19.11.14

cartago

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“La relación de Morris revela, también, que en ese mundo Cartago no desapareció. Cuando comprendí esto hice mis tontas preguntas sobre las calles Haníbal y Hamílcar.

Alguien preguntará cómo, si no desapareció Cartago, existe el idioma español. ¿Recordaré que entre la victoria y la aniquilación puede haber grados intermedios?”


“La trama celeste”
ADOLFO BIOY CASARES
La ciudad tiene un inicio legendario. La princesa Dido, casada con Siqueo, es forzada por su hermano Pigmalión, rey de Tiro a revelar dónde estaba el tesoro de su marido. Dido confiesa y Pigmalión asesina a Siqueo. Cuando va a desenterrar el tesoro, Pigmalión se da cuenta que Dido le ha mentido y ha escapado con el tesoro en su poder.

Cuando Dido llega a las costas libias, le solicita a Jarvas, monarca del lugar, que le dé tierras para fundar una ciudad. El rey libio, desconfía de ella y se enamora de ella: sólo le concede el espacio que ocupara una piel de toro.

Como Pigmalión no contaba con la capacidad de mentir de Dido, Jarvas no cuenta con el ingenio de la muejr: Dido corta la piel de toro en finísimas tiras permitiendo desplegar el cuero de tal modo que abarque una gran extensión. En esas tierras, instala una fortaleza que llamaría Birsa, lo que sería posteriormente conocida como Cartago.

En realidad, sus orígenes provienen de emigrantes fenicios procedentes de Tiro que alrededor de los años 825 y 820 A.C. se establecieron en esa zona costera del Mediterráneo que contaba con un istmo de fácil defensa y un excelente puerto natural, elementos decisivos para fundar la Qart Hadasht, la Ciudad Nueva en su propio idioma.

Cartago estaría ubicada hoy a unos 17 kilómetros de la ciudad de Túnez. Y su crecimiento se potenció cuando los asirios ocuparon en el 574 A.C. Tiro y sus habitantes, con la flota púnica intacta, emigraron a la nueva ciudad. Pronto Cartago se convirtió en la potencia marítima del Mediterráneo.

Era de esperar que su esfera de influencia chocara con la de otra potencia. Tras escarceos con los griegos, el gran enemigo de los cartagineses son los romanos. El odio, creciente y mutuo, motiva la frase con la que Catón cerraba todos sus discursos en el Senado romano: “Además, opino que Cartago debe ser destruida”.

En la Eneida, Virgilio cruza a Eneas con Dido quienes se enamoran perdidamente. Cuando Jupiter ordena a Eneas partir al Lazio (donde uno de sus descendientes, Rómulo, fundará Roma), Dido enloquece con su partida. Levanta una gigantesca pira y al amanecer, en la cima de la pira, se hunde en el pecho la espada del héroe. Esta variante de la leyenda encierra una profecía: Cartago morirá por Roma. Y las llamas serán su destino.

La primera parte de la profecía se cumple tras las Guerras Púnicas. Pese al genio militar de Aníbal, Roma terminó gana la guerra. En el año 146 A.C., Roma asedió Cartago durante seis días y, tras luchar calle por calle, casa por casa, terminaron con las vidas de casi todos los habitantes de la ciudad. Ríos de sangre corrieron por las calles, fosas comunes donde los romanos tiraban a muertos y vivos por igual, horror y destrucción en una espiral de odio. Sólo sobrevivieron 50 mil cartagineses que se rindieron para ser vendidos como esclavos

En el templo de Eshmun se agrupó la última resistencia, al mando de Asdrúbal, decididos a morir sin entregarse, en una lucha sin futuro. La moral de los sitiados se resquebrajó cuando Asdrúbal se arrojó a los pies de Emiliano Escipión suplicando por su vida.

Fue entonces, cuando un grito llamó la atención de los romanos. Encaramada a los más alto del templo, la mujer de Asdrúbal reprobó la conducta de su esposo y maldijo a los romanos: “Nos habéis destruido a fuego; a fuego también seran destruidos". Abrazó a sus hijos y se arrojó a las llamas que habían ganado el templo.

Cartago ardió durante toda la noche. Y en su final, hubo alguien que lloró el final de la ciudad, evocando los versos de la Ilíada: “Llegará un día en que Ilión, la ciudad santa, perecerá, en que perecerán Príamo y su pueblo, hábil en el manejo de la lanza”.

El hombre era Emiliano Escipión, el general romano que conquistó Cartago. Cuando el historiador Polibio le preguntó porque recitaba esos versos, Emiliano contestó: "Temo que algún día alguien habrá de citarlos viendo arder Roma".

Décadas después, cuando Roma se hundiera en la corrupción de sus clases dirigentes, algunos recordarían la maldición púnica como razón de los males que estaban viviendo.

Cuando Julio César visitó las ruinas de Cartago, se convenció de que era un lugar estratégico para levantar una ciudad. En el 29 A.C., el Emperador Octavio fundó la colonia Julia Cartago que se transformó en la capital de la provincia romana de África. Su fuerte era la producción de trigo y el puerto de la ciudad era vital para el mantenimiento del Imperio Romano.

La nueva ciudad recuperó parte de su esplendor.

Y como temió Emiliano Escipión, Roma cayó, ascendió el cristianismo, pasaron los vándalos y el Imperio Bizantino tomó su lugar en la historia.

La ciudad se mantuvo unos años más.

Pero entonces una media luna se alzó en Oriente y Cartago supo que enfrentaba otro fin. Resistió medio siglo al Islam pero, finalmente, cayó en 705.

Por última vez, la ciudad fue arrasada y su población masacrada.

Hoy, de la gloria de Cartago quedan sus ruinas (ubicadas en un lujoso barrio residencial tunecino) declaradas por la UNESCO como Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1979.

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FUENTES:

Un artículo en Wikipedia sobre Cartago:
http://es.wikipedia.org/wiki/Cartago

y sobre Catón, el Viejo:
http://es.wikipedia.org/wiki/Catón_el_Viejo

El sitio de José I. Lago:
http://www.historialago.com/leg_cart_01010_delenda_01.htm

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