedad que no va por la excelencia, por enfatizar lo propio, por apoyar lo de uno. Tiene que ir a la confrontación como una forma de sustentación de lo suyo. Quien actúa así, se desprende, duda profundamente lo que está defendiendo. En suma, tiene miedo. Tiene tanto miedo que tiene que refregar su pertenencia al otro, para esconder el miedo de no ser que oculta.

Con todo respeto por el ingenio popular, me quedo con la época de la hinchada quilombera que no te deja de alentar o aquella de cada día te quiero más, que bancaban lo propio sin necesidad de compararse con el rival de turno.

1 comentario:

Karol Arcique dijo...

El fútbol y la vida se parecen tanto, pero esto no solo sucede en Argentina, trasciende fronteras.