12.11.14

cuando la esperanza engendra vocabularios políticos

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Hace poco escuché y miré al presidente de Francia dirigirse a la nación por casi tres horas durante una conferencia de prensa televisada. Y el suyo fue un discurso algebraico. Es decir, lógico y deductivo, pero casi sin referencias a una realidad tangible o una experiencia vivida.

El presidente tiene sentido del humor, es inteligente, da la impresión de ser sincero y de creer en la alianza con las grandes empresas que propone, pese a que fue elegido como candidato socialista. ¿Por qué su discurso es tan vacuo? ¿Por qué suena como un monólogo de siglas?

Es porque ha renunciado a todo sentido de la historia y, por lo tanto, no tiene una visión política de largo plazo. Desde un punto de vista histórico, vive de y para la boca. Ha abandonado la esperanza. De ahí, el álgebra. La esperanza engendra vocabularios políticos. La desesperanza lleva a la falta de palabras.

En esto, Hollande es característico del período que estamos viendo. La mayor de parte de los discursos y las declaraciones oficiales son mudos respecto de lo que vive e imagina la gran mayoría de la gente en su lucha por sobrevivir.

Los medios ofrecen una distracción trivial inmediata para llenar el silencio que, de otro modo, podría impulsar a las personas a hacerse mutuamente preguntas sobre la injusticia del mundo en que viven.

Los dirigentes y los comentaristas de los medios hablan de lo que vivimos con una jerigonza que no es la voz de un pavo sino la de las Altas Finanzas.

Hoy es difícil expresar o resumir en prosa la experiencia de Estar vivos y Devenir. La prosa, como forma de discurso, depende de un mínimo de continuidades de significado establecidas; la prosa es un intercambio con un círculo envolvente de diferentes puntos de vista y opiniones, expresados en un lenguaje compartido y descriptivo. Y ese lenguaje compartido ya no existe. Es una pérdida temporal pero histórica.

Las canciones, en cambio, pueden expresar la experiencia interior de Ser y Devenir en este momento histórico –aun cuando se trate de canciones viejas–. ¿Por qué? Porque las canciones son independientes y porque las canciones envuelven con sus brazos el tiempo histórico.

Las canciones envuelven con sus brazos el tiempo histórico sin ser utópicas.

La colectivización forzada de la tierra, con la hambruna que causó en la Unión Soviética, y luego el gulag soviético con las enciclopedias de doble discurso que lo acompañaron se iniciaron, se llevaron adelante sin tregua y se justificaron en nombre de una utopía en la cual pronto viviría el hombre soviético, nuevo y sin precedentes.

Del mismo modo, la creciente pobreza humana que hoy se genera en todo el mundo y el continuo saqueo del planeta se implementan y justifican en aras de una utopía que quedará garantizada por las Fuerzas del Mercado, cuando no se las regule y se las deje operar libremente; una utopía donde, según las palabras de Milton Friedman, “cada hombre pueda votar por el color de la corbata que quiera”.

En toda visión utópica, la felicidad es obligatoria. Esto significa que en realidad es inalcanzable. Dentro de su lógica, la compasión es una debilidad. Las utopías desprecian el presente. Las utopías sustituyen la Esperanza por los Dogmas. Los dogmas están grabados en piedra; las esperanzas, por el contrario, vacilan como la llama de una vela.

JOHN BERGER
“John Berger: apuntes sobre la canción”
(ñ, 24.10.14)

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