6.7.15

en un codo del Danubio

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Me interesa el Danubio, y ni siquiera el río entero sino un recodo, una torsión que mortifica su curso en el kilómetro 1918,3. Se produce allí un vórtice, nada muy peligroso aunque con la fuerza suficiente para expulsar hacia la orilla aquello que el agua venía arrastrando. Tierra adentro, es una zona industrial; en el margen, portuaria.

Alrededor de 1840, quedó encallado allí el cadáver de un ahogado. Nunca se supo quién era. Pero después hubo más. Asesinados, suicidas, accidentados, muchos pescadores: el Danubio no quería esos cuerpos y se libraba de ellos. Con el tiempo, esos cuerpos que el Danubio rechazaba empezaron a ser enterrados en un terreno escaso que muchos llamaron desde entonces “Friedhof der Namenlosen”, cementerio de los sin nombres. Entre 1840 y 1900 hubo 478 sepulturas, y hasta 1931, 82 más.

No podría decirse que el cementerio de Namenlosen sea un lugar desconocido (ya no hay nada desconocido y tiene actualmente algunas visitas, que dejan flores o muñecos de peluche a los sepulcros que se supone son de chicos muertos), pero es el lugar donde quedaron aquellos que nadie conoce. Josef Fuchs reacondicionó el lugar, que quedó como se lo conoce ahora: hileras de crucifijos blancos e iguales con una inscripción repetida: “Unbekannt”, desconocido. A veces agrega alguna información suplementaria del estilo: “hombre”, “asesinado por manos desconocidas”, “panadero”. Hay misteriosamente un muerto de 1953, cuando ya nadie era enterrado allí. Fuchs cuidó el lugar hasta 1996, cuando murió, pero él mismo no fue enterrado allí. La iglesia, con una vela siempre encendida en su interior, le da la espalda al Danubio.

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PABLO GIANERA
“Los expulsados del Danubio”
(la nación, 05.07.15)

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