3.4.15

la despedida de tomás eloy martínez

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Voy a ir a la Feria con la Fundación TEM, porque se cumplen treinta años de La novela de Perón y veinte de Santa Evita. Esas dos obras, junto a Lugar común, la muerte, me parecen tres de los libros más importantes que se escribieron en todos los tiempos en la Argentina. Yo trabajé con Tomás, ayudé a repatriarlo. Tuvimos discusiones fuertes, siempre desde el cariño. Toda mi vida hablé con él, y trató de guiarme, seguramente con malos resultados. En el momento final de su muerte, Tomás tuvo un gesto conmovedor. El tuvo un tumor, que se pareció mucho a la enfermedad de Roberto Fontanarrosa. Se le fue bloqueando parte por parte el cuerpo, pero su cabeza se mantenía con una lucidez absoluta. Es decir: el cuerpo se le iba cerrando como por compuertas. En un momento dado, después de dos o tres meses de no verlo, lo visité y estaba en silla de ruedas. No me olvido más: en esas condiciones cada día Tomás se arrastraba desde la cama para escribir una línea más del libro que estaba haciendo, una novela inédita que se llama El Olimpo. Cuando lo fui a visitar, me pidió disculpas por las peleas que habíamos tenido por el suplemento cultural. Yo estaba muy impresionado: se estaba muriendo. Llamó a su hijo y le pidió que me diera un regalo que había traído de Estados Unidos. Yo, para salir del paso, le pregunté cuál era su próximo libro. Me contó que iba a ser un ensayo cuyo planteo era que la literatura y el periodismo eran lo mismo. Y debían ser tratados de la misma manera. Mientras me iba contando, nos miramos a los ojos. No olvido más su mirada: él y yo sabíamos que me estaba contando un libro que no iba a escribir nunca. Que no le iba a alcanzar la vida para hacerlo. Jamás. Cuando bajé, conmovido por lo que acababa de vivir, lo miré al hijo y le pregunté: “Esto fue una despedida, ¿no?”. “Sí”, me respondió. Tomás había pedido despedirse de tres amigos: de alguien que no recuerdo, de Horacio Verbitsky y de mí. Llevé a la redacción el regalo, lo metí en un cajón y nunca más lo abrí. Nunca lo voy a abrir.

Reportaje de PABLO PERANTUONO a JORGE FERNÁNDEZ DÍAZ
"Qué pasa cuando desvestís a la política de los grandes discursos, del atril, de los medios. Quedan los gangsters”
(la nación, 02.04.15)

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