4.5.15

el canal del Norte

Un viejo mapa que abarca la mayor parte de la provincia de Buenos Aires, edición del Touring Club Italiano, de 1929, aunque seguramente y como es clásico en la cartografía, con datos de época anterior; hay una línea punteada lateralmente, indicadora de un canal, que parte de la laguna Mar Chiquita, se curva junto a Junín y sigue desde ahí paralela al Salado, para después girar hacia el Este poc antes de Chacabuco e ir hasta Salto, donde termina el río de este nombre, que aguas abajo pasa a llamarse Arrecifes.

De antaño me intrigó esa traza, que no sabía a qué referiría. El asunto y la dubitación volvieron con fuerza a la memoria cuando cayó en mis manos un libro por demás curioso: El primer viaje, de Eduardo Cormick, relato novelesco acerca de un hecho que para cualquier lector desprevenido -y no necesariamente ignorante- puede pasar por absolutamente fantasioso, aunque tenemos constancias de que no lo es tanto.

Cuenta este texto que en Junín -patria chica de Cormick- hubo nada menos que un puerto, con su muelle, galpones y jefe, y que de él habría zarpado, en 1910, un señor Luis Di Santi, para navegar en chalana el mismo recorrido descripto, hasta llegar a Baradero, sobre el Paraná. Fue “el primer viaje”, la inauguración a escondidas, del “Canal del Norte”, empeño extrañísimo y olvidado por contar con una vía navegable, iniciado en 1902 con bombos y platillos, y que cuatro años más tarde quedó a cargo de Di Santi, en calidad de contratista.

Pues, sí señor, es verdad: ese canal comenzó a construirse. Una idea eminentemente política animaba el proyecto, simultáneo -y apuntado a los mismos fines- del que implantó en la campaña porteña la red de ferrocarriles de trocha angosta: crear medios alternativos para el transporte de cereales con el fin de forzar a las empresas ferroviarias inglesas a mantener bajas las tarifas. Se contrataron las obras e iniciaron los trabajos, realmente enormes. El cauce excavado es todavía hoy visible en lugares diversos de los partidos de Chacabuco, Junín y de Salto; quedan amenguados taludes de contención e insólitos restos de esclusas -estimadas necesarias para mantener el nivel del agua allí, justamente, donde la pampa recibe el adjetivo de “ondulada” -,y hasta los basamentos de un puente para el canal, con que ese último pasaba por una cañada, no lejos de la laguna del Carpincho.

La obra se comenzó, ciertamente, pero, ¿fue concluida? ¿Llegó a existir ese canal y alguna vez se lo utilizó? Es curioso, pero en la tradición local el recuerdo de esto, si es que fue, se ha perdido. Vale, al respecto, citar, siquiera como rareza, que, ampliándolo mucho, en el “mapa satelital” de Google, esa traza de tramos rectilíneos figura con la anotación contigua de “Canal del Norte de Riego”, reminiscente por un lado y por otro inexacto, pues si para algo sirvió esa hondonada a partir de entonces ha debido ser para drenar agua y no para abrevar campos.

El proyecto necesitaba, para ser viable, de provisión de agua proveniente de “Las encadenadas del Norte”, o bien de la existencia de napas que la hicieran alforar en el lecho del canal. Hacia 1907 ya la hidráulica había determinado que ambas variantes no sucedían en la proporción requerida y el ilustre Luis Huergo había desahuciado tajantemente la iniciativa. Es de imaginar que ésta se paralizó para esta fecha pero nunca se hizo un anuncio formal, sin duda para no tener el gobierno de La Plata que confesar el fiasco.

Un Cormick ambiguo, quién sabe si más novelista o más historiador, asevera, que en cambio, que Di Santi porfió y porfió, a partir de obras ya adelantadas, hasta que al fin tuvo, ante su ojo de constructor y de padre, el canal abierto, el canal con su pequeña cota de agua, suficiente, empero, para que una chata discurriera hacia el Paraná, arrastrada a la sirga por caballos que orillaban los terraplenes formados por la tierra removida.

FERNANDO SÁNCHEZ ZINNY
“El viejo sueño de navegar por la pampa húmeda”
(la nación, 02.05.15)

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