22.1.15

la sintaxis de los cuerpos

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FOXCATCHER
data: http://www.imdb.com/title/tt1100089

Los personajes de “Foxcatcher” casi no articulan palabras. Usan frases cortas, imprecisas, pronunciadas con dificultad. No hay mucho que podamos comprender de sus pensamientos, de sus anhelos, si nos limitamos a las palabras. Pero los protagonistas de este oscuro relato se expresan con sus cuerpos. Como en muy pocos casos en el cine, un caminar, una postura, una mirada, la respiración entrecortada al responder, revela la tensión de los personajes con tal precisión que prescinde de las palabras. La trama de “Foxcatcher” está deletreada en una sintaxis de cuerpos, se traduce en el entrechocar de músculos y la sumisión de una cabeza baja.

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Hay veces que un actor logra meterse de tal modo en un personaje que termina revelando toda la oscuridad que lo moldea, con una exactitud que abruma. Cuando somos espectadores de ese momento, participamos de un acto mágico. El personaje se despega de la ficción y lo sentimos. Más aún: lo comprendemos. Comprendemos cada uno de sus actos, anticipamos su designio. Recuerdo esa sensación con el Guasón interpretado por Heath Ledger, en su último trabajo. Ledger acaricia el borde del mal que tallaba a su villano, con tal eficacia que daba la sensación que lo más lógico era morir después de tal interpretación. En “Foxcatcher” asistimos a un milagro múltiple: tres actores, al mismo tiempo, logran esa profundidad interpretativa poco habitual. El resultado es una oscura historia (verdadera, para peor), en la que sentimos la angustia rondándonos, aunque no parezca pasar nada específico. Steve Carell, Channing Tatum y Mark Ruffalo dan cátedra. Es una lección actoral. Hay que sentarse y disfrutarlos. Porque si no supiéramos antes de entrar al cine que son ellos, no los reconoceríamos. Se fusionan en su personaje y dejamos de verlos como ellos. Decir eso es el mejor homenaje que podemos hacerle un actor.

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“Foxcatcher” es la historia de dos hermanos luchadores grecorromanos que ganaron medallas doradas en las Olimpíadas a los que se les cruza en su camino un multimillonario, John du Pont, heredero de un imperio comercial de armamentos y químicos, que ofrece financiarlos y ser su entrenador. La tentadora oferta es el principio del fin de los hermanos, un deterioro que va al vaivén de los problemas de personalidad de du Pont, un típico caso de inútil con plata con necesidad de justificarse con éxito ante su madre.

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La película se desarrolla a un ritmo cansino, medido, pero no por eso moroso. Los diálogos entre du Pont y Mark son una delicia. No dicen especialmente nada, pero basta escucharlo preguntar a du Pont para entender que algo mal anda en la cabeza de ese personaje, sin necesidad de que nadie te diga nada. El tipo no mira de frente nunca: una pose de perfil, la mirada oblicua, la respiración jadeante. Es un animal emboscado, a la defensiva, tratando de disimular la agresividad que bulle en el interior. Otro ejemplo de diálogo corporal: la primera lucha, en el entrenamiento, entre los hermanos Dave y Mark Schultz. Algo le molesta a Mark y lo expresa con un golpe de más, en un entrenamiento rutinario. Y Dave recibe la protesta y responde a la vez, en un nuevo diálogo físico, poniendo las cosas en su lugar con un sopapo bien colocado. En esa lucha vemos que hay un malestar en el hermano menor que no termina de manifestarse y que el hermano mayor es el que tiene el mando en la relación familiar. Falta el factor du Pont como cuña para azuzar el malestar subterráneo entre los hermanos, desasosiego que está instalado.

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Hay otra idea dando vueltas en la película. La nociva condición del millonario inútil. John du Pont es un incapaz. Pone su empeño en destacarse en algo, en dejar una marca en la prosapia familiar que es, a esta altura, una pesada carga a llevar. De gastarse la plata de la familia en festicholas y viajes por el mundo, no hubiera sido tan dañino. Pero du Pont quiere mostrarse como líder, como padre, como tutor. Y en realidad es un bufón al que soportan por su cuenta bancaria. Nada más y nada menos. Momentos como la competencia en la que interviene o el entrenamiento visto por su madre son buenas muestras de su patetismo. El problema está no en que sea inútil sino que tiene suficiente poder como para que le hagan caso. Un incapaz sin plata es inofensivo; uno con dinero es una combinación peligrosa, porque tiene el suficiente poder como para que nadie lo ignore.

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Vale destacar al director Bennett Miller (el mismo de la genial “Moneyball”) por la puesta en escena, clave para potenciar al buen guión de E. Max Frye y Dann Futterman.

No la dejen pasar: “Foxcatcher”, uno de los muy buenos estrenos del verano.

Mañana, las mejores frases.

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