9.10.15

cualquiera se puede equivocar

Cuentan que cuando la NASA inició el lanzamiento de astronautas, descubrieron que los portaminas, bolígrafos y plumas no funcionarían con gravedad cero. Para resolver este problema, contrataron a Andersen Consulting, hoy Accenture, empresa cuyos expertos dedicaron una década y doce millones de dólares en estudiar el problema. Finalmente, consiguieron desarrollar un bolígrafo capaz de escribir con gravedad cero, cabeza abajo, debajo del agua, en prácticamente cualquier superficie, incluyendo cristal, y en un rango de temperaturas desde menos de 0 °C hasta más de 300 °C. Los rusos, mucho más prácticos y austeros, le dieron a cada astronauta un lápiz.


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El reverendo Thomas Baker participó en una expedición que se adentró en Fiji en 1867. Estando con un jefe tribal le mostró con orgullo un peine, pero el jefe creyó que se trataba de un regalo y se lo puso en el pelo como adorno. Baker se lo arrebató bruscamente, sin darse cuenta de que tocar la cabeza de un jefe de las Fiji era un agravio que acarreaba la muerte. El jefe clamó venganza, envió un mensajero para que se adelantara a la ruta de Baker y anunció que recompensaría con un diente de ballena a aquel que le diese muerte. El 21 de julio de 1867, la tribu montañesa de los nabutautau mató al reverendo y, de paso, a ocho de sus acompañantes, y tal y como era costumbre del lugar los cocinaron. Toda la tribu disfrutó de tan exótica comida, salvo aquellos a los que les tocó pierna, que se encontraron con que, incluso después de una larga cocción, seguía estando muy dura. Otros nativos con más experiencia culinaria les indicaron que las botas de caucho que se estaban comiendo no formaban parte de la carne de los europeos.

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Aunque parezca increíble, la Asociación de los Judíos de la Nación Alemana pidió públicamente, en la campaña de las elecciones de 1933, el voto para el candidato del Partido Obrero Nacionalsocialista Alemán (NSDAP), Adolf Hitler. Según los expertos, la inflación, el paro, una propaganda eficaz y el apoyo económico de los grandes industriales hicieron ascender al NSDAP y, en 1933, Hitler fue nombrado canciller.

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Durante veinte años, Chung Ling Soo se hizo pasar por un mago chino para ejecutar sus números de magia oriental, montando un colosal espectáculo que representó en Londres con extraordinario éxito. Pero, en realidad, su verdadero nombre era William Ellsworth Robinson, y había nacido en Brooklyn en 1861. Chung desempeñó su papel escrupulosamente (por ejemplo, nunca hablaba en público sin utilizar un intérprete) y sólo sus amigos y algunos otros magos conocían su verdadera identidad. Sin embargo, en el mismo momento de su muerte fue cuando el gran público pudo descubrir su gran secreto. Su truco más famoso era el llamado «Condenado a muerte por los Boxers», también conocido como «La bala atrapada», en el cual un arma cargada con una bala marcada disparaba hacia él. Soo simulaba recibir el impacto, e inmediatamente escupía la bala supuestamente capturada con los dientes sobre un plato, para que el público verificara que realmente era la bala marcada. Todo fue bien hasta la noche del 23 de marzo de 1918, cuando el truco de «La bala atrapada» salió trágicamente mal. Soo sostenía contra su pecho el plato de porcelana, en espera de la detonación. El arma fue disparada y Soo fue alcanzando en el pecho. «¡Oh Dios mío. Algo ha pasado. Bajad el telón», se le oyó gritar en un perfecto inglés. Fue la primera vez en veinte años que Chung Ling Soo habló en inglés en público… También fue la última. Murió al día siguiente.

FUENTE:
“Errores, lapsus y gazapos de la Historia” de Gregorio Doval
http://www.librosmaravillosos.com/erroreslapsusygazaposdelahistoria/index.html

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