15.12.14

con gusto a revancha

la nación

A veces (casi siempre), la vida no te retribuye el esfuerzo realizado. No siempre los resultados avalan lo realizado en la previa. Y uno debe admitir que hay cierta dosis de injusticia cósmica que no se debe soslayar en ninguna actividad de la vida.

Cuando a mitad de año, Diego Cocca agarró la dirección técnica de Racing, gran parte de la prensa deportiva argentina le tiró los dardos desde el primer día, con una agresividad que, personalmente, hace tiempo no recuerdo. Tal vez, la última vez que via algo así fue el ataque para destituir al Checho Batista de la dirección técnica de la Selección Argentina.

Seguramente relacionado con que este año había elecciones en la Academia, algunos mercenarios de la prensa deportiva recibieron el encargo de hundir el proceso que recién empezaba, en la que había que encontrar el funcionamiento de un equipo totalmente nuevo. Racing venía de campeonatos mediocres, con un plantel de jóvenes jugadores provenientes de las inferiores que demostraron poco profesionalismo y actitud. Ése plantel se comió varios técnicos y quedaba claro que era muy improbable que pudieran mostrar lo que no habían mostrado hasta entonces.

Por eso llamaba la atención el fusilamiento mediático, casi unánime, sin ninguna piedad ni reflexión. Racing empezó ganando y ni aún así los ecos se callaron. Pusieron sombras sobre el representante del entrenador, el mismo representante de varios jugadores traídos al club, y se sugirió que no eran capaces para estar en el equipo. La vileza se llevó a cabo, con una perversidad pocas veces vistas, con Gustavo Bou, un jugador que había venido a último momento, a cubrir la plaza de suplente de los delanteros titulares y al que nadie le pedía que se pusiera el traje de salvador.

Racing tropezó en un par de partidos (en dos de ellos, Independiente y Lanús, con arbitrajes muy discutibles), en los que (¡oh, casualidad!) coincidió con lesiones y suspensiones de los delanteros titulares Hauche y Milito y todos los sopapos le tocaron a Gustavo Bou que, desde el banco, agarró el hierro caliente. En un par de partidos se lo vio cerca del gol, pero la prensa mercenaria no dudo en ridiculizarlo, indicar que no tenía la capacidad para jugar en primera, que era un capricho del técnico ponerlo en el equipo.

La cabeza de Cocca tenía precio en el partido contra Newell’s en Rosario. El periodismo se frotaba las manos, augurando que era el último partido de Cocca. Y, como si fuera poco, empezó con un gol del equipo rosarino. Era un final cantado.

Daba pena pensar que un equipo que se estaba armando, que no jugaba mal, que mostraba cosas muy interesantes, que no especulaba y tenía en la mira al arco de enfrente, se iba a frustrar por una crítica malintencionada que no quería esperar los tiempos necesarios para ordenar al equipo. “Gente tóxica” me lo definió tiempo después un taxista y era la mejor definición. Críticos que sólo querían ver destruido al tipo, a Diego Cocca y a los jugadores que él confió para esta etapa.


Y cómo en esas películas de Hollywood, todo empezó a torcer en ese momento que perdían con Newell’s. Bou empató el partido. Marcó su primer gol. Y tres días después, en el segundo tiempo suspendido ante Boca perdiendo Racing 1 a 0, Bou marcó dos goles y la Academia dio vuelta el partido.

A partir de allí, Racing ganó más partidos de los que perdió, se volvió más sólido en defensa y Bou se transformó en el goleador del equipo con 10 goles, formando una sociedad memorable con Diego Milito.

Ayer, la Academia cerró la campaña con un título, arrebatándole un campeonato a River que parecía dueño del certamen. Y la conquista, además de una justa retribución para un grupo que se bancó con carácter la suciedad del ambiente deportivo, tiene un sano aire de revancha. Diego Cocca le tapó la boca a más de un crítico. Alguno, lo suficientemente cínico, vino a acercarse al costado de la cancha a felicitar al mismo Bou que defenestró cierto tiempo atrás.

Prefiero pensar qué hubiera pasado si, en vez de meter ese gol contra Newell’s que empezó la remontada, el zapatazo de Bou se hubiera ido a medio centímetro o hubiera pegado en el palo y Racing perdía ese partido. Este campeonato hubiera sido ficción.

Sería equitativo que los tipos que criticaron con tanta mala leche a este equipo en formación, tengan un poco de decencia, renuncien a su puesto de trabajo y se queden sin laburo, como ellos pretendieron hacerlo con este técnico y con estos jugadores. Sería un acto de justicia. Porque desde un micrófono tienen impunidad para descargar sus humores sin tener que justificar nunca sus dichos.

¿A cuántos equipos destruyeron antes de empezar? ¿A cuántos jugadores arruinaron su carrera? ¿A cuántos técnicos? ¿Quién les dio ese derecho? ¿Con qué autoridad?

Presumieron corrupción en Cocca; uno presume corrupción en ellos.

En un clima de fiesta, en una estadio repleto, Racing festejó otro campeonato, después de trece años de sequía. Y la hinchada, la afición académica, no se hizo notar por la violencia. Ni en el Cilindro en Avellaneda, ni en la sede de Villa del Parque ni en el Obelisco.

Ése es otro campeonato a valorar.

Academia querida, gracias por este sueño cumplido.

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